—Mirá, vos ahora estás acá, ¿no?
Lucas, mi asesor creativo, señala un powerpoint que está proyectando sobre una de las paredes de mi productora, donde se ve la reproducción de una de mis columnas políticas en PERFIL.
—Sí –contesto con tibieza, convencido de que me está diciendo una obviedad absoluta, pero con la cautela de tratar de no herir su amor propio. Mi asesor creativo es muy susceptible.
—Bueno, la idea es que de allí vuelvas acá –me muestra una imagen mía como columnista en Duro de Domar, después otra como invitado en 6,7,8–. Y de allí vas a ir para acá –ahora muestra un montaje donde se me ve a mí conduciendo Telenoche, en lugar de Santo Biasatti.
—¿Te parece? –pregunto–. ¿No te parece que eso da muy veleta?
—Y sí, es veleta, pero rinde mucho –contesta Lucas, muy seguro.
—Mmm… no sé –dudo–. Me parece que la gente valora más la coherencia.
—¿Estás loco? –pregunta Lucas–. La coherencia es lo más aburrido que hay. Y la gente busca diversión y morbo. Cosas que sólo le dan los conversos. ¿O por qué te creés que ganan siempre los peronistas?
—¿Vos me estás pidiendo que me borocotice? –lo increpo.
—No, tampoco te voy a pedir tanto –responde–. Me alcanza con que te monicalopecises.
—No sé si a Scioli le va a sumar mucho tener a Mónica López –opino–. Mirá cómo le fue a Giustozzi y a Othacehé con la vuelta al modelo nacional y popular, después de haber pasado por las filas del massismo.
—Lógico, como éste es un gobierno revolucionario, dejan el massismo por izquierda –dice–. O sea, dejan el massismo y se pasan al massismo-leninismo.
—Yo creo que les hacen morder el polvo a todos, excepto a Mónica López, que le van a hacer morder el rímel –digo y me río de mi propio chiste.
Lucas me mira serio, sin decir nada. Me sigo riendo un rato solo y finalmente le digo: “Dale, en serio, está bueno, no me digás que no…”.
Me sigue mirando un rato en silencio y seriamente.
—Te perdono por el chiste pésimo –me dice, finalmente–. Pero es imperdonable que seas tan machista. No da, se supone que sos sensible y cool.
—Uy, perdón, que no me escuche mi mujer, que me denuncia ante la ONU.
—Menos mal que no estaba Carla –dice Lucas.
—Necesito poner algo en mi columna política en PERFIL sobre los garrochazos políticos de estos últimos días.
—Creo que Scioli terminó perdiendo –dice Lucas–. Porque sumó a Mónica López, pero se le fue Zulma Faiad.
—Disculpame, pero yo no estoy para estas pelotudeces de la farándula –aclaro–. Por eso no me importa Zulma Faiad, pero sí Rocío Marengo.
—Ah, lo tuyo es la alta política –dice Lucas.
—Lo que no entendí es una cosa: Marengo dijo que estuvo de novia con un funcionario muy cercano a Scioli, de unos 50 años, casado.
—Exacto.
—Y salieron a desmentirla Gustavo Marangoni (presidente del Banco Provincia), Iván Budassi (director de ARBA) y Alberto Pérez, el jefe de Gabinete bonaerense.
—Eso mismo.
—Ahora, ¿ella dijo que estuvo con uno o con tres funcionarios?
—Con uno.
—¿Y no es demasiada desmentida esta triple desmentida sciolista contra Marengo? –pregunto.
—Es verdad –responde Lucas–. Con tanta desmentida ya parecen Fernando Niembro.
—Hablando de Niembro, se habla mucho de Mónica López, de Zulma Faiad y de Rocío Marengo, pero Macri no levanta –opino.
—Le anda faltando que alguien agarre la garrocha y salte para el lado de él –dice Lucas.
—¿Vos decís alguien que abandone el FpV y se vaya al PRO?
—No, al contrario: alguien que abandone el PRO y se vaya al FpV.
—Pero eso sería terrible para Macri… –opino.
—Bueno, depende de quién haga eso –dice Lucas–. Porque si lo hace Niembro…
—¡Pobre Niembro! –exclamo.
—Sí, se perdió una oportunidad histórica –opina Lucas–. Pensá que, gracias al Fútbol para Todos, el relator menemista Marcelo Araujo se transformó en el relator del pueblo Marcelo Araujo. Si seguía el mismo camino que Araujo y anunciaba, en medio de los partidos en la TV Pública: “Ya llega 6,7,8, con Estela de Carlotto analizando el discurso dominante de los medios hegemónicos”, Niembro podría haber sido el comentarista del pueblo.
—Pero Niembro no es un tipo que ande rifando sus convicciones –me la juego.
—Por eso dejó de lado lo de relator del pueblo y prefirió ser el recaudador de los chetos del Cardinal Newman –reflexiona Lucas.
Entra Carla, corriendo, agitada.
—¿Pueden creer que vine en un taxi y el pelotudo machista del taxista me contó un supuesto “chiste de actualidad política”, totalmente retrógrado, típico del patriarcado? Escuchen: “Othacehé y Giustozzi volvieron al FpV y mordieron el polvo de la derrota. Mónica López también volvió, pero va a morder el rímel de la derrota”. ¿No es patético?
—Escuché cosas peores –dice Lucas–. ¿Tenés alguna novedad de los carpetazos?
—Me dijeron que renunció un alto funcionario de Desarrollo Social porque lo amenazaron con un carpetazo –cuenta Carla.
—¿Qué pasó?
—Alguien lo llamó, le dijo “tengo unas fotos” y el tipo al otro día presentó la renuncia.
—¿Y las fotos qué mostraban? –pregunto.
—Nadie sabe –contesta–. Tampoco está claro si existen, ni siquiera se sabe si de verdad llamó alguien o si todo fue una joda.
—Pero parece que el tipo tenía algo que ocultar...
—Sí, pero nadie sabe qué –dice Carla–. Podríamos hacer una apuesta. Que cada uno diga algo: malversación de fondos, coimas, sobreprecios, sexo con ovejas, tráfico de enanos para consumo personal…
—Claro, ése es el problema de los carpetazos –digo–. Que a veces dicen la verdad.
—El carpetazo con códigos es el que duele de verdad –dice Lucas–. Porque no podés reprocharlo.
—Banco el carpetazo con información seria y responsable, como el que recibió Niembro –agrega Carla–. Pero odio el carpetazo inventado, onda Olivera, Filmus o De Narváez.
—¿No están dándole demasiada importancia al carpetazo?
—Para nada –dice Carla–. Hoy los carpetazos son los métodos de campaña más redituables con los que puede contar un candidato.
—El lema podría ser: “Ayer Agulla, hoy Stiuso” –dice Lucas.
—¿Pero eso no es campaña sucia? –pregunto, algo aterrado.
—No seamos tan catastróficos –concluye Carla–. “Campaña sucia” suena feo. Llamémosla “campaña con capacidades de aseo diferentes”. Que es parecido, pero es lo que hay.