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Estrellas distantes

Leo el libro en diagonal y Moore resulta una buena reseñista, aunque su tibieza en la non fiction decepciona un poco.

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Hoy termina el Filba 2019 al que, en una adivinación retrospectiva, no creo que haya concurrido. Es miércoles, estoy en el café al que a veces voy a meditar antes de escribir estas notas y tengo en mis manos un libro de M. John Harrison y otro de Lorrie Moore, las dos estrellas del evento de este año. El de Harrison es una vieja edición de Interzona de Preparativos de viaje, una colección de relatos, publicada en inglés en 2000. Empiezo por el primer cuento, Señoras mayores, y me doy cuenta de que ya lo leí. Me gusta Harrison, pero es un escritor bastante lúgubre y el cuento, con sus personajes deprimidos, sus estaciones de tren desoladas y sus casas sin calefacción me arruinan el tiempo primaveral que hace en Buenos Aires, donde el sol entra por la ventana del bar. Creo que voy a dejar a Harrison para el próximo invierno.

Paso entonces al de Moore, una edición muy reciente de Eterna Cadencia de See What Can Be Done (A ver qué se puede hacer), una colección de “ensayos, reseñas y crónicas”, como dice la tapa. Es muy difícil que un escritor angloparlante escape de la tarea de reseñar libros ajenos (en el caso de Moore se agregan también películas, series, conciertos, elecciones) y practique un género que sirve para convertir el prestigio en un poco de dinero, además de contribuir a que la rueda de la industria editorial siga girando. Leo el libro en diagonal y Moore resulta una buena reseñista, aunque su tibieza, que en la ficción da elegante, en la non fiction decepciona un poco. El género, practicado a la americana, tiene sus problemas derivados de la prudencia, de la falta de énfasis y de la necesidad de decir algo negativo cada vez que el balance se inclina hacia un elogio que puede resultar excesivo o también lo contrario: el redondeo favorable en una reseña que viene acumulando apuntes negativos.

Por eso, es un alivio que Moore se suelte alguna vez, y eso ocurre en la última crónica, dedicada a un concierto de Steven Stills y a una semblanza del legendario integrante de la banda con David Crosby, Graham Nash y (a veces) Neil Young. Aquí, reviviendo entusiasmos de juventud, Moore no tiene remilgos para hacer afirmaciones que en general omite, como la que se le ocurