COLUMNISTAS
quienes infectan el atletismo argentino

Dirigentes que parecen crupieres

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En un viaje a Beijing se aprenden miles de cosas. Hace siete años, el mundo aprendió o recordó que aquí nacieron la pólvora y los tallarines. Y que comenzaron a usar la imprenta siglos antes de que Gutemberg la convirtiera en un invento occidental. Los mismos chinos se encargaron de destacarlo durante la descomunal ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de 2008. Esta última semana, en la que el Campeonato Mundial de Atletismo acaparó los titulares de cualquier medio periodístico que aspire a ser algo más que un rejunte de clicks a fotos de chicas desnudas, aprendí que Google sigue resultando una herramienta periodística infinitamente más importante que Twitter. En realidad, la única forma de establecer comparaciones fue carecer de ambas. En efecto, aun en los hoteles que la organización destinó para la prensa acreditada –lugares de alojamiento, además, para entrenadores, atletas, familiares y espectadores extranjeros–, se mantuvieron las conocidas restricciones a muchos sitios de internet impuestas por el gobierno de este país. Desde una vereda te hablan sobre la libertad de expresión y pensamiento: las prohibiciones en China tienen mucho más que ver con reprimir la posibilidad de informarse, sobre todo en el mercado interno, que con cuestiones de la moral y las buenas costumbres. Desde la otra, el argumento de eliminar todo aquel recurso que te acerque al abuso de chicos o a alimentar la prostitución infantil liquida cualquier posibilidad de discusión. Tal vez sea el momento de que nosotros, esos que presumimos de vivir en mundos libres, comencemos a debatir en serio cómo resolver el asunto. Por el momento, no compartiré con nadie mis conclusiones. Aunque no se siente mal no tener acceso durante unos días a las cloacas de los cyber patoteros.
En el Nido de Pájaro, el choque cultural se hizo más evidente y la organización se vio obligada a encontrar un punto de equilibrio entre ambos intereses. Entonces, mientras el servicio de wi-fi del estadio (Bird Nest) seguía abasteciendo internet como Mao manda, para la prensa y la “familia” de la IAAF se habilitó otro (WCH2015) que permitía acceder a Google, Facebook, Twitter y otras supuestas pestes occidentales. También, según comprobó algún amigo que quiso verificar los límites, a sitios de pornografía.
Lejos de cualquier picardía, hubiera resultado inviable que tanto la gente de prensa de la IAAF como los medios acreditados no pudieran informar al instante a través de las redes lo que venía sucediendo en un torneo que se realiza, fundamentalmente, por el aporte económico que hacen los auspiciantes y las cadenas de televisión que transmiten el certamen a más de cien países. Los mismísimos deportistas celebraron la apertura: muchos de ellos anunciaron sus altos y sus bajos online a través de las redes. Entre ellos, los argentinos. Histórico mundial para nuestro atletismo. Hasta hace poquito, parecía torpe imaginar a uno de los nuestros en una final. En Beijing, Germán Lauro llegó a la cuarta (dos en mundiales al aire libre, una bajo techo y una olímpica), Braian Toledo tuvo su estreno gracias a un descomunal lanzamiento inaugural que lo depositó automáticamente entre los doce mejores, y Germán Chiaraviglio se dio ese gusto que imaginó de chico y celebró ya como atleta en plena etapa de maduración.
Lamentablemente, en la Argentina se apuesta a los deportistas una vez que estos deportistas consiguen cosas. Estamos infectados de dirigentes y administradores que, más que estudiosos del deporte, parecen crupieres: reparten de acuerdo al número al que apostaste. Existen los sabios, aquellos a quienes se debería recurrir para detectar talentos y apoyarlos apelando al ojo clínico. Sólo falta darles el lugar que merecen. De tal modo, resultaría torpe creer que éste ha sido un torneo positivo para el atletismo argentino como un todo.
Sólo para empezar, fue una competencia en la que la Argentina no tuvo siquiera un atleta compitiendo en pruebas de pista. Quienes lo intentan no consiguen la marca para estar aquí, algo que sí han logrado algunos colombianos, chilenos, ecuatorianos, paraguayos y uruguayos. Ni que hablar de los brasileños. Y respecto de lanzadores y saltadores, la sucesión –más bien, la falta de ella– de nuestras principales figuras es la muestra más elocuente de la impericia de los conductores de este deporte. Y cierta desidia: las autoridades nacionales y los máximos responsables a nivel técnico ofrecieron a todas las federaciones regionales la posibilidad de enviar la lista de atletas que consideraban en condiciones de aspirar a un cupo para Río 2016. Hasta el último miércoles, nadie había mandado nada. Tampoco vayamos a creer que lo del atletismo es distinto a lo de otras disciplinas. Hay excepciones, pero en la mayoría de los casos hay más vasos vacíos que llenos.
“Cada vez que voy a un juego olímpico me encuentro con las mismas historias. Bicicletas que no llegan al país, botes frenados en la aduana, planes de trabajo que se alteran, gimnasios con goteras. Nos siguen pasando cosas como hace cincuenta años. En ningún lugar normal del mundo la dirigencia es como en la Argentina”. Esta es una síntesis bastante aproximada de las reflexiones que aportó Luis Scola desde Puerto Rico hace un par de días. Lo dijo uno de los más grandes deportistas de la historia de nuestro país. Un deportista vigente. Y tan preocupado por nuestro deporte como que fue un puntal para detener la hemorragia de corrupción que llenó de inmundicia el básquet argentino.
Supongo que a Luis ningún dirigente le hará un loco por decir lo que piensa. Que es lo que pasa. Mientras tanto, el Mundial de Atletismo comenzó a ser historia. Con Mo Farah y Shelly-Ann Fraser. Con Anita Wlodarczyk y Serguei Shubenkov. Con Genzebe Dibaba y Christian Taylor. Y con Usain Bolt. Que no para de regalarnos emociones inolvidables. Y que les da de comer un poco a todos.