COLUMNISTAS
contradicción

Dos motivos

16-4-2023-Logo Perfil
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Una paradoja entorpece todos nuestros intentos por discutirle a la necedad de un gobierno que interpreta el desfinanciamiento de la cultura como un paso hacia la libertad, y es que los dos argumentos que nos movilizan contra el DNU son contradictorios.

De un lado, del lado Aristarain del mundo, se sostiene rotundamente que la cultura está entre los bienes más preciados que tiene un país libre y que todo ataque a esta libertad es una monigotada y un suicidio. Estamos de acuerdo.

Del otro, más analítico, se sostiene que las instituciones que se pretende aniquilar no cuestan el dinero de los contribuyentes, porque tienen una larga historia de besos y abrazos con el capitalismo humanizado y se han moldeado como entidades autárquicas, que producen esa cultura tan necesaria tanto para la riqueza conceptual de los pueblos como por la riqueza que suponen sus mecanismos de multiplicación de capital. Estamos también de acuerdo. Las películas, piezas teatrales o composiciones musicales que surgen en el marco de entidades como el Incaa, el INT, la Enerc, Sagai y tantas otras hoy en peligro demuestran que la inversión que se hace en ellas redunda en beneficios comerciales, generación de empleo, premios internacionales y proyección simbólica.

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He aquí la contradicción: o bien el arte y la cultura son indispensables para mejorarnos la vida y no dejarnos como simios insensatos, o bien son un modelo ejemplar de negocio que se autofinancia y que no vale la pena castigar.

Pero suceden ambas cosas.

En los debates del Congreso, donde artistas notables tratan de explicar lo obvio, nadie convence a nadie: los detractores de la cultura tienen una escala de valores incompatible con la vida misma. El pérfido sofisma de hacer creer que los artistas son energúmenos viciosos que se quedan con lo que era para médicos y maestros es una canallada, refutable por cualquiera de las dos vías antes mencionadas.

Mientras tanto, no sorprende que las jaulas que alojarán a cuatro canes (que son en rigor genético el mismo perro y que se llevan a los mordiscones), esos hijos de cuatro patas que se odian, no sorprende, decía, que estas cárceles caninas vayan rotuladas con la aporía de “Viva la libertad, carajo”, una versión tiktokera del “Arbeit macht frei” en la puerta de Auschwitz.