POLITICA
Análisis

Bullrich despertó de su larga siesta y esta vez el debate no defraudó

La candidata de Juntos recuperó la iniciativa y comprometió a sus principales adversarios. Massa se vio por momentos acorralado por la crisis y la corrupción. Y Milei parece ir perdiendo el encanto en su versión asordinada. Schiaretti, la voz del interior. Y Bregman, aferrada a un dogma que podría llegar a lamentar.

Los candidatos, en el escenario del auditorio de Derecho de la UBA.
Los candidatos, en el escenario del auditorio de Derecho de la UBA. | Télam

El cierre deslucido, de todos sin excepción, desmintió el desarrollo. Tuvimos un debate presidencial intenso, mucho más que el de una semana atrás en Santiago del Estero, y que contempló la exigencia primordial: no defraudó.

Se dice que en 1960 Kennedy se impuso en el debate a Nixon y se catapultó a la presidencia de los Estados Unidos. Pero se sabe que por lo general los debates no son determinantes del voto y este es uno de esos casos.

Sin embargo, Patricia Bullrich pareció haber tomado conciencia de su deslucido papel en Santiago y de qué lugar ocupa en las encuestas y recuperó la iniciativa. Resultó, para Bullrich, una evolución: se la vio más resuelta e incisiva, precisa en sus estocadas a Massa y a Milei. Al ministro de Economía simplemente lo enfrentó a su agenda, algo que estuvo casi ausente en el debate anterior, lo que permitió a Massa mantenerse a flote.

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¿Quién ganó el segundo debate presidencial?

Le costó esta vez a Massa sacar la cabeza del agua. Massa es sin duda el político mejor preparado para estas instancias, sabe hacer campaña, ha hecho decenas y es un profesional, como con razón se insiste. Si el conocido punto débil de Massa es la pérdida de credibilidad, una declinación que lleva años, hoy debió cargar con el peso de la inflación sin control, de la que es protagonista y responsable directo, y de la combinación de escándalos de corrupción en la provincia de Buenos Aires, el caso Chocolate y la exhibición obscena del enriquecimiento de Martín Insaurralde. Todo esto estalló hoy frente al atril de Massa.

-Massa, ¿cuándo van a dejar de afanar?

-Patricia, ser vulgar no te va a hacer popular para la elección.

El ministro se las arregló, con todo, para responder a alguna de las entradas de Bullrich con solvencia. Massa confirmó que además de profesional es un tipo listo. Pero no parece alcanzar para superar el desafío inconmensurable del que se ha hecho cargo, como le gusta recordar.

Segundo Debate presidencial
Segundo debate presidencial.

Un párrafo sobre la realización. El formato del debate es excesivamente rígido. Que sean cinco los candidatos que intervienen no ayuda a que el intercambio fluya salvo en ocasiones. Las opciones de derecho a réplica son escasas, pero esta vez los cinco las administraron mejor. Falta movimiento, algo que hace al espectáculo. Los candidatos casi nunca son visualizados en conjunto. No se mueven de su atril, son tomados siempre con un mismo encuadre y su micrófono está mudo cuando los que intervienen son otros. Pierden naturalidad. Un debate de dos, ante un eventual balotaje, debería contemplar estas cuestiones. Que los candidatos pasen al frente cuando les toque intervenir, por ejemplo, como pudo verse en los debates en Brasil y los Estados Unidos.

De vuelta a los candidatos, Milei confirmó que ha decidido pulir los desbordes de su personaje para esta instancia de la campaña. Gana en todas las encuestas y -una cita a Marx que le disgustaría- un fantasma recorre la Argentina: la posibilidad de su triunfo en primera vuelta.

La intervención del libertario hay que medirla no sólo con la del debate previo, sino con el Milei cotidiano. Como en Santiago, este domingo hemos vuelto a ver a un provocador contenido, un polemista asordinado. Mucho de lo que dice Milei sobre economía ha dejado de importar para su electorado: pocas veces se entienden sus elaboraciones de lenguaje pretendidamente académico y lo que probablemente cautiva es el énfasis, el desborde. Sin esa cualidad, Milei pierde su principal encanto, para quien se deja encantar.

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Esta vez en la UBA sintió los golpes de Bullrich contra sus controvertidas -algo hay que decir- propuestas sobre venta de órganos y libre portación de armas. Sólo pudo negarlas. Y todos sabemos que existieron y al menos la última forma parte de su plataforma electoral. Tropezó cuando lo presionaron sobre la vidriosa integración de sus listas, que compromete al oficialismo. También lo impactaron las alusiones de la propia Bullrich a parte de su colección de agresiones: el uso del término mogólico, las ofensas a católicos y judíos, las agresiones de género.

Como en la guerra, la primera víctima de los debates es la verdad. Se tergiversa lo propio y ajeno y las propuestas son escasas y efectistas. Si nos atenemos a lo escuchado, Bullrich no tiene programa de gobierno salvo el coraje y decisión que se atribuye para encarar las cosas. Massa deslizó una promesa de crédito hipotecario -que le costó una fuerte descalificación de sus adversarios por lo obvio: con él en Economía, la gente no puede ni alquilar-, además de un FBI argentino con asiento en Rosario, que ya había insinuado en algún acto de campaña. Milei sorprendió con un “plan de salud para todos” que pasó desapercibido por lo inverosímil, viniendo de quién vino.

Miriam Bregman había sido, con justicia y unánimemente, la candidata de mejor desempeño en Santiago del Estero. La acompaña una tradición polemista del trotskismo, que muestra regularmente en el Congreso y en sus intervenciones públicas. Su participación esta vez fue deslucida. Bregman está a la altura de un debate de este tenor, por los que ya ha pasado. Pero ahora pareció no poder reponerse de un comienzo desafinado: fue la única de los candidatos que no condenó, con convicción ni mucho menos, los horrendos crímenes de Hamas en Israel, estado al que Bregman acusó de someter a un régimen de apartheid a los palestinos. Desde la desaparición de la socialdemocracia en Israel, esto último es tan cierto como la crueldad delirante de los terroristas que masacraron a centenares de civiles inocentes en el sur del país. Más tarde se supo que Bregman impidió, rompiendo una decisión unánime de los candidatos, que se llamara a un minuto de silencio en homenaje a las víctimas. Una postura incomprensible, que podría hacerla perder el voto de muchos de los que en esta elección se han quedado sin opciones.

Las intervenciones de Schiaretti no variaron sustancialmente de lo que mostró en Santiago. Se propuso como una alternativa federal a la “República de Amba”, como volvió a decir. Una variante a la “conurbanización del peronismo” que acuñó Miguel Pichetto.

Segundo Debate presidencial
Si hubo un ganador, fue Bullrich.

Si hubo un ganador, fue Bullrich. Con sus limitaciones -es una pobre oradora, con severos problemas para articular ideas- la ex ministra pareció despertar de una larga siesta. Massa fue acorralado y se vio obligado a mirarse en el espejo. Está desnudo, pero aún así su candidatura se mantiene competitiva, según las encuestas. Su adversaria es Bullrich: alcanza con superarla para entrar al balotaje. Después empieza otro partido. El impacto de Milei parece haberse suavizado. Lidera las mediciones, pero no arriesgar también es arriesgado, sobre todo para un personaje construido sobre una lógica aluvional. Bregman y Schiaretti acompañan. 

¿Cambiaron algo los debates? Lo sabremos en dos semanas.