“¿Qué hacemos aquí?, es lo que tenemos que preguntarnos. Tenemos la suerte de saberlo. Sí, en medio de esa inmensa confusión, una cosa está clara: esperamos a que venga Godot”
Samuel Beckett (1906-1989); de “Esperando a Godot” (1952); Capítulo II: Vladimiro habla con Estragón.
No todos pueden colgarse una medalla. Su objetivo era audaz, casi imposible, pero el Vasco siguió adelante sin que nada lo perturbara. Pese a su escasa experiencia en el cargo, lo avalaba su éxito en el exterior: no cualquiera gana lo que él supo ganar, entregando hasta la última gota de energía. Fue por todo pese al ambiente hostil. No alcanzó. Una derrota dura, aunque previsible. Con semejante nivel de improvisación no había lugar para sueños ni milagros. ¿Un papelón? Para muchos lo fue. El peso que llevaba en sus espaldas, con un país pendiente y preocupado, fue demasiado aun para un profesional curtido como él.
El Vasco de Saladillo sabía que si no ganaba era historia. No fue el caso de Aranguren, Vasco de Beccar, en la mira del ministro-nieto Rogelio Frigerio pero sostenido por Macri, que lo ratificó en el cargo pese a que la Corte pateó el tablero con tarifazo y todo. La barra de Defensores de Macri, enamorada del 1.000%, se indignó por el fallo. Igual, saben que la tarifa siempre da revancha. Irán por la luz, lo que no deja de sonar poético.
La mochila que Aranguren colgó en sus hombros el día de su interpelación, repleta de documentos y tablitas de Excel, debió parecerle una bolsa de adoquines luego de tanta pregunta incómoda. Sin embargo se retiró inmutable, seguro de haber perdido una batalla pero no la guerra. Qué cara, que gesto. Qué moral.
Ni la industria, ni las pymes, ni el comercio –el 70% del consumo– se salvaron, por ahora, del gas a precio de oro. Tampoco los clubes. Si algo necesitaba la gente del Ascenso para enfurecerse aún más, era confirmar que, así las cosas, pagar la luz y el gas será tan improbable como comprar a Pogba. Mejor sería armarse de paciencia y desafiar a Godot.
El clima estaba caldeado en el plenario. Pese a los 300 millones que Armando Pérez gestionó con el Gobierno, los dirigentes ratificaron la medida de fuerza con el apoyo de sus futbolistas. Habrá huelga por tiempo indeterminado y una movilización que podría terminar en Plaza de Mayo.
“Si el dinero del FpT es el que es, no habrá fútbol”, dijo, dejando la puerta entreabierta por las dudas, Daniel Ferreiro, vice de Chicago y presidente de la mesa del Nacional B. “La situación es crítica. El servicio policial aumentó el 300% y el micro se fue a 48 pesos por kilómetro. ¡Una locura! El primer semestre arreglamos por 980 mil pesos pero cobramos sólo tres meses. Ahora, con los descuentos, nos dan 650 mil. Nada. Queremos un millón y medio más el transporte. No es regateo, es un piso de mínima”.
El Ascenso no puede ni ver a Fernando Marín, el liquidador. Se nota: “Es un funcionario del Gobierno y confirma la intervención estatal de la AFA. La FIFA debe notificarse”, denuncian, mientras exigen elecciones ya. Su tocayo Javier Marín, de Acassuso, fue más lejos: “Tienen un plan para desfinanciar la AFA, imponer la Superliga, las SA y las apuestas”.
Armando Pérez no ve ninguna razón como para que el fútbol no empiece ya y hasta ofreció algunas rupias. ¿La rebelión del Ascenso? Para él es sólo una operación política del Superyerno Chiqui. Su entorno lo aclara: “Tapia necesita ruido mediático porque si arrancan los torneos se le licúa el poco poder que le queda”.
Ensimismado con la caída del sol, penando por los derechos que no se venden, Pérez confiesa: “Mucho bla bla pero no hay nada. ¿Turner? No tuve contacto con ellos”. Macri sí, pero ya conocemos a don Armando. Se pierde.
Turner hace la plancha y espera. Asegurar la gratuidad hasta 2019 invirtiendo 2.500 millones por año les parece algo… utópico, digamos. Su estrategia no es nueva, ni original. Dejarán que el agua les llegue hasta el cuello y negociarán con ventaja un contrato larga vida. “¡Gratis, las pelotas!”, bramaría Adelina de Viola, hoy retirada y disfrutando las satisfacciones acumuladas en su carrera. Acertaría, claro.
“No maten al Ascenso”, decía la bandera que desplegó su dirigencia, viejos beneficiarios del socialismo mafioso de Don Julio. Con el mismo mensaje, posaron Tévez, Erviti, Romagnoli, Somoza, Cubero, Acosta, Mercier, Cuesta y otros referentes. La idea de los futbolistas de Primera es solidarizarse con sus colegas, aunque el sindicato liderado por Sergio Marchi haya brillado por su ausencia durante el conflicto. Y si intervino, lo hizo con el sigilo de los felinos.
Leo Ponzio reconoció que, como otros capitanes, recibió una llamada de Marchi que, para los demás, mantiene su celular en off. Ese bajísimo perfil surgió a partir del affaire de los 2 millones de dólares que, hace cuatro meses, secuestró la jueza Servini de Cubría y que la AFA le había entregado a la fundación El Futbolista mediante un convenio no registrado en el estatuto de FpT. ¡No hagan olas!
A falta del juego se juega con fuego, sin pelota ni pudor. Blanco, presidente de Racing, despidió a Sava, un técnico que nunca quiso pero igual mantuvo para conducir la pretemporada y depurar el plantel: ahora deberá pagarle hasta el final de su contrato. ¡Genial! Ciertos dirigentes de Independiente le ofrecieron a Pablo Pérez lo que no ganaba ni en Boca: un millón de dólares anuales. La comedia duró hasta que Moyano leyó el precontrato por cuatro años: “¡Ni loco firmo esto!”, gruñó.
La Corte Suprema de Justicia se ocupa de las boletas de gas que nadie puede pagar y más de uno se cuelga de los medallistas olímpicos para engordar el viejo mito ganador. Somos los mejores, los que no toleran perder finales, los que tiran ese vergonzante premio consuelo al piso… salvo que sea de plata. Ay.
No, no existen buenos en esta novela negra escrita por un loco, compatriotas.