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Hizo 63 mil kilometros en seis meses

Nelson Castro: "Los jóvenes que no me habían visto decían: 'Qué bárbaro ese pibe nuevo'"

Como cronista causa sensación con sus viajes de riesgo. Los mitos de su cuerpo radiactivo después de Chernobyl, la admiración por Nicky Jam y el look camisa cerrada sin corbata.

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Momentos. Nelson estuvo hace poco en la NASA, por los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna. | gza. nc

Nelson Castro tenía 29 años cuando fue autorizado por la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca para cubrir las conferencias de prensa del entonces presidente, Ronald Reagan. Corría 1984 y el mundo miraba el Irangate, el derrotero de altos cargos del gobierno de Estados Unidos que facilitó la venta de armas a Irán, una cuestión prohibida por el Senado estadounidense. En los 35 años posteriores –con 44 de profesión–, Castro alternó su trabajo entre notas políticas y la cobertura de acontecimientos importantes, como el atentado a las Torres Gemelas.

Este año decidió patear el tablero lógico y cómodo que, por decantación, podría ubicarlo en un estudio presentando noticias. Haciendo honor a la frase de Gabriel García Márquez que dice que “el periodismo es la mejor profesión del mundo”, Nelson impacta en la audiencia con un trabajo tan primario como fascinante: el de cronista.

Fans internacionales. Al momento del cerrar esta nota, el periodista se encontraba en un helicóptero sobre el océano Atlántico rumbo a Freeport, cubriendo las consecuencias del huracán Dorian en Bahamas. “Es la única manera de llegar. Vamos a cubrir la catástrofe humanitaria que generó el huracán”, dice a PERFIL Nelson Castro a través de un audio de WhatsApp.

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Nelson Castro cautiva con su viajero rol de cronista.

 

El relato del periodista grafica su presente: a los 64 años, contrariamente a lo que el paso del tiempo podría suponer, Nelson es un cronista de riesgo. Con el ciclo “El corresponsal”, acumula millas por el mundo contando acontecimientos que lo pueden mostrar metiéndose en el riñón de una revuelta social liderada por artistas reguetoneros en Puerto Rico hasta caminando –como si fueran los Bosques de Palermo– por los senderos radiactivos de Pripyat, la ciudad fantasma que linda con Chernobyl, en Ucrania. Cuando todo hacía pensar que sus minutos de aire estaban contados en TN, Castro demostró que no está dispuesto a tirar la toalla y puso en marcha este ciclo con el que llamó la atención de jóvenes y el público extranjero.

El termómetro lo vivió hace poco en Madrid, cuando entró a comprar una campera a una conocida tienda de ropa. Cuando fue a pagar, la cajera le dijo: “¡Lo vi en televisión!”. Nelson le preguntó enseguida si era argentina. “Soy madrileña, lo vi en YouTube. Gran cobertura la de anoche. ¿Me puedo sacar una selfie con usted?”, dijo ante el asombro de Castro. Lo mismo le pasó en Río de Janeiro y en Puerto Rico.

Riesgo. Es miércoles por la mañana y faltan dos días para que Castro parta rumbo a Bahamas, pero él aún no lo sabe. Es un poco la lógica de “El corresponsal”: viajar cuando la noticia lo demande. Ahora, en el Estudio 2 de Radio Continental este médico neurólogo bebe su té después del programa. Por estos días, entre sus viajes avanza con la escritura de dos libros: uno sobre la salud de los Papas y otro sobre René Favaloro.

El resto de su tiempo Nelson lo ocupa practicando los cuatro idiomas que sabe: inglés, francés, alemán y portugués. Ahora está fanatizado con el aprendizaje del quinto, el italiano. Lo que se mantiene desde siempre es su piano: toca todos los días, una hora. En este momento está con unas obras de las Escenas infantiles de Schumann.

Nelson se siente feliz con todo pero “El corresponsal” es lo que lo tiene más contento. “Era un proyecto que teníamos hace un tiempo y finalmente lo hicimos realidad”, dice con una sonrisa.

—La violencia en las calles de Venezuela, el fuego de Amazonia, la radiación de Chernobyl... ¿Quieren acabar con su vida en TN?

—(Risas) No, para nada. Yo ya quería salir del noticiero. Son etapas que se cumplen. Me impacta mucho lo que se genera en los colegas, en la calle, y sobre todo en los jóvenes. Para los que me conocen es algo diferente y sorpresivo. Impacta verme hacer cosas que no estaban en el perfil, impacta mi vestimenta también, y el riesgo de estar en lugares peligrosos. La cobertura tiene una impronta personal muy fuerte. La hija de uno de los productores, que tiene 17 años, está muy enganchada. Ella y los amigos, varios que no me habían visto, decían: “Que bárbaro ese pibe nuevo”.

