POLICIA
triple crimen de benavidez

Piden reclusión perpetua para el hombre que mató a la familia de su actual mujer

Juan Carlos Cardozo fue acusado por los crímenes de la abuela, la hermana y la hija de su esposa, quien a pesar de ello lo perdonó. “Romina no tiene nada que ver”, dijo.

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Con las manos esposadas, casi corriendo y custodiado por un batallón de guardias penitenciarios. Así abandonó los tribunales de San Isidro Juan Carlos Cardozo (25), pocos minutos después de escuchar al fiscal del juicio reclamando que se lo condene a reclusión perpetua. Afuera esperaban muchos familiares de las víctimas, quienes al descubrirlo comenzaron a insultarlo.

Cardozo escuchó con la cabeza baja el alegato del fiscal Ricardo Juan, que entendió que es culpable por los crímenes de la abuela, hermana e hija de Romina Martínez, su entonces ex pareja. La defensa, por su parte, pidió la absolución.

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Juan reclamó una condena a “reclusión perpetua y accesoria de reclusión por tiempo indeterminado de cumplimiento efectivo”.

El abogado defensor, Jorge Del Río, pidió la absolución amparándose en que “no comprendió la criminalidad” de sus actos ya que Cardozo tiene “una incapacidad psíquica de la culpabilidad”. El hombre declaró ante los jueces que es inocente y que estaba “poseído” al momento de la matanza.

“Mi mujer no tiene nada que ver”, aclaró Cardozo ante la prensa en la puerta de los tribunales de San Isidro. Al finalizar la primera jornada del juicio (el jueves pasado), el fiscal pidió que se investigue a Romina como cómplice del triple crimen, luego de escuchar a unos 15 testigos.

El triple crimen ocurrió el 27 de agosto de 2012 en una casa de la calle Uruguay 633, de Benavídez, partido de Tigre, cuando Cardozo fue a buscar a Romina, de 27 años, quien lo había abandonado una semana antes y se había llevado con ella a la hija de ambos, de 3 años.

Cardozo no encontró a la joven en la vivienda y descargó su furia contra las tres familiares de ella, asesinando primero a la abuela de la chica, Nilda Ludovica Ham (76); luego a otra hija de Romina, Marisol (6) y finalmente a la hermana, María Florencia Martínez, de 15. A pesar de la masacre, Romina lo perdonó. “Yo no pude haber hecho eso jamás, estaba como poseído. Cuando me atendió la abuela, una voz gruesa, en portugués, hablaba por mí y me gritaba: ‘Tengo que matar’”, declaró el imputado ante los jueces. Y pidió perdón y misericordia a los familiares.