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Joaquín Navajas: “En redes sociales preferimos interactuar con los que tiene posiciones más extremas”

Doctorado en Neurociencia por la Universidad de Leicester, licenciado en Física por la UBA y director del Laboratorio de Neurociencia de la Escuela de Negocios de la UTDT, el especialista en psicología experimental analizó el comportamiento social en el mundo digital.

Joaquín Navajas
Joaquín Navajas se especializa en ciencias cognitivas y ciencias del comportamiento humano. | Helena Obregón

Doctorado en Neurociencia por la Universidad de Leicester, licenciado en Física por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y director del Laboratorio de Neurociencia de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), Joaquín Navajas se especializa en ciencias cognitivas, psicología experimental y ciencias del comportamiento humano y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. “XXXX”, sostuvo.

Docente de Neurociencia y Psicología Experimental y de Teoría de las Decisiones en la UTDT, Navajas es autor de una gran producción académica, con trabajos como La naturaleza idiosincrásica de la confianza, La coherencia política y la certeza como impulsores del agrado interpersonal por encima de la similitud, La diversidad de opiniones promueve la aceptación en multitudes inciertas, Llegar a un consenso en debates éticos y polarizados y El conocimiento agregado de un pequeño número de debates supera la sabiduría de grandes multitudes, entre otros. “XXXX”, agregó.

En La naturaleza idiosincrásica de la confianza usted se ha centrado en entender cómo las personas emiten juicios y toman decisiones en entornos sociales, cómo cambian de opinión tras la influencia social y cómo estos procesos se relacionan con la polarización política. A partir de estas investigaciones y de su experiencia en esta materia, ¿qué es lo que más influye sobre una persona a la hora de tomar una decisión política?

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—Qué buena pregunta. Influyen una combinación de muchísimos factores, partiendo por características individuales cognitivas de la personalidad, de qué tan distintos somos, y hay toda una discusión acerca de si esas distinciones vienen por genes o por ambiente es un debate que nunca se va a terminar pero la realidad es que eso da lugar a que seamos distintos en términos de personalidad, de valores morales de forma de pensar. Hay un montón de literatura que muestra las diferencias individuales y hasta la psicología permite tratar de entender cómo y por qué somos distintos en nuestra forma de ser, en nuestra personalidad. Hay distintas características de la personalidad de acuerdo a los perfiles ideológicos. Por ejemplo, se sabe que hay una característica hacia la apertura de nuevas ideas, de nuevas experiencias, son perfiles de personas de izquierda. Y personas con mayor rigidez cognitiva a menor tolerancia a la incertidumbre o a la ambigüedad, que son en general perfiles de personas más de derecha. Es decir, hay una especie de característica de la personalidad que nos lleva a apoyar ideas más de un lado que del espectro del espectro, pero obviamente no es lo único que entra en juego. También hay que sumarle lo contextual y lo cultural. Y, en ese sentido, en los momentos en los cuales hay mayor nivel de crisis más severas, lo contextual es lo que nos lleva a tomar decisiones colectivamente, pero que permean a nivel individual. Por ejemplo, medidas más duras o medidas más drásticas de apoyo a líderes más categóricos, dónde otra vez esta aparece la idea de la incertidumbre. Los argentinos venimos de una crisis sanitaria enorme y estamos en una crisis económica importante, por lo que no es tan sorprendente que estemos buscando soluciones categóricas.

Redes tóxicas
Navajas sostiene que en el contacto en el mundo digital se busca establecer vínculos con los que tienen opiniones similares.

—¿Cuánto hay de cultural y cuánto hay de ADN en la toma de esas decisiones en el marco de lo político?

—Es una pregunta que los científicos quieren contestar desde que existe esta idea de de los genes. Porque la realidad es muy difícil de contestar en forma científica. ¿Cómo haríamos un experimento para decidir si los genes son lo que define? ¿Tendríamos que modificar los genes de una persona y ver si cambia luego del experimento? Es imposible hacerlo desde lo técnico y tampoco es posible hacerlo desde lo ético. En resumen, sabemos muy poco sobre cómo influye cada una de estas cosas. Yo sospecho que es más lo más lo contextual, que lo genético. Pero igual lo contextual también impacta sobre aspectos de la personalidad, que son como tendencias consistentes en el tiempo que tenemos en nuestra en nuestra forma de pensar, de tomar decisiones, de sentir nuestras emociones. Son cambios menores que se van acumulando en el tiempo y que van produciendo modificaciones y que cada uno de nosotros termine siendo una persona completamente distinta. En definitiva, lo que dictamina nuestra personalidad es la coherencia política y la certeza de que somos impulsores del agrado interpersonal por encima de la similitud.

—En La coherencia política y la certeza como impulsores del agrado interpersonal por encima de la similitud usted sostiene que la polarización afectiva y la segregación política, que se han convertido en una grave amenaza para las sociedades democráticas, se sostienen en que las personas prefieren interactuar con otras personas de opiniones similares. ¿Hasta qué punto se potencia este dilema en medio de la era de la digitalización de redes sociales?