—¿Su presencia en los lugares supera a los protagonistas?

—Por momentos, sí.Creo que es esa cosa de que yo esté en lugares donde no daba mi perfil. Y que lo cuente. El programa tiene muy buena realización, por supuesto. Y me da mucha energía poder hacerlo, porque además hoy tenés el vivo que te permite estar en cualquier lado y que tiene el elemento de lo inesperado. Las coberturas son de 16, 17 horas de trabajo en el día. Necesitás esa energía que se retroalimenta. Después dormís veinte horas. Está también el tema del estrés, pero bueno, eso es otra cosa. La calle, donde sea, siempre te saca de ese submundo de los estudios que es muy parcializado.

Diario de viaje. Sin embargo, no ha sido un lecho de rosas para “El corresponsal”. La cobertura de las manifestaciones en Venezuela fue una de esas situaciones de estrés  a las que Castro hace referencia. “Venezuela fue muy difícil. Fue peligroso, es una dictadura y la libertad de prensa no existe. Tenés que trabajar siempre al acecho durante períodos muy breves, porque si no viene la policía y te puede pasar cualquier cosa. Afortunadamente, en todos lados trabajamos con responsabilidad y respeto a la circunstancia. Una cosa es tener audacia para las cosas y otra es ser temerario. Venezuela fue la adrenalina de preguntarnos si íbamos a poder entrar, después como íbamos a trabajar, y luego si íbamos a poder salir”, cuenta.

—¿Cómo fue el incendio de Amazonia?

—La anécdota más fuerte es que el primer día fuimos a hablar con los bomberos en uno de los parques nacionales afectados y nos mandaron a un lugar donde no había incendio. Después nos dijeron que los bomberos estaban dando información equivocada a los periodistas para que no fueran a los incendios, había una orden de Bolsonaro de que eso se mantuviera lo más oculto posible.

—¿Qué fue lo que más le impactó de la revuelta social de Puerto Rico?

—El rol de los cantantes.

—¿Lo conocía a Nicky Jam?

—No. A ver, si yo iba antes caminando por la calle y me lo cruzaba, no lo reconocía. Sabía solo de la existencia de René Pérez. Impresionantes sus discursos. Me sorprendió mucho la reacción en las redes, de mis sobrinos, la gente joven, los hijos de los productores. “Nelson, sos mi ídolo, ¿estuviste con ellos?”, “¿Te sacaste una foto?”, “Lo que hubiera dado...”.

—Su cobertura de Chernobyl pegó muy fuerte. ¿A qué lo atribuye?

—Fue la constatación de que la serie está muy bien documentada. Después, el lugar es impactante, los silencios, los perros que sobrevivieron a la matanza que hicieron en su momento. El boom turístico, no te das una idea... Después te genera esa cosa de incertidumbre por ver qué caminos agarrás, andás todo el día con el medidor de radiaciones.

—¿Debo preocuparme de estar frente a usted?

—(Risas) Para nada. ¿Vos sabés que eso generó angustia en la gente? Cuando volvimos, me decían: “¿Nelson, está radioactivo?”. Por eso el canal pidió un examen. Vino a chequearnos la Comisión Reguladora de Energía Atómica.

—¿De qué forma se asesoraron para hacer esos recorridos?

—Tenés guías. Ellos te dicen qué llevar y cómo tenés que estar vestido, a qué lugar no podés acercarte. Pasás antes por un control previo y también cuando te vas. Te miden los niveles de radiación. Tenés que ir respetando lo que los guías te dicen. Queríamos en ese sentido mandar un mensaje de responsabilidad, porque hay muchos que van y no lo respetan. Cuando ibas por los senderos, la recomendación era no exceder la cantidad del nivel de radiación 0,36; de todas formas, en todos los lugares hay más en general. La recomendación era siempre no estar demasiado tiempo en un lugar. Fuimos muy prudentes, siempre con camisa de manga larga para tener la menor cantidad del cuerpo expuesto.

—Hablando de eso, me decía al comienzo que su vestimenta causó varios comentarios. El hecho de usar la camisa cerrada al cuello, sin corbata, ¿le gusta cómo le queda estéticamente u obedece a otras cuestiones?

—Me lo preguntan mucho eso. La gente está acostumbrada a verme con el saco y la corbata. La respuesta es que yo soy muy friolento. Así que les digo: “Chicos, todo bien, pero no voy a pasar frío”.