“Con más de un 70% de pobreza infantil en el Conurbano, comercios y pymes que cierran y millones de trabajadores que no llegan a fin de mes y ahora pagarán retroactivos. Con esa realidad, la política se aumentó un 40% sus sueldos. ¿Perdieron el sentido común o el corazón?”. Esa fue la interpretación de Florencio Randazzo de la decisión de aumentar ese porcentaje a los empleados del Congreso –y por ende a los legisladores– de Cristina Kirchner y Sergio Massa (probablemente obligado porque en 2020 había propuesto reducirse los sueldos en pandemia).
Randazzo, con un discurso más parecido a Macri y Bullrich que al peronismo tradicional de Schiaretti y Perotti, hizo una lectura de comentarista popular: “Ellos se aumentan el 40 y a nosotros nos dan el 29”, sin entender que lo último que le preocupa a Cristina Kirchner es cobrar 11% más de aumento en su sueldo de senadora.
Quien sí entendió de qué se trataba fue Artemio López en su columna de ayer en PERFIL y los lectores de Perfil.com, quienes la mantuvieron todo el día como la primera entre las más leídas (leer “La señal de Cristina Kirchner...” ):
- “La decisión electoral corresponde al 40% de la población integrante de los segmentos medios y medios bajos que vota de acuerdo a la mejora o no de sus condiciones de existencia material”.
- Y “se observa hoy un 40% de electores aún indecisos allí donde las fronteras ideológicas se tornan líquidas que definirá su voto estrictamente sujeto a la lógica de mejoras socioeconómicas”.
- “La señal (de Cristina) es tan poderosa, dado que en modo alguno el Gobierno debe promover paritarias por debajo del 40% si es que quiere cumplir con su contrato electoral del año 2019 y que efectivamente los salarios crezcan por sobre la inflación”.
El problema de fondo es que esa promesa es incumplible cuando por la pandemia el producto bruto cayó 10%, como sucedió en 2020 (9,9%), y ya venía cayendo en 2019 y 2018 más de 2% cada año. Muy simplificadamente, si el producto bruto cayó el 10%, es lo mismo que decir que la suma del flujo (lo nuevo) de los dos sectores: el asalariado o el capital, perdió ese 10%.
Queda solo apelar a lo viejo (el stock de lo acumulado: ahorros, capital) y el futuro (deuda). El Estado puede promover una redistribución del ingreso que le dé más a un sector que al otro en los momentos de crecimiento (el 50% para el capital y 50% para el trabajo que demandaba Perón), pero difícilmente se logre cuando las empresas no solo perdieron su rentabilidad, sino su stock –capital–, que en los últimos dos años se les redujo a mitad y en muchos casos se consumió hasta extinguirse.
Aunque incompleta, una medida es el índice Merval que promedia el valor de todas las empresas que cotizan en la Bolsa de Buenos Aires, y era de 700 dólares en 2019 y descendió a menos de la mitad. Esto vale para las empresas más grandes del país, pero la pérdida del capital es aún mayor para las pymes que emplean a la mayoría de los trabajadores argentinos.
Las paritarias regulan los sueldos de los empleados en blanco cuando la cantidad de trabajadores que están en negro o, peor aún, realizan trabajos no mensualizados, son la mayoría. En un país como la Argentina, las paritarias son ya un tema de la clase media. Por lo que es bien probable que Cristina Kirchner piense que la clase baja la votará de cualquier manera y lo que esté disputando ahora sea el voto de la clase media.
En síntesis, no habría mago económico que pudiera hacer que los sueldos le ganen a la inflación después de una pandemia: paritarias con un porcentaje mayor recibirán como respuesta una inflación mayor y su resultado, neutralizarse.
El Estado podrá aumentar las tarifas por debajo del porcentaje de las paritarias y reducir el impuesto a los sueldos, como viene haciendo generando un efecto en el poder de compra del salario. Pero si las paritarias, en lugar del 29%, van a 40%; la inflación, en lugar del 40%, irá al 50%, y no se alcanzará que los sueldos le ganen a la inflación en momentos de crisis.
Por tamaño, sistema de gobierno, geografía atlántica y tipo de exportaciones, Brasil es el país más parecido a la Argentina. En 2020 su producto bruto cayó 4% y en 2021 crecerá 4% recuperando este año todo lo que perdió con la pandemia el anterior. La Argentina recuperará este año solo el 60% de lo que cayó el año pasado: caímos diez por ciento y recuperaremos seis. Esos cuatro puntos del producto bruto que quedarán perdidos en el acumulado de estos dos años corresponden la mitad a Macri y la otra mitad a Cristina Kirchner.
Dos por ciento es la caída anual que Macri dejó por arrastre en sus últimos dos años y otro dos por ciento podría asignarse a la falta de confianza que genera el kirchnerismo tratando de encontrar la cuadratura del círculo. Pero a Alberto Fernández le caben ambas responsabilidades: la de no haber podido modificar la inercia de la herencia de Macri y no haber podido anular la influencia negativa de Cristina Kirchner.
Brasil tuvo casi medio millón de muertos por covid contra 80 mil de la Argentina: casi seis veces más muertos con casi 5 veces más población (el equivalente serían 20 mil muertos más en la Argentina). A pesar de tener una economía mejor, Bolsonaro perdió las elecciones por priorizar la producción al combate del covid (ahora hasta la Copa América). Falta ver cómo valorará el votante argentino la gestión de Alberto Fernández en el control de daños de la pandemia y cuán efectivas son las críticas de la oposición en ese sentido. La citación de los laboratorios al Congreso y el lanzamiento de la fabricación de Sputnik en la Argentina esperan anularlas. Habrá que ver si lo logra.