INTERNACIONAL
invitado por urtubey

Evo jugó de local en una visita a su primaria en Salta

Recuerdos de un infancia dura. Ingenio azucarero, robos y noches en el piso.

En 1966, con sus compañeros, cuando tenía seis años y aprendió el castellano.
| Cedoc

“¡Un presidente que se crió en medio de las cañas! –se emociona el ‘Turquito’ Alé–. Eso sí que es espectacular”. Y lo es: mucho antes de ser presidente de Bolivia, Evo Morales vivió en el campamento zafrero de un ingenio azucarero en el norte argentino, robó naranjas de noche para no pasar hambre y durmió sobre unas mantas en el piso porque el único catre que había en su casa estaba reservado para su mamá.

El “Turquito” lo recuerda de aquella primera niñez, cuando fueron compañeros en el plurigrado de la escuelita rural de Campo Santo, en la provincia de Salta. Al principio, cuando su familia se mudó allí en 1966 para trabajar en la zafra, el pequeño Evo sólo hablaba aymara y no entendía una palabra de lo que le decía su maestra Elba Kutny. Con tiempo y paciencia, sin embargo, “Evito”, como lo llamaba ella, logró domar el castellano, esa lengua que hoy maneja con la simpleza de un gran orador.

Intensa actividad. El mandatario evocó unas cuantas anécdotas entrañables de su infancia durante la visita relámpago a Salta que realizó anteayer. En apenas nueve horas, Morales volvió a la escuela “Julio Argentino Cornejo” donde estudió por primera vez, dio un discurso en el que recordó detalles sobre sus años de niño en la Argentina, almorzó con su anfitrión, el gobernador Juan Manuel Urtubey, fue investido con el título Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salta, suspendió a último momento una conferencia de prensa y le ganó ocho a uno al Gobierno salteño en un desparejo partido de fútbol. Hizo tres goles y dio dos asistencias.

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Su llegada fue un verdadero suceso para los salteños y, en especial, para los 70 mil bolivianos que viven en Salta.

El rockstar. La presencia de Morales generó escenas dignas de un rockstar: gritos femeninos de “Evo te amamos” en cada silencio de su discurso, niños llorando de nervios y emoción al abrazarlo, decenas de camarógrafos matándose por tenerlo en foco. Pidió especialmente a los organizadores que, durante el homenaje que le rindieron en la escuela, no hubiera vallas que lo separaran de la gente, ni siquiera de la prensa.

La empatía que generó Evo en su paso por Salta no se explica sólo por sus condiciones de gran orador y buen futbolista. Morales es un exponente de la historia de vida de miles de bolivianos emigrados a la Argentina, con la sutil diferencia de que él llegó al Palacio Quemado y acaba de ser reelecto para su tercer mandato con el 60% de los votos.

“Poquito a poco, algunos hermanos compatriotas que emigraron para mejorar su economía están volviendo a Bolivia”, celebró durante su discurso en un microestadio repleto de banderas tricolores, comparsas y cholas, luego de agradecer especialmente el masivo voto a su favor de los bolivianos residentes en la Argentina en las elecciones del pasado 12 de octubre.

La infancia de Morales es, en definitiva, la historia de los trabajadores golondrina, de los zafreros y sus familias, de las escuelas de frontera, de los que partieron de Bolivia cuando su propia nación no tenía nada para ofrecerles.

Hoy, muchos emigrados bolivianos vuelven a mirar hacia el norte, donde un crecimiento promedio de 5% en los últimos nueve años, una reducción de la pobreza de 20% en los últimos diez y 40 mil millones de dólares de reservas dan cuenta de una nueva realidad, al menos desde el punto de vista económico. El jueves, gracias a ellos, Evo Morales jugó de local en la Argentina.