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¿Cuánto enojo soporta la sociedad?

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Enojo | Andrea Piacquadio / Pexels

Expuestos cotidianamente a los medios de comunicación masiva y a las redes sociales, daría la sensación  que la ciudadanía llegó a un punto de no retorno en relación con el nivel de enojo con el Gobierno. Inflación, inseguridad, bajos salarios, incertidumbre sobre el mañana, sumado a instituciones en las cuales no pueden confiar. Sin embargo, si hacemos una mirada desde la vuelta de la democracia, desde Alfonsín en adelante, veremos que ésta no es una situación excepcional. 

En efecto, fueron más los momentos en que gran parte de la sociedad estaba enojada con el gobierno de turno, a que los ciudadanos mostraran entusiasmo y expectativas positivas con él mismo. Por supuesto, que hubo excepciones y momentos de altas expectativas. Siempre sucedió que crecieran los buenos humores en los momentos previos a la asunción de los presidentes electos y durante sus primeros meses de gestión. También hubo algunos momentos de romance que duraron más de un año. Podemos citar los primeros años de Alfonsín hasta su famosa “la casa está en orden”. 

También los años de la convertibilidad de Menem/Cavallo entre 1992/95, y los cuatro años de Néstor Kirchner presidente. Excepto en esos períodos, en promedio algo más de la mitad de los electores generalmente estuvieron furiosos con sus gobiernos y cuatro de cada diez estaban desesperanzados. Si tomamos los ocho años de gobierno de la actual vicepresidenta y los cuatro de Macri, sacando los momentos de comienzos, el clima social no los acompañó casi nunca. 

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Es como si el paso del tiempo hubiera hecho olvidar que gobernaron con mucha gente enojada por el modo en que conducían el Estado. El electorado ha estado disconforme tanto con los que creen en un Estado fuerte como con los que predican  un Estado mínimo. Pero  a pesar de los enojos  en  los últimos 39 años , solo un gobierno tuvo que terminar abruptamente su mandato: De la Rúa tuvo recesión, el default más grande de la historia, y depósitos bancarios confiscados. En un contexto de crisis en la coalición de su  gobierno producto de la renuncia de su vicepresidente.

Hay que preguntarse si la sociedad está dispuesta a convivir con 70% o más de inflación

Hubo hiperinflación con Alfonsín y también con Menem. La salida anticipada de Alfonsín, si bien  previamente castigado por la hiper, tuvo más que ver con la imposibilidad de continuar gobernando luego que Angeloz perdiera la elección  presidencial, que con una revuelta popular. A pesar de los paros  y movilizaciones  de la CGT liderada por Ubaldini. 

En el mientras tanto debemos preguntarnos si la sociedad está dispuesta a convivir con 70% o más de inflación sin que genere ningún desborde social. La carrera de precios y salarios ya sabemos cómo termina. Unos suben por la escalera y otros por el ascensor. La distorsión actual de precios golpea a todos los sectores sociales y la aplicación de un plan de estabilización en lo inmediato no parece posible. 

No obstante, pareciera haber suficientes resortes institucionales para poder contener, aunque sea mínimamente, las necesidades más urgentes de los sectores más postergados. No evita la protesta, pero sí el desborde. Al día de hoy  parecieran ser los conflictos de visiones  y las discusiones dentro de la coalición de gobierno lo que  agiganta la sensación de incertidumbre.  

Está abierta la discusión respecto a los caminos para resolver los temas estructurales de nuestro país, pero hoy la población no percibe que alguien marque el camino. Entonces no es extraño el desencuentro entre las expectativas sociales y la conducta de los dirigentes. Mientras la política viene dando como respuesta la construcción de coaliciones para ganar elecciones, pero carentes de programas sólidos, la sociedad está a la expectativa de liderazgos que tengan la capacidad para resolver los temas económicos y de seguridad. Los electores se debaten entre dos caminos: o la búsqueda de un liderazgo fuerte, casi mesiánico, de un dirigente capaz de dar respuestas a todo; o de coaliciones que muestren fortaleza y coherencia a la hora de gobernar. 

*Consultor político.