COLUMNISTAS
CULTO DE LAS RELIQUIAS

No pretendo hacer creer a quienes no creen

El pasado 3 de enero, el periodista del Corriere della Sera Armando Torno nos ilustraba no sólo sobre las reliquias sagradas sino también sobre las reliquias laicas, desde la cabeza de Descartes hasta el cerebro de Gorki. Conservar reliquias no es, como suele creerse, una costumbre cristiana, sino algo típico de cualquier religión y cultura.

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El pasado 3 de enero, el periodista del Corriere della Sera Armando Torno nos ilustraba no sólo sobre las reliquias sagradas sino también sobre las reliquias laicas, desde la cabeza de Descartes hasta el cerebro de Gorki. Conservar reliquias no es, como suele creerse, una costumbre cristiana, sino algo típico de cualquier religión y cultura. En el culto de las reliquias, por una parte, vibra una especie de pulsión que yo definiría mito-materialista, por la cual se puede volver a encontrar un atisbo del poder de un grande o de un santo tocando partes de su cuerpo; por otra, responde a un normal gusto anticuario (por eso el coleccionista está dispuesto a gastarse un capital no sólo por poseer la primera copia impresa de un libro famoso, sino también el ejemplar que perteneció a una persona importante) y se da el caso, como sucede cada vez más a menudo en las subastas norteamericanas, que las “memorabilia” pueden ser tanto los guantes (verdaderos) de Jacqueline Kennedy como los guantes (falsos) que llevaba Rita Hayworth en Gilda.
No hay que pasar por alto tampoco el factor económico: en la Edad Media, poseer una reliquia famosa era un valioso recurso turístico porque atraía flujos de peregrinos tal como hoy en día una discoteca de la costa atrae a turistas alemanas y rusas. Por otra parte, he visto desplazarse a muchos turistas a Nashville, Tennessee, para admirar el Cadillac de Elvis Presley. Y eso que no era el único, pues lo cambiaba cada seis meses.
Quizá, embargado de un espíritu navideño particular, en Reyes, en lugar de navegar (como todos) por Internet para interceptar películas porno, al ser mi humor inconstante y lunático, decidí dedicarme a la búsqueda de reliquias famosas.
Por ejemplo, ahora sabemos que la cabeza de San Juan Bautista se conserva en la iglesia de San Silvestro in Capite de Roma aunque una tradición anterior decía que se encontraba en la catedral de Amiens. De todas formas, la cabeza que se guarda en Roma carecería de la mandíbula, que se conserva en la catedral de San Lorenzo de Viterbo. El plato que acogió la cabeza del Bautista está en Génova, en el tesoro de la catedral (también) de San Lorenzo, junto a las cenizas del Santo, pero parte de estas cenizas se conservan también en la antigua iglesia del Monasterio de las Benedictinas de Loano, mientras que un dedo se hallaría en el Museo dell’Opera de la catedral de Florencia, un brazo en la catedral de Siena, la mandíbula, como hemos dicho antes, en San Lorenzo de Viterbo. En la Catedral de San Juan Bautista de Ragusa se conserva uno de sus dientes, el otro, junto a un mechón de su cabello, está en Monza. De los restantes treinta dientes no hay noticias. Una antigua leyenda narraba que en alguna catedral se conservaba la cabeza del Bautista a la edad de doce años, pero no tengo constancia de que exista ningún documento oficial que confirme el rumor.
Santa Elena, madre de Constantino, encontró la Vera Cruz en Jerusalén. Los persas la sustrajeron en el siglo VII, el emperador bizantino Heraclio la recuperó, y luego los cruzados la llevaron al campo de batalla contra Saladino. Desgraciadamente ganó Saladino, y el rastro de la Vera Cruz se perdió para siempre, aunque algunos fragmentos ya habían sido repartidos: uno de los clavos se conservaría en la iglesia de Santa Croce in Gerusalemme de Roma. La corona de espinas, que se conservó durante mucho tiempo en Constantinopla, fue subdividida con la intención de donar por lo menos una espina a varias iglesias y santuarios. La Sagrada Lanza, que perteneció a Carlomagno y a sus sucesores, hoy se halla en Viena.
El prepucio de Jesús estaba expuesto en Calcata (Viterbo) hasta que en 1970 el párroco comunicó su sustracción. Pero han reivindicado la posesión de la misma reliquia en Roma, Santiago de Compostela, Chartres, Besançon, Metz, Hildesheim, Charroux, Conques, Langres, Amberes, Fécamp, Puy-en-Velay, Auvergne. La sangre brotada de la herida en el costado, recogida por Longino, se habría llevado a Mantua, pero otra sangre se conserva en la basílica de la Sagrada Sangre de Brujas. La Sagrada Cuna está en Santa Maria Maggiore, Roma, mientras que, como es bien sabido, la Sábana Santa está en Turín. Los pañales del Niño Jesús están en Aquisgrán. La toalla usada por Cristo para lavarles los pies a los apóstoles está tanto en la iglesia romana de San Giovanni in Laterano como en Alemania, en Acqs, pero no hay que excluir que Jesús usara dos toallas o que lavara los pies dos veces. En muchas iglesias se conserva el cabello o la leche de María, su anillo de bodas con José estaría en Perugia, pero el de compromiso está en Notre-Dame de París.
En Milán se conservaban los restos de los Reyes Magos pero, en el siglo XII, Federico Barbarroja se los llevó como botín de guerra a Colonia.
Modestamente, esta historia la he contado en mi novela Baudolino, pero no pretendo hacer creer a quienes no creen.

*Copyright2009 Umberto Eco/L’Espresso.
Distribuido por The New York Times Syndicate.

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