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las campañas en colombia y peru

Partidos crujientes en la región

<p>Hasta inicios de marzo, las encuestas vaticinaban que las elecciones presidenciales colombianas tenían un ganador: Juan Manuel Santos, que aparecía con el 36% de las preferencias.</p>

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Hasta inicios de marzo, las encuestas vaticinaban que las elecciones presidenciales colombianas tenían un ganador: Juan Manuel Santos, que aparecía con el 36% de las preferencias, seguido de Noemí Zanín con 17% y Antanas Mockus con 9%. Estos números fueron consistentes a los largo de muchos meses. Tres semanas más tarde, Mockus subió a el 39%, Santos cayó al 27% y Noemí al 10%. Desde entonces, casi todos los estudios vaticinan un triunfo de Antanas en la primera vuelta y ninguno pone en duda su triunfo en la segunda. Santos engrosa la lista de “ganadores seguros” que encabezaron las encuestas durante mucho tiempo, y perdieron solamente el día de los comicios. Parecería que las estructuras partidistas de la democracia más antigua de América del Sur, pueden ser derrotadas por una campaña asentada en el Internet, y que ni Bachelet, ni Uribe pudieron endosar sus votos, a pesar de ser tan populares. Santos hizo una campaña anticuada, llena de equivocaciones. Desechó los colores emblemáticos de Uribe, quiso volar solo demasiado pronto. Cuando se derrumbó en las encuestas, contrató a un charlatán venezolano, “especialista en campañas sucias” para combatir a un adversario cuya fuerza se asienta en la ética y los valores. Mockus sin partido, sin estructuras, sin un discurso tradicional, con sus utopías y sueños a cuestas, puede ser el nuevo presidente colombiano.

En el Perú, el derrumbe de los partidos ocurrió hace años. En 1985 triunfó Alan García, candidato del APRA, uno de los partidos más antiguos y estructurados del continente. Al final de su gobierno, el país quedó devastado y todos dijeron que Alan había muerto políticamente. Los partidos tradicionales se desmoronaron. En 1990, pasaron a la segunda vuelta Mario Vargas Llosa, otro seguro triunfador, que fue derrotado por un desconocido, y Alberto Fujimori. Ninguno de ellos venía de los partidos tradicionales del país, ni contaba con estructuras tradicionales de campaña. En e 2006, el imprevisto crecimiento de Ollanta Humala provocó miedo en la clase media y llevó a García al Palacio de Miraflores. Humala era un capitán del ejército golpista, violador de los derechos humanos, de ideología fascista, que contaba con el apoyo del Coronel Hugo Chávez. En la segunda vuelta, los peruanos no votaron por el APRA, sino en contra de Humala. En las elecciones que tendrán lugar este fin de año, los partidos han desaparecido. Encabeza las encuestas Luis Castañeda con el 22%, seguido por Keiko Fujimori con 18%, Ollanta Humala con 13%, Alejandro Toledo con 13% y Jaime Bayly con 5%. Castañeda fue un buen alcalde de Lima, tiene una imagen pulcra y es el candidato que más se ajusta a la concepción tradicional de la política. Keiko invoca el recuerdo de su padre, ahora preso, que terminó con dos plagas que asolaron al Perú: la inflación y el terrorismo de Sendero Luminoso. Toledo hizo una presidencia eficiente en lo económico, con poco éxito en el manejo de su imagen. Humala sigue representando al resentimiento racial de sectores que se sienten postergados y mantiene su discurso facho izquierdista. Bayly, es el más mediático de los candidatos, hace una campaña vistosa, con un programa plagado de utopías que provoca tanto como sus novelas. Propuestas como la de disolver inmediatamente las fuerzas armadas, divierten a algunos y aterran a otros. Con la excepción de las locuras de Bayly, las campañas peruanas son grises, levantan poco entusiasmo, y pueden terminar de cualquier manera. Las elecciones colombianas ratificaron una vieja lección: cuando faltan muchos meses para los comicios, los vaticinios son relativos. En el Perú, si todos se manejan de manera primitiva, perderán los que cometan más equivocaciones. Un manejo técnico de la campaña puede ser decisivo para que gane uno de ellos. Puede pasar cualquier cosa, incluso que Bayly dé una sorpresa como la de Mockus. Cuando la política formal aburre demasiado, se abren las ventanas de la imaginación y puede abrirse un espacio para quien ofrezca alterar el clima gris que suele cubrir a buena parte de la costa peruana.


*Estratega político ecuatoriano; en la Argentina asesora a Mauricio Macri.

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