—Exponerse a opiniones diversas, tratar de interactuar con personas que tienen opiniones distintas a nosotros, es un aspecto central de la democracia. La democracia no es solamente votar, es deliberar con personas que piensan distinto. Pero desde el boom de las redes sociales, tenemos la posibilidad de deliberar con muchísimas más personas de lo que podíamos hacerlo antes y lo interesante es que por acceder a más personas no necesariamente estamos accediendo a más opiniones diversas, sino que muchas veces terminamos interactuando con personas que tienen opiniones parecidas a las nuestras por dos motivos, uno algorítmico y otro psicológico. El motivo algorítmico es que muchas veces los sistemas de recomendación que tienen las redes sociales, nos recomiendan incluso explícitamente personas similares a nosotros en términos de ideas. Y el motivo psicológico es que, como lo demuestran estudios desde los sesenta, preferimos interactuar con personas que son parecidas a nosotros mismos. Y, aparentemente en política la situación es todavía un poquito peor. En las redes nos gusta interactuar con personas que son una versión más extrema de nosotros mismos. O sea, nos gustan las personas son iguales a nosotros, pero en las redes preferimos interactuar con los que tienen posiciones más extremas. Nos gustan un poco más las personas que se animan a hacer un poquito más extremo lo que nosotros pensamos. Por lo tanto, al que es más extremo que yo le gusta alguien todavía más extremo. Y eso es cada vez más polarizante. Las opiniones se van hacia los extremos y tienden a radicalizarse. Por ese sentido, las redes sociales juegan un rol fundamental en ese proceso. Aunque en la literatura hay cierto debate acerca de qué tan grave es el efecto de las redes sociales, porque mientras algunos estudios muestran que mientras más te conectás en redes sociales, más te polarizadas, también hay algunos estudios que muestran efectos heterogéneos en el sentido y señalan que cuando tu red offline de contactos es muy homogénea, las redes sociales, te ayudan a exponerte a opiniones distintas y eso permitiría llegar a despolarizarte, lo cual es un poco antiintuitivo. Nosotros pensamos que las redes sociales nos polarizan, pero eso solo funciona si nuestra red es diversa y en el mundo online interactuamos con personas parecidas. Pero si nuestra red es muy similar a nosotros mismos y es muy pequeña o no conocemos a nadie que vote distinto a nosotros por fuera de las redes sociales, el acceso en redes sociales te permite ampliar opiniones de otros partidos y nos puede llegar a reducir o bajar la polarización. Entonces, en rigor, digamos que es toda una un campo de estudio muy fértil y en el cual todavía se está trabajando mucho para tratar de dilucidar si las redes sociales son realmente el monstruo que a veces pensamos que son, o si puede ser un arma de doble filo: un filo bueno y otro malo. Pero lo psicológico es interesante, porque es mucho más anterior a las redes sociales, ya que el comportamiento humano está presente y lo que hacen los algoritmos de las redes sociales es explotar ese sesgo psicológico que tenemos los humanos, que preferimos interactuar con personas parecidas, porque claro, si vos preferís intentar con personas parecidas y el algoritmo te ofrece ese tipo de personas, vas a pasar más tiempo en la red social o a ver más publicidad y va a ser más redituable para una empresa de redes sociales.

Joaquín Navajas
Navajas es autor de una gran producción académica sobre comportamiento humano y psicología emocional.

En La diversidad de opiniones promueve la aceptación en multitudes inciertas usted demostró que, en ausencia de una mayoría clara, la distribución de opiniones se relaciona con sentimientos subjetivos de confianza y empatía. ¿Cuáles son los síntomas que demuestran que una sociedad puede estar más permeable a encontrar puntos de acercamiento y cuáles los que muestran lo inverso?

—Muy buena pregunta. Lo primero que hay que notar es que hay mucha literatura sobre tratar de entender qué es lo que hace que una sociedad sea colectivamente inteligente o colectivamente errónea. Hay trabajos teóricos y trabajos empíricos que parten de un teorema matemático muy sencillo de entender, que yo lo enseño en primer año y que es muy fácil pero muy poderoso al mismo tiempo. Este teorema dice que la inteligencia colectiva, la inteligencia de un grupo, es exactamente igual a la habilidad individual menos su diversidad de opiniones. Eso quiere decir que hay dos factores que hacen que un grupo sea sabio o erróneo. Uno es el más sencillo, y es qué tan inteligentes son sus individuos: si sus individuos son muy inteligentes, entonces el grupo anda bien y si los individuos no son tan inteligentes, entonces el grupo no anda tan bien. Pero un segundo término, que muchas veces es ignorado, es que la diversidad de opiniones, porque mientras más grandes esa diversidad de opiniones mayor es la inteligencia colectiva. O sea, el error de un grupo es igual al error de sus individuos menos la diversidad de opiniones. Si yo subo la diversidad de opiniones, bajo el error del grupo. Si yo bajo la diversidad de opiniones, subo el error del grupo. Y eso es un teorema matemático que es tan cierto como dos más dos es igual a cuatro. Hay situaciones en las cuales esa diversidad florece y situaciones en las cuales esa diversidad no florece, justamente al contrario y se pierde la diversidad. Uno de los sesgos que tenemos en nuestros comportamientos, es que cuando dialogamos en grupos, solemos terminar imitándonos, porque nos gusta interactuar con personas parecidas, si no somos muy parecidos, tendemos a converger en esa opinión. En alguna opinión, a veces puede ser algo positivo, porque construimos un consenso. Pero a veces puede ser negativo, porque se pierde esa dispersión, esa varianza de opiniones que hace que el grupo sea inteligente. Hay otros contextos en los cuales eso no ocurre y es cuando los individuos son un poquito más resilientes a imitarse unos a otros y a tratar de de converger, o de acercarse a un punto medio. Lo que tratamos de hacer en ese estudio fue encontrar que características de los grupos hacen que uno se imite y reduzca esa varianza de opiniones, o que los grupos se queden con sus opiniones iniciales y logren imitarse un poquito menos. Lo que encontramos es que los grupos que son, curiosamente más diversos y con muchísima diversidad de opiniones o están bajo mucha incertidumbre, es porque están resolviendo un problema difícil y son los grupos que más se imitan entre sí. O sea, paradójicamente, un grupo que inicialmente es muy diverso, puede terminar en un lugar diferente tras interactuar, en cambio los grupos que son un poquito más homogéneos de entrada, tras interactuar no reducen tanto su varianza de opiniones.

—En Llegar a un consenso en debates éticos y polarizados usted demostró que los grupos sociales buscan consenso sobre la aceptabilidad de acciones controvertidas a través de la influencia de participantes con una visión moderada pero con elevada confianza. ¿Sería, entonces, la moderación, paradojalmente, la que logra cambios radicales en una sociedad?

—Muy buena observación. Es una correcta interpretación de lo que escribimos. Básicamente la idea, es que cuando discutimos temas éticos o morales, que a su vez muchas veces pueden dar lugar a políticas públicas, las personas con opiniones extremas tienen más confianza, que las personas con opiniones moderadas. Encontramos en estos trabajos que existen algunos bichos raros estos, que son personas que están en el medio de esta discusión pero que tienen alta confianza en sus opiniones. Pareciera ser como si fueran gente que dicen esto no es ni blanco ni negro, pero no porque desconozco este tema o tengo mucha incertidumbre, sino porque estoy seguro que este tema no es ni blanco ni negro, que hay matices. Invitamos a participantes a discutir en pequeños grupos de tres personas estos temas. Ahora estamos en un trabajo siguiente tratando de cuantificar esas intuiciones ese pesimismo que tiene la gente sobre el diálogo cuando en realidad el diálogo es una herramienta mucho más eficaz para ponerse de acuerdo de lo que sospechamos.

Joaquín Navajas
Navajas sostiene que las personas con posiciones más extremas tienen a mostrar más seguridad que los moderados.

—Esta sección se llama Agenda Académica porque propone brindarle a docentes e investigadores un espacio en los medios masivos de comunicación para que difundan sus trabajos. La última pregunta tiene que ver con el objeto de estudio: ¿por qué decidió especializarse en ciencias cognitivas, la psicología experimental y las ciencias del comportamiento humano?

—Yo estudié de Física como carrera de grado porque cuando salía de secundario tenía la sensación de que un montón de los problemas que a mí más me interesan, que eran cómo funciona la mente, cómo funciona el comportamiento, solo podían ser abordados desde un costado empírico, que desde lo pura y exclusivamente teórico y aislado de lo que uno entiende por una ciencia natural, una ciencia sólida. Eso me llevó a volcarme hacia la Física, la disciplina que ha logrado con mayor éxito utilizar herramientas cuantitativas, empíricas y experimentales para tratar de entender problemas de lo más diversos y difíciles. En el transcurso de la carrera me di cuenta que a mí lo que me apasionaba no era el objeto de estudio de la Física, sino el enfoque de la Física para tratar de entender esos problemas difíciles. Pero lo que más me interesaba era el comportamiento humano. Entonces hice todo un proceso de migración lenta desde la Física a la Neurociencia para entender cómo funcionan circuitos neuronales, para tratar de desarrollar técnicas algorítmicas que permitan mejorar el procesamiento de información de señales neuronales, hasta llegar a la Psicología Experimental y hoy ya puedo estar directamente trabajando el comportamiento de un humano en sociedad. Tuve un proceso de migración que pasó de la Física, a la Ingeniería, a la Medicina, a la Psicología y a las Ciencias Sociales y a las Humanidades. Fue un proceso largo en el que siempre mi norte fue tratar de entender cómo tomamos decisiones y como nos relacionamos con otras personas.