Hay una nube que se cierne sobre la reunión de líderes mundiales del G-20 que comienza el viernes en Buenos Aires. La economía mundial se está desacelerando y amenaza con poner fin a la larga recuperación de la crisis financiera. Los mercados comparten algunos de estos temores. Las acciones globales sufrieron una fuerte ola de ventas este otoño boreal cuando los inversores comenzaron a sopesar el riesgo de recesión durante el próximo año o el siguiente.
Estas preocupaciones plantean una pregunta importante entre los aficionados a un mundo multilateral: si la economía entrara en una nueva desaceleración, ¿los líderes nacionales, en la era del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podrían orquestar una respuesta global? El precedente obvio es la cumbre del G-20 en Londres en 2009, cuando los participantes armaron un paquete de estímulo fiscal de US$1 billón que ayudó a evitar una recesión más catastrófica.
Este trabajo en equipo a nivel global sería indispensable para una "mera" recesión, así como para cualquier crisis a gran escala. Este mes, las "Perspectivas económicas" de la OCDE incluyeron una simulación útil de cómo funcionaría un estímulo monetario coordinado. Se imagina que todos los países ampliarían la política fiscal en un 0,5 por ciento del producto interno bruto durante tres años, lo que elevaría el producto global en un similar 0,5 por ciento en el primer año. Puso de relieve la necesidad de actuar con prisa.
¿Pero cuán probable es una planificación y coordinación temprana? Martin Sandbu, un comentarista del Financial Times, es optimista y señala que EE.UU. y China han demostrado recientemente que están dispuestos a implementar estímulos fiscales. Piensa que el principal obstáculo sería la zona euro, que no logró coordinar la política fiscal de manera efectiva durante su crisis de deuda soberana, lo que obligó a los países más débiles como Portugal y España a soportar la peor parte sin mucha ayuda de Alemania, Holanda ni sus miembros del norte de Europa.
Mi principal preocupación está en otra parte. Sería una gran sorpresa si Trump no fuera el mayor obstáculo. Su desdén por el multilateralismo ya está socavando la efectividad bastante inestable de las cumbres del G-20 y ha dejado a la economía global al borde de una guerra comercial. Si así es como actúa durante una recuperación, imagínese en una crisis.
En una conferencia reciente, Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California en Berkeley, ofreció tres razones por las que deberíamos preocuparnos por una grave recesión con Trump en la Casa Blanca. La primera es la más obvia: el proteccionismo. Uno de los logros más importantes de los líderes después de 2008 fue evitar el tipo de respuesta nacionalista de "empobrecer al vecino" que empañó la década de 1930. Si el desempleo en EE.UU. aumentara bruscamente como resultado de una desaceleración, es casi seguro que Trump impondría aranceles más altos sobre los productos extranjeros. Eso podría desencadenar fácilmente un desastroso efecto dominó en todo el mundo.
La segunda preocupación es la política monetaria. Los bancos centrales respondieron a la crisis financiera reduciendo las tasas de interés y emprendiendo (eventualmente, en el caso de la zona euro) medidas no ortodoxas, como la flexibilización cuantitativa. Todo esto probablemente sería posible bajo Trump, un crítico abierto de la subida de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de EE.UU. Sin embargo, lo que podría no suceder, según Eichengreen, son los acuerdos bilaterales temporales de divisas (líneas de canje) entre la Fed y los bancos centrales de los mercados emergentes para asegurarse de que estos últimos no se queden sin dólares. Algunos legisladores estadounidenses piensan que esto es un riesgo innecesario para el balance de la Fed. Si bien muchos de esos temores son infundados, es posible que limiten la capacidad de la Fed para apoyar una recuperación global.
Finalmente, hay preguntas sobre el Fondo Monetario Internacional. ¿Sería capaz de proporcionar liquidez a aquellos países que pierden acceso al mercado durante una desaceleración? La pregunta no es tanto de voluntad, sino de medios. Es cierto que el FMI le ha prestado dinero a Argentina este año sin ninguna oposición significativa de EE.UU. ¿Pero sería lo mismo durante una crisis internacional? Al menos la zona euro ahora tiene su propio fondo de rescate, el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. ¿Pero estaría feliz la Casa Blanca de aprobar rescates similares por parte del FMI fuera de Europa? ¿O debería intervenir China?
Por supuesto que en momentos de crisis el interés personal puede ser un poderoso impulsor para hacer lo correcto. Pero es mucho más fácil comenzar desde una posición de confianza, en lugar de una de resentimiento donde la Ley del Talión parece el curso natural de acción. No sabemos cuándo será la próxima crisis, pero el clima político es mucho menos agradable que en 2009.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.