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Los excluidos

Las historias de exclusión me interesan, antes que nada, por las fantasías de inclusión que inexorablemente involucran.

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Las historias de exclusión me interesan, antes que nada, por las fantasías de inclusión que inexorablemente involucran. Pues por ninguna exclusión se protestaría si no hubiera de por medio una ilusión o una pretensión de verse incluidos. Y de ninguna exclusión habría que jactarse si no responde a una verdadera opción por el afuera, y no apenas a un intento de inclusión que fracasó.

Los mundiales de fútbol, como es notorio, instalan este debate cada cuatro años, poco antes de dar comienzo. Ahora estamos con Icardi, con Lautaro Martínez, con Centurión; antes hemos estado con Caniggia, con Gareca, con Ramón Díaz. Mis excluidos favoritos son dos del 78: Bottaniz y Humberto Bravo, porque lo fueron junto con Maradona y quedaron, por eso mismo, relegados: excluidos hasta en la exclusión. La autoexclusión que más admiro, también en el 78, es la de Jorge Carrascosa, por las razones políticas que esgrimió. Y quisiera agregar el caso curioso de una exclusión interna: la de Passarella en el 86 (sobre la noción de exclusión interna cfr. Michel Foucault).

Me remito al fútbol porque me veo impelido a tocar aquí algún tema de candente actualidad, pero donde más se verifican las protestas por exclusión es en la literatura (que nunca, o casi nunca, es tema de actualidad: ni candente ni no candente). Ahí sí que más de medio mundo se está quejando porque les han dejado afuera (no usé el objeto indirecto, ensayé lenguaje inclusivo). Es raro, si uno se fija, porque el haber sido excluido se ha convertido, desde hace tiempo, en un mecanismo de inclusión: rescatar olvidados, traer al centro a los marginados (de Di Benedetto a Sara Gallardo, de Silvina Ocampo a Juan Carlos Martelli).

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Me atrae la vocación de exterioridad de Gombrowicz, cuando rehúsa los fulgores del grupo Sur y prefiere entrar en contacto con unos jóvenes ignotos de Tandil. Me deslumbra la figuración de exterioridad/interioridad que propone Héctor Libertella con su idea de una vanguardia hermética metida en el caballo de Troya. Me interpela Aira, desestimando una inclusión: alegando que si en la universidad lo leemos tanto es porque encaja demasiado bien en las teorías de Gilles Deleuze, con lo que obtuvo, no que dejemos de leerlo, por supuesto, sino que lo leamos desde otras perspectivas (preferibles, para mí).

Me siento, en cambio, un tanto perplejo antes las recurrentes protestas (recuerdo los artículos de Jorge Fernández Díaz) por la exclusión de Martín Caparrós y de Beatriz Sarlo de las Ferias del Libro durante los años del kirchnerismo. Pero el gobierno kirchnerista ha terminado hace bastante y esos autores siguen sin verse incluidos, hasta donde yo sé, en las invitaciones oficiales. Y protestas al respecto, hasta donde yo sé, no ha habido más.