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METODO CIENTIFICO I

Descubrimiento de la ignorancia

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El 22 de marzo del 516, san Brandano zarpó de Irlanda acompañado de catorce monjes en busca del Paraíso Terrenal. Navegaron por el Gran Océano durante siete años, en los que parece que desembarcaron en Terranova o en el Caribe. Encontraron una isla en la que los pecadores purgaban sus pecados antes de llegar al cielo, otra, la Paradisus Avium, habitada por ángeles convertidos en aves por haber sido neutrales en la lucha entre el arcángel Miguel y Lucifer. En el sexto año, san Brandano celebró la misa de Pascua en una isla sin vegetación que se retorció cuando encendieron una hoguera para calentarse. Huyeron al darse cuenta de que estaban sobre el pez Jasconio. En 523 volvieron a Irlanda, y Brandano murió a las pocas semanas. En los mapas de Pizzigani de 1367 y de Ortelius de 1572 aparece Brasil, una isla móvil al oeste de Irlanda, en la que habría estado Brandano. Anacoretas irlandeses la buscaron y transmitieron el mito a los vikingos que se establecieron en Islandia. En 981, uno de sus líderes, Erik el Rojo, navegó hacia Occidente y llegó a Groenlandia, donde fundó dos asentamientos. En el siglo XIII, la Iglesia estableció la diócesis de Gardar. La isla se unió a Dinamarca en 1380 y desde entonces forma parte de ese país. Sus habitantes exportaban a Europa marfil, cuerdas, pieles y productos agropecuarios. Si los europeos llevaban siglos establecidos en América, ¿qué es lo que descubrió Colón en 1492?

Su hazaña fue descubrir la ignorancia, condición básica para el desarrollo de la ciencia. Si en el año 1000 alguien se hubiese dormido durante quinientos años, al despertar se habría encontrado con un mundo sin grandes variantes. Si alguien hacía lo mismo cuando Colón llegó a América, al despertar en nuestros días no podría entender nada de lo que existe. Colón desató un proceso que cambió la historia de la especie. En su época, dudar, experimentar, descubrir, eran actividades subversivas que podían ser castigadas con la hoguera. Es todavía así en muchos países islámicos, cuyo enfrentamiento con Occidente es más con el pensamiento científico que con la religión cristiana. Casi todos creían en textos sagrados que contenían la verdad acerca de todo lo existente: el Corán, los Libros de Confucio, la Biblia, o el Tao Te King.

La magia ordenaba la realidad. Si alguien se preguntaba cualquier cosa importante, podía encontrar la respuesta en esos textos. Fue lo que argumentó Umar ibn al-Jattāb, segundo califa de La Meca, cuando ordenó quemar la Biblioteca de Alejandría: “Con relación a los libros que mencionas, aquí está mi respuesta: si contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten lo que ya sabemos; si su contenido no está de acuerdo con la doctrina del Corán, es mejor destruirlos”. San Brandano encontró al Pez Jasconio y las islas habitadas por ángeles, porque debían estar en ese lugar según sus creencias. Cuando los nórdicos se establecieron en Groenlandia simplemente ocuparon tierras, y eso no significó que descubrieran nada. Colón imaginó algo que estaba fuera del paradigma astronómico vigente: que la Tierra era redonda. Cuando reiteró varias veces el experimento, derrumbó todas las teorías.

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Fue el inicio de la construcción de un método científico que parte de que no hay teorías eternas, que éstas deben ser contrastadas con la realidad, y que hay que observar, medir y cuantificar constantemente. Esta forma de comportarse terminó impregnando la vida cotidiana. Cuando alguien va al hospital, no busca un médico que decida operarlo del corazón porque es militante de algo, sino que pide que le hagan exámenes, oye el análisis de los médicos y después decide qué hace con su vida. Una de las pocas actividades que normalmente no incorpora en su reflexión herramientas científicas es la política. Algunos creen que son dueños de la verdad, que su intuición reemplaza a la ciencia, que aprehenden la realidad caminando por el país. Así, nunca podrán saber que la Tierra es redonda.


*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.