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Misterios de la fe

¿Por qué el mundo cristiano habla de Cristo como “un cordero”?

Tanto en el mundo judío como en el católico se habla de Cristo como “un cordero”, una metáfora histórica y literaria que nos hunde en el túnel del tiempo y en las profecías. Galería de fotos

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por qué a Jesús se lo asocia con un cordero? | Shutterstock-Cedoc

¿Cuál es el momento cumbre en una misa católica? Aquel en el que el sacerdote eleva la hostia consagrada y dice: “este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
Por eso, a Cristo se lo asocia con un cordero. ¿Pero por qué la metáfora? Habría que encontrar la respuesta dentro del dogma judío, ya que el hijo de Dios nació, creció y se hizo hombre dentro de la comunidad judía. O incluso, mucho antes, en el túnel del tiempo.
Cuando redactó su Evangelio, ya San Juan hablaba de Cristo como el “Cordero de Dios”, diciendo las mismas palabras que pronuncia exactamente el sacerdote durante la celebración de la misa: “he aquí, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Y ha sido siempre así, desde que se implementó en el siglo VII.

Para la teología cristiana, Jesucristo “acepta la voluntad de su Padre” y “se sacrifica”, se deja crucificar para salvar el pecado de la humanidad. Por lo tanto, es dócil y dulce como un cordero.
La asociación de Cristo con un cordero no está una sino montones de veces en los textos bíblicos: el Apocalipsis, las Cartas de San Pablo a los corintios, los Salmos, y en varios pasajes de las Sagradas Escrituras.

Pero también en los libros de Isaías y Jeremías, los profetas del Antiguo Testamento que hablan de él con idénticas dosis de suspenso y misterio, anunciando en el siglo VIII a. C. que un día llegará “un servidor de Dios dulce como un cordero, un vaticinio que, en pleno politeísmo del imperio asirio, le costó a Jeremías que lo serrucharan hasta desangrarlo. 
En la comunidad judía el cordero era el sacrificio mejor rankeado para demostrarle a Dios respeto, temor y sumisión
Y el cordero de Cristo es Pascual, porque la última cena en la que Jesús se reunió con/se despidió de sus apóstoles, coincidió con la Pascua judía. Ese fía fue el 14 de Nisan, al día siguiente, el 15 de Nisán, Cristo moriría en la cruz y el domingo siguiente, 17 de Nisán, resucitaría. La Pascua es el paso de la esclavitud a la libertad; el paso de la muerte a la vida eterna. Un misterio de la fe cristiana.

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Tiempo después, el Imperio Romano decretó que la Pascua siempre caería un día domingo. A pesar de que el calendario cristiano es solar (de 365 días)  y el judío es lunar (354 días), el orbe cristiano, la hace coincidir con ese día de descanso e introspección, precisamente, el primer domingo después de la primera luna llena. Y en general, para ambas religiones monoteístas, la fecha oscila entre marzo y abril; incluso, para los cristianos ortodoxos, que se rigen con otro calendario.

Precisamente en esa última cena, Jesús anticipó la futura traición de Judas (lo vendería por 30 monedas de plata) y la triple negativa de Pedro. Aún así, el Elegido, a todos les lavó los pies, un signo de humildad y sumisión, porque esa, que era una tarea dura y habitual, que recaía entonces en quienes se sacrificaban por el prójimo, ocupando el peldaño más bajo de la escala social.
Pero Cristo acepta su destino, es el Cordero, la prenda del sacrificio: murió el primer día de la fiesta judía que celebra el momento en que los judíos logran huir del yugo del faraón egipcio, rumbo a la Tierra Prometida, la libertad

Por su entrega, Cristo es la prenda del sacrificio, el cordero que se ofrece a Dios, para aceptar sus designios


"La muerte de Jesús cumple la antigua ley hebrea en lo referente al cordero pascual que los judíos comen la noche víspera del 15 de Nisan (el primer mes del calendario hebreo bíblico, que comienza con la conmemoración de la salida de los judíos de la esclavitud en Egipto)", explica la Agencia Católica de Informaciones, Aci Prensa.

Cristo muere el mismo día de la Pascua judía, en el que se mata un cordero. En sentido histórico-literario y también en sentido mítico, el cordero es un sacrificio, el comienzo de la libertad.
Por eso, no comer la carne de un mamífero es un acto de fe en el dogma católico. Una restricción –o señal de purificación- que se extiende, en sentido estricto, entre el Miércoles de Ceniza y el Jueves Santo, durante 40 días.

El Viernes Santo –y también el Miércoles de Ceniza-, a la abstinencia de carne roja, se sumará el ayuno: comer solamente una vez al día, una recomendación que sin culpa ni cargo pueden saltear las personas mayores de 59 años, los enfermos y las mujeres embarazadas o en período de lactancia, conforme se determinó en el Concilio Vaticano II, en 1966.
En palabras del Papa Francisco: “Es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad", así como para conmemorar "el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús".