En un país que tiene en funcionamiento tres centrales nucleares como Atucha I y II y Embalse, el agua pesada es un elemento clave del cual deben estar abastecidas para los necesarios procesos de moderación y refrigeración. Para ello, a mediados de los 90’ se inició la construcción de la Planta de Arroyito, en Neuquén, que supo producir más de 600 toneladas del compuesto que, debido a su cierre en 2017, hoy se importa desde el exterior. Sin embargo, el país se enfrenta ahora a una discusión compleja para evaluar si conviene reactivarla o reconvertirla para la producción de urea, uno de los fertilizantes más populares.
La Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) está ubicada en la localidad de Arroyito, cerca de la capital neuquina, y supo posicional a la Argentina como el principal productor mundial del recurso. La operatividad se extendió hasta hace poco más de cuatro años cuando el gobierno de Cambiemos decretó la suspensión de su producción y todos sus trabajadores fueron despedidos.
Avanzan las negociaciones para construir dos centrales y recuperar la producción de agua pesada
Desde entonces, un grupo reducido de especialistas trabaja en la mantención de las instalaciones para evitar que el proceso de degradación la deje inutilizable, pero el tiempo corre y la urgencia por revalorizarla apremia.
Por ello, en los últimos meses se realizaron una serie de informes que serán puestos a disposición de una negociación que se encarará próximamente entre la Secretaría de Energía, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), propietaria de la Planta, y Nucleoeléctrica Argentina, la empresa que opera las tres centrales nucleares, junto con otras instituciones interesadas.
¿Reconversión y soberanía?
Para Adriana Serquis, científica a cargo de la CNEA, las discusiones deben ser urgentes ya que hay que “analizar las posibilidades concretas que hay de trabajar en un proyecto de mantenimiento más serio para poder reactivarla”. En esa línea, la funcionaria dijo a PERFIL que si bien volver a producir agua pesada implicaría recuperar soberanía sobre la producción de energía nuclear, también está en la mesa la posibilidad de reconvertir la planta y sumar producción de urea.
“La producción de urea es una de las posibilidades que se evalúa, para que una parte de la planta pueda reconvertirse y así tener otra unidad de negocios que permita ponerla en pie”, sostuvo. Y señaló: “Para eso se necesita una inversión grande y entonces hay que buscar un inversor que esté interesado en participar. Entiendo que la producción de urea es un buen negocio a nivel regional y mundial, lo que hace que se convierta en una alternativa para que evaluemos”. De avanzar ese proyecto, la Planta de Arroyito se sumaría a un mercado del que ya forman parte empresas como Profertil de Bahía Blanca e YPF.
Serquis: "La producción de urea es una de las posibilidades que se evalúa"
En términos generales, lo que pueda llegar a pasar será en concordancia con los ejes que se plantee la política nuclear de la Argentina de cara a los próximos años, pero la cantidad de cuestiones a analizar complejizan una decisión que, según Serquis, “no se toma de un día para otro”.
—Hace unos días, un representante del gobierno neuquino dijo que el agua pesada ya no era tan necesaria en Argentina ni en el Mundo. ¿Qué tan cierta es esa afirmación?
—Es una cuestión mirada a medias, como ver el vaso medio lleno o medio vacío. Los datos objetivos indican que puede haber una reducción de plantas de uranio natural que requieren agua pesada. Pero las plantas existentes en Argentina, las cuales acaban de terminar con un proceso de extensión de su vida útil, pueden llegar a necesitar 500 toneladas de agua pesada para los próximos años según un informe de Nucleoeléctrica Argentina. Y esa cifra no incluye la perspectiva de lo que puede implicar la construcción de una nueva central que es algo que me gustaría analizar.
Serquis: "Reactivando la planta que tenemos quedamos protegidos ante cualquier problema geopolítico"
—Hoy el agua pesada se importa y muchas de las cosas que el país deja de producir y sale a comprar al mercado externo en la mayoría de los casos terminan costando más. ¿Cómo es en este caso?
—Hay cuestiones que tienen que ver con el precio y otras con la soberanía tecnológica del país que no son menores. Si no dependes de comprar al exterior en dólares y a esos dólares los traducís a pesos argentinos, cuando gastas en el país hay otro valor. No es lo mismo pensar que vas a gastar 10 dólares pero convertidos a pesos dentro del país que importarlos en el exterior, la cuestión no es tan sencilla como comparar dos valores. Reactivando la planta que tenemos quedamos protegidos ante cualquier problema geopolítico que pueda ocurrir porque ahora se puede importar a un valor no tan elevado, pero en unos años ese precio se puede incrementar.
—Además de lo económico, reactivarla también tendría una significancia importante en términos de soberanía.
—Si un país tiene todo el proceso completo de ciclo de combustible y tecnología energética propio podes garantizar también un crecimiento industrial que no es posible si dependes de importar al exterior. Personalmente me encantaría que se reactive, pero una cuestión son los deseos personales y otra las cuestiones reales.
—¿Hay voluntad política del gobierno nacional, de la Secretaría de Energía y de las diferentes empresas que intervienen para sentarse a debatir el futuro de la PIAP?
—Voluntad hay, pero eso no quiere decir que haya una respuesta inmediata y urgente para calmar ansiedades. Tenemos que pensar en el rumbo de país, en apuntalar esa soberanía tecnológica de la cual tenemos que seguir hablando. Pero a todo eso hay que hacerlo seriamente, ir tomando decisiones pero lleva mucho tiempo porque hay que ir formando gente. Para mi dejar caer la planta es una falta importante en la decisión.
—¿Técnicamente en qué estado está la planta hoy en día?
—Nosotros tenemos acordado un contrato de mantenimiento que vence a fin de año. Se hacen las tareas pero algunas no cuentan con herramientas que quienes la llevan a cabo necesitan para que no se siga degradando. Llega un momento en el cual hay que tomar una decisión para que ese mantenimiento se profundice y en eso estamos ahora. La empresa ENSI que la operaba ha decidido otros negocios y afortunadamente ha retenido a gran parte del personal que hasta 2017 estaba en el lugar.
Un contexto desfavorable
Como la mayoría de las empresas e instituciones argentinas, la CNEA sufrió los embates de la pandemia de coronavirus que retrasaron aún más las acciones necesarias para encarar la reactivación de la Planta de Agua pesada y los múltiples proyectos que tiene bajo su responsabilidad.
La Comisión tampoco fue ajena al recorte del Estado que llevó a cabo el gobierno de Cambiemos entre 2015 y 2019 que no sólo dejó degradar la infraestructura, sino que también desvalorizó a los recursos humanos. “Nosotros nos encontramos con una pérdida de gente importantísima y un decaimiento del nivel de los trabajadores producto de la baja salarial y la pérdida del conocimiento estratégico”, aseguró Serquis.
Ese panorama no logra reponerse en la actualidad. “Si bien el gobierno nacional intenta una mejora, todavía es muy difícil para nosotros retener personal con la oferta que podemos llegar a hacer. Nuestro objetivo es sumarnos al fortalecimiento del área científico-técnico del país mediante la incorporación de doctores pero también de ingenieros, técnicos e incluso en la parte administrativa”, consideró. “Venimos de una gestión en la que se entregaron acciones y facultades de la Comisión a la Secretaría de Energía, entre otras pérdidas que fueron degradando al organismo”, completó.
AS/FF