La llegada de Diego Armando Maradona a Gimnasia y Esgrima La Plata fue sin lugar a dudas uno de los acontecimientos más importantes de la historia moderna del fútbol argentino. Por el furor que generó en un club que pelea por no descender, por el respeto que le demostraron sus rivales, por la trascendencia de cada uno de sus actos y porque pudimos vivir de cerca el amor que le brindaron los hinchas en cada estadio que visitó, sin importar el color de su camiseta. En definitiva, porque la gente tuvo la posibilidad de agradecerle todas las alegrías que le dio al país con la camiseta de la Selección.
Pero más allá del genuino cariño que Diego le devolvió a cada uno de los clubes que lo homenajearon, sabemos que Boca es su verdadero amor. Por eso resulta tan absurdo el debate que se generó esta semana en torno a cómo debe ser el recibimiento cuando su equipo visite la Bombonera en la última fecha del campeonato. Jorge Amor Ameal, actual presidente xeneize, aseguró que “Maradona será un técnico que vendrá a tratar de ganarle a Boca como cualquier otro, no a una fiesta” y despertó la polémica.
No hace falta hacer un análisis muy profundo para entender sus declaraciones. Diego fue un fiel militante de la campaña de Christian Gribaudo en las últimas elecciones y se enfrentó nada menos que con Juan Román Riquelme, a quien atacó directamente por sus idas y vueltas antes de inclinarse definitivamente por el espacio que terminó imponiéndose por el voto de los hinchas. Pero aunque solo hayan pasado unos meses y el clima electoral no haya bajado de temperatura, los dirigentes no son elegidos para representar sus propios intereses sino los de los hinchas.
Y la respuesta de los últimos días fue clara. Para algunos de ellos será uno de los máximos ídolos, otros pueden sostener que se trata de una representación más simbólica y hasta puede haber boquenses, con todo el derecho del mundo, enojados por su enfrentamiento con Román. Pero Maradona es el embajador de Boca en todo el mundo, su hincha más importante. Y su recibimiento no puede ser uno más.
En Newell’s disputó apenas cinco partidos oficiales, dos amistosos y convirtió un gol. Pero el recibimiento que le hicieron en el Coloso Marcelo Bielsa fue conmovedor. El homenaje empezó con el color de las tribunas, pero siguió a nivel institucional: los dirigentes lo agasajaron con una camiseta alusiva, una ilustración junto a sus hijas Dalma y Gianinna, un retrato con los colores del club y la cinta de capitán que le acercó Maxi Rodríguez. Hasta fueron algunos de sus ex compañeros. Y la respuesta fue un discurso de un Diego que no pudo contener las lágrimas. Incluso este viernes fueron a recibirlo al hotel donde se concentró el plantel del Lobo en la previa del partido ante Rosario Central.
En Boca disputó setenta partidos, convirtió 35 goles, ganó el Metropolitano de 1981 y se retiró con un triunfo ante River. Tiene una estatua en el museo del club y varias canciones de cancha dedicadas a su figura. Maradona es sinónimo de Boca.
A la Superliga le quedan cuatro fechas y el equipo de Russo está concentrado en pelear mano a mano con River. Incluso podría llegar con chances de ser campeón en la última fecha. En el camino aparecen Central Córdoba de Santiago del Estero, Godoy Cruz y Colón, previo al duelo ante Gimnasia. En todo este tiempo, los dirigentes tienen posibilidad de cambiar de postura y demostrar que pueden tener la grandeza de ponerse por encima de cuestiones personales y darle a Diego un recibimiento acorde a su altura, es decir el más grande de todos.