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Desde el ventanal

Antes que como barbarie, Hippler propone pensar los bombardeos como tremendos métodos de control social.

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| Cedoc

Por razones que no vienen al caso, pasé una semana en un edificio alto de la avenida Juan B. Justo con una hermosa vista sobre la ciudad. Pasaba la tarde mirando hacia afuera, hasta llegar a conocer casi de memoria el paisaje. El sol sale por el lado derecho del ventanal, y la luz ilumina los plátanos dando sombra hacia la izquierda. Luego, al mediodía, la sombra se desplaza hacia abajo, y finalmente, a la tarde, cambia a la derecha. La luz sobre las hojas se refleja como pequeñas perlas, la escena tiene un lejano aire a una pintura impresionista. Por las noches se ven iluminados los altos de las horribles torres cerca del río y, por suerte, desde dentro no se ve la iluminación de la torre en la que yo estaba, la más fea de todas (esto me recuerda un viejo chiste francés: ¿Cuál es la mejor vista de París? Desde la terraza de la Torre de Montparnasse. Es el único lugar de París desde el que no se ve la Torre de Montparnasse). No solo llegué a conocer casi de memoria el paisaje, es decir lo que había, sino también lo que no había, lo que no se veía: no se veían aviones. En otra época, previa al Covid-19, el cielo, teniendo en cuenta la cercanía con el Aeroparque, estaría lleno de aviones. Pero ahora estaba vacío. En esos días vi pasar tres helicópteros y un solo avión (¿a dónde iría?, ¿de dónde vendría?, ¿quién viajaría?). 

Pensando en el cielo y sus aviones, pensé en Le gouvernement du ciel. Historia globale des bombardements aériens (El gobierno del cielo. Historia global de los bombardeos aéreos), de Thomas Hippler (Éditions Les Prairies Ordinaires, París, 2014). Conocí el libro hace varios años gracias a uno de esos típicos editores sobrevalorados, con el que me crucé por azar en la avenida Scalabrini Ortiz, donde tiene la oficina en la que recibe y hace como que trabaja. Según me contó, quiso contratar el libro, pero no pudo. Parece que Éditions Les Prairies Ordinaires, pequeña y hermosa editorial de izquierda, cerró y fue comprada por Éditions Amsterdam, a la que, luego de haberle escrito durante semanas –por mail, redes sociales y hasta dejarle un mensaje por teléfono– se dignó a responder dos meses después, pidiendo una cifra comparable a la que pide Stephen King (una pena porque Hippler es mucho más interesante que King; lo que, por cierto, no es muy difícil que ocurra). Mientras tanto, el libro ya salió en inglés en la prestigiosa editorial Verso, por lo que es probable que termine siendo traducido en castellano en alguna solvente editorial española. 

El de Hippler –nacido en 1972, muerto prematuramente en 2018– es un gran libro que cruza filosofía política, estética e historia militar. Ya desde el prólogo leemos frases de una contundencia definitiva: “En la guerra (…) la política de defensa antiaérea intenta transformar el ‘pueblo’ en cuerpo político unificado. (…) El refugio antiaéreo se vuelve lugar en el que se elabora materialmente la unidad del pueblo y el Estado”. Antes que como barbarie, o mejor dicho, al mismo tiempo que como eso, Hippler propone pensar los bombardeos como tremendos métodos de control social, tanto de los gobiernos que bombardean como, muchas veces, de los regímenes que reciben las bombas, que suelen usar el bombardeo extranjero como excusa para aniquilar la disidencia interna. Entretanto, me enteré de que dicen que los aviones volverían dentro de poco. Veremos.