La última ronda de estímulos del Banco Central Europeo va de la mano con los llamados renovados que instan a los gobiernos a intensificar sus estrategias para el fomento de la economía.
Es un reconocimiento por parte del presidente Mario Draghi y otros formuladores de política de que harán lo que puedan, pero sus opciones se agotan si la actual debilidad económica empeora.
Así, el enfoque está en las reformas para hacer que las economías sean más resilientes, y hasta en el estímulo fiscal, a pesar de la alta deuda en varios países. Es un refrán largo, pero Peter Praet, economista jefe de la institución dijo esta semana de manera simple: "La política monetaria sigue siendo efectiva pero no puede ser el único juego en la ciudad". Los comentarios de Draghi sobre el tema en su conferencia de prensa más reciente también fueron más largos de lo habitual.
Se pronostica que el crecimiento de la eurozona este año será el más débil desde 2013, y la inflación se mantiene moderada, a pesar de las tasas de interés récord y de 2,6 billones de euros (US$2,9 billones) en compras de activos. El instituto Ifo de Alemania pronostica que la mayor economía de Europa crecerá solo 0,6 por ciento este año, casi la mitad del ritmo que había pronosticado anteriormente.
El compromiso del BCE la semana pasada de ofrecer una financiación más barata para garantizar que el crédito siga fluyendo hacia las empresas y los hogares llegó de la mano con críticas de que los gobiernos no están prestando atención a los consejos de Bruselas sobre cómo aumentar la productividad y el potencial de crecimiento.
Draghi fue casi tan mordaz como suelen ser los banqueros centrales cuando describen cómo los países han implementado las recomendaciones de la Comisión Europea. El progreso ha sido "escaso, o no mucho, en el mejor de los casos".
Sus comentarios hacen eco de puntos presentados por otras instituciones. A principios de este mes, la OCDE dijo que para la región sería mejor una "acción coordinada, con apoyo fiscal y renovados esfuerzos de reforma estructural". El FMI ha instado previamente a Europa a abordar sus "profundos desafíos estructurales".
Si la economía de la eurozona se deteriora, los medios de respuesta del BCE son limitados. Las reglas autoimpuestas sobre la compra de activos significan que habría poco espacio para reiniciar la expansión cuantitativa. Por otra parte, la preocupación por los efectos secundarios de las tasas de interés negativas hace que sea improbable que se realicen recortes adicionales.
El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, dijo que se necesitaría una reacción de política fiscal si hubiera un choque económico. Su colega austriaco, Ewald Nowotny, ve la necesidad de "pensar más enérgicamente sobre la relación y la combinación de política monetaria y política fiscal".
Pero los gobiernos tienen poco espacio para gastar. Los niveles de deuda en todos los estados miembros, excepto en algunos, superan con creces las normas de la UE después de años de lucha contra la crisis. Tanto más importantes son los esfuerzos para abordar los obstáculos estructurales que impiden un crecimiento más dinámico.
El año pasado, las recomendaciones de reforma de la Comisión cubrieron un rango de políticas (cuatro en Luxemburgo y Malta, y 19 en Italia, una fuente de preocupación clave). Además de eso se hizo un llamado para reducir los desequilibrios macroeconómicos.
"Una política fiscal adecuada podría ayudar no solo a la recuperación, no solo a la convergencia de la inflación hacia nuestro objetivo, sino también en el tema del superávit externo", dijo Draghi el 7 de marzo. "Aunque podemos estar convencidos de que es correcto, también debemos ser conscientes de que no somos nosotros quienes implementamos estas decisiones".