CULTURA
exposicion

El arte de los nudos y la escenografía de altura

“Las cosas amantes” se titula la muestra de las artistas plásticas Ariadna Pastorini y Mariela Scafati: telas multicolores que cuelgan del techo, como si se tratara de una tintorería, y cuadros amarrados por sogas anudadas.

Una sinfonía de colores. Las esculturas de Ariadna Pastorini están realizadas con paños que parecen comprados en tiendas del Once y que forman un conjunto brillante, acrílico y magnético.
| Gentileza Isla flotante

Siempre tuve una fascinación doble por los techos atiborrados de sacos, trajes, vestidos e impermeables de las tintorerías. Por un lado, esa estética fantasma de ropas vacías, limpias, cubiertas por un nylon y clasificadas que decoraba los altos de la que recuerdo de mi infancia. El palo largo de la dueña, una japonesa que bajaba con precisión lo que uno venía a buscar. Eso era lo segundo que me encantaba; ¿cómo podía ver esa tela cosida al costado que indicaba un pequeño jeroglífico su pertenencia? Sumado al aviso que “Pasados los 90 días la casa no admitirá reclamos”. Imaginé muchas veces, de pequeña, alguien que llegaba el día 91 a retirar su vestido y la japonesa con su cara imperturbable se negaba a dárselo y le señalaba el cartel, mientras la prenda pendía de una percha en el firmamento del negocio con ese olor exquisito a producto de limpieza y vapor.
Volví a pensar en la ropa colgada en la muestra de Ariadna Pastorini y Mariela Scafati. Las cosas amantes es un proyecto de estas dos artistas en la galería Isla Flotante, un magnífico espacio que otea al Riachuelo y que se ha contagiado de la potencia de acción que ha tenido La Boca desde que llegaron los inmigrantes. En el caso de Pastorini, el pensamiento fue directo a ese rubro de servicio, cuando vi sus telas suspendidas del cielorraso de la galería. Un paisaje imaginario, como el juego de encontrarles correspondencia a las formas de las nubes, se despliega con un arsenal de telas que han dejado su existencia estirada o doblada para volverse volúmenes, tomar consistencia, desplegar sus destellos. Las esculturas realizadas con paños que parecen comprados en tiendas del Once: brillantes, acrílicas, magnéticas, forman un conjunto. Son piezas que se bastan a sí mismas, pero que remiten a un todo de construcción artística. Pastorini les insufla arte a esos materiales para sacarlos de una lógica de consumo y transformarlos. Es una sinfonía de colores, una tentación táctil y sensual de tener esas obras arriba de nuestras cabezas.

“Bondage”, dice Mariela Scafati. Más precisamente, para aprender a hacer los nudos, “tomé clases con un profesor de bondage”. El resultado está a la vista. Los cuadros de diferentes tamaños están amarrados por sogas anudadas, tal como parece, el catedrático le ha enseñado. Los colores que impregnan la otra parte de la misma sala de Isla Flotante son, sólo, rosa y marrón.  De esa manera están pintadas las telas que van en los bastidores de diferentes tamaños. Una especie de figuras que luego Scafati ata y viste. Toma a la pintura como un corpus, en el sentido de selección y hasta también de cuerpo. Dota a esa práctica de una complexión inventada y luego la somete, la ajusta, la sujeta. Menos para que se le escape que para darle un nuevo sentido.
Si el grupo de piezas de Ariadna Pastorini era ese cuelgue, una escenografía de altura, que remitía, imaginariamente a la disposición de la tintorería, las obras de Scafati son solidarias con el aviso de no hay reclamo pasados los días. Quedarse con las ropas de otros, las propias, para vestir a esos santos de la pintura. Ejercer restricciones y dominación sobre esos cuerpos monstruosos. Que lo son porque muestran, exhiben, el poder de una gran artista.
En la prosa de María Moreno, autora del texto que acompaña a la muestra: “Las cosas de una y otra artista, en una metonimia de primeros auxilios, se tocarían por la pollerita de Ariadna –lindo ropaje para una puesta de Piel de asno no tan literal, qué importan las especies sino que a la ropa femenina se le vea una cola lanuda–, y la pollera de Mariela, como ultrajada contra un bastidor. El resto es una esquizo-tienda original atendida por sus dueñas, donde la pregunta que cabe es: ¿por dónde se corta para comprar una obra? Un homenaje a la frase de Fogwill: “L’arte eleva. O sea que viene de arriba”.

 

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Las cosas amantes
De Ariadna Pastorini y Mariela Scafati. En la galería Isla Flotante.
Don Pedro de Mendoza 1561, La Boca.