A Pablo Moyano le alcanzó con un solo gesto, el faltazo al acto de la CGT de esta semana, para mostrar la distancia que mantiene con un sector mayoritario de la central, con Héctor Daer a la cabeza, que ya teje vínculos con la oposición.
A Pablo Moyano le alcanzó con un solo gesto, el faltazo al acto de la CGT de esta semana, para mostrar la distancia que mantiene con un sector mayoritario de la central, con Héctor Daer a la cabeza, que ya teje vínculos con la oposición. El líder Camionero visualiza un futuro pacto entre la central y el posible gobierno de Juntos por el Cambio y tiene un temor: que ese triunfo trastorne el clima judicial y que sus días de 2024 transcurran en una cárcel.
La convivencia entre todas las partes que componen el consejo directivo cegetista, que tomaron contacto para montar un acto por el Día del Trabajador y dar una señal de unidad, duró apenas semanas y terminó de implosionar en la jornada del evento con la ausencia, imprevista, del hijo de Hugo Moyano. A un coordinador de la central que lo llamó ese martes le dijo, de manera escueta, que no estaba de acuerdo con el tono de la actividad. Mientras que del lado de uno de los caciques gremiales se encargaron de señalar que el abandono se debió simplemente al orden de los oradores: “Pablo quería cerrar el acto y le dijeron que no, por eso se calentó”, remarcan.
Pero, en el fondo, el hombre de Camioneros masticó bronca porque sus pares del colectivo sindical, como Daer, Acuña, Rodríguez, Sola y Lingeri, se reunieron con Horacio Rodríguez Larreta y Ezequiel Jarvis, actual subsecretario del Trabajo del Gobierno de la Ciudad, la semana pasada. Allí, hablaron de la posibilidad de encarar un diálogo y actualizar la legislación laboral. Moyano cree, lisa y llanamente, que pactaron una reforma de leyes del mundo del trabajo que será realidad a partir del 11 de diciembre.
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Y ante los suyos, tal como le consta a PERFIL, recuerda que la actitud de dirigentes como Daer y Acuña no fue combativa durante la gestión de Mauricio Macri, al contrario. “Nosotros estuvimos en las calles cuando hicieron una reforma previsional, hicimos paros, y otros quedaron bien parados”, es una frase que rebota de manera constante.
El dirigente, además, siente que no puede sentarse a una mesa con aquellos que formaron parte de un gobierno que “se dedicó a armar causas judiciales y persiguió a representantes gremiales”. Por eso, tiene miedo de que una victoria de la principal alianza opositora acelere la marcha de expedientes en la Justicia que lo tienen en la mira y que termine preso. Es más: desde su lado dicen que en la era Cambiemos “Pablo no terminó en la cárcel solo por suerte” y que su apuesta electoral estará determinada por los movimientos del Frente de Todos, con línea abierta ante todos los sectores. Con Máximo Kirchner, por ejemplo, habla de la coyuntura cada vez que es necesario.
Otro eje está atravesado por la relación con su padre: en este punto, voces de la familia no desmienten que estén distanciados y hasta dan cuenta de que Hugo no tiene problemas en mostrarse con Facundo, pero sí con Pablo.
Las versiones de ruptura de la CGT también entran en el radar de Moyano y sus dirigentes de confianza ante las divergencias que están a la vista. Sin embargo, la posibilidad de fragmentación hoy no parece cercana ya que el triunviro pretende que en la próxima reunión del consejo directivo de la central exista un debate de temas de fondo, como el rumbo del sindicalismo. Otra representante cercana al Camionero no es tan optimista: Graciela Aleña comentó que la CGT “es un grupo de WhatsApp”.
