En ocasiones resulta más complejo hacerlo evidente, porque las operaciones del sistema parecen en realidad decisiones de hombres o mujeres. Así funcionan las teorías clásicas sobre la acción social, con el acento puesto en las diversas decisiones o limitaciones con que un actor debe lidiar. Colocados en el punto de vista del individuo, nunca terminaba de quedar claro cuál era verdaderamente el motor. ¿Un poco de sociedad y otro poco de razón? ¿Decide el actor pero siempre con alguna limitación? Y al actor que está del otro lado, ¿qué le pasa con lo que hago si no lo controla? Las teorías han dedicado décadas a intentar balancear esa cosa rara y siempre incierta entre persona y sociedad, y en su búsqueda infinita y de ajustes recurrentes hay una evidencia. La sociedad termina siempre ejecutando su poder limitante; con fuerza, su peso siempre cae sobre todos nosotros para después hacernos creer que al final de cuentas somos sujetos libres que decidimos sobre nuestras acciones, igual que Pichetto pasando al oficialismo, que Macri invitándolo o que Massa firmando con Fernández. ¿Son todas esas realmente decisiones de individuos? Esta semana conocimos el espectáculo más maravilloso de funcionamiento sistémico del sistema político argentino y de qué modo sus actores solo viven para adaptarse a él.
Peña-Pichetto y un acercamiento electoral pero con dudas a futuro
El proceso político de estos tres años y medio no ha sido sin impacto para los actores centrales de la política argentina. Si bien todo evidencia una intensidad todavía mayor de la polarización, esta no debería ser asumida como un encierro de opciones electorales inauguradas a partir de 2015 y que estarían hoy intactas. Justamente las decisiones de esta semana muestran que ninguno de los protagonistas políticos podía continuar con aspiraciones de presencia relevante si no constituían alguna modificación en sus componentes esenciales, y esa es la limitación básica que explica los agrupamientos. Ya nadie es el que era, ni siquiera Macri.
El gobierno de Cambiemos ha adquirido para sus votantes el formato de la decepción
El gobierno de Cambiemos ha adquirido para sus votantes el formato de la decepción. Para la mayoría de ellos toda la gestión ha estado por debajo de las expectativas y eso ya no puede ser recompuesto en el corto plazo. Sus votantes, y el mercado, vienen expresando un acumulado de dudas y cuestionamientos que inundan el espacio público y que han ido dando forma a la demanda de necesidad de alguna modificación en la coalición de gobierno o de protagonistas al interior de ese mismo espacio. Si bien sobrevive por su logro más impactante, que es el haber basado su necesidad de ser, de existir, en operar como una barrera al regreso de Cristina Kirchner, su construcción de identidad necesitaba ya algo más que el mero símbolo de aparato de contención. La invitación a Pichetto no se puede comprender como una decisión del Presidente, como un proceso racional, como un cálculo. Es solo y únicamente una necesidad de sobrevivencia.
Sergio Massa lanzó un spot de campaña y Cristina Fernández lo elogió por las redes
El peronismo comienza a orientarse hacia un posible nuevo formato de sí mismo. El partido está acostumbrado a la mutación recurrente desde el derrocamiento de Perón, en 1955, y entiende que debe adaptarse él también hoy en alguna expresión novedosa, si tiene como objetivo el poder. En esto las experiencias provinciales electorales de este año han dado las mejores pistas para todos ellos. En todos esos casos, lo más informativo de esos resultados no fueron las victorias oficialistas, sino el cúmulo positivo de votos del peronismo unificado. Las opciones de unidad han dado resultados contundentes y positivos y señalaron el único camino posible, que es también para ellos ya no ser los mismos, que hasta hace relativamente poco tiempo decían ser. En esta conformación alternativa, en dejar de ser puro kirchnerismo, en Alberto Fernández como insignia de diálogo, han obligado a Macri también a no ser ya puro macrismo. Sin Alberto Fernández, no hay Miguel Angel Pichetto.
Dentro de pocos días comenzarán con abierta brutalidad las campañas electorales. En todas ellas se trabajará con la ilusión del cambio, porque en sus supuestos quienes escucharán sus discursos, entrevistas, spots o lo que fuera pondrán supuestamente su racionalidad a disposición de una construcción de voto. Sin embargo, los votantes también se encontrarán encerrados en limitaciones sociales que los excederán y tendrán que decidir entre lo que los empuja hacia Pichetto o hacia Alberto Fernández, y es probable que nadie esté contento con su decisión, sobre todo porque sentirán, como los candidatos, que al final nunca eligen lo que quieren. De eso se trata, justamente, la sociedad.
*Sociólogo.