COLUMNISTAS

Otra guerra de malos contra malos

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Conocí a Héctor y Nicolás Ciccone a fines de los años 90, hasta ahí, los tiempos más prolíficos y polémicos de sus carreras empresariales. De ultra bajo perfil, empezaron a preocuparse por su mala fama cuando ésta empezó a afectarle sus fabulosos negocios.

Saltaron sin querer a la fama por obra y gracia de Domingo Cavallo, que los vinculó con Alfredo Yabrán (y más tarde se disculpó por ello). Muerto Yabrán, no se acabó la rabia contra los Ciccone y el desmesurado crecimiento de su expansión nacional e internacional en la impresión de documentos de seguridad empezó a hacer agua. Recordemos: además de billetes, confeccionaban DNIs, pasaportes y patentes automotores, entre otros productos sensibles.

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Los Ciccone desconfiaban de la prensa y se negaban a tener cualquier tipo de contacto. El efecto Yabrán y algún asesor influyente los convenció de intentar algún contacto off the record con un par de periodistas. Fueron efímeros, con promesas de reportajes que nunca se cumplieron. Razones sobraban: más allá de echarles la culpa de todos sus males a Cavallo y al Departamento de Estado norteamericano (razón por la que luego incorporaron a su directorio al ex embajador sanlorencista James Cheek), nunca podían explicar convincentemente la oscura trama en torno a sus actividades y la súbita expansión. Cada vez que intentaban aclarar, oscurecía.

No es intención de esta columna plantear ni remotamente la inocencia del Vicepresidente de la Nación. Sobran los indicios que lo involucran en el escándalo, iniciado desde el mismo momento en que Néstor Kirchner le pidió al propio Amado Boudou que se encargara del tema. Y el hombre lo hizo a su estilo.

Lo que se intenta aquí, como siempre, es ampliar el abanico informativo para tratar de entender lo que sucede. En esta oportunidad, para rebelarnos ante la supuesta santidad de los Ciccone (antes, durante, después y ahora) y sus supuestos aportes de “pruebas rotundas” (como tituló Clarín) contra Boudou, todo en nombre de hostigar al Gobierno.

A no confundirse, que esta es otra guerra de malos contra malos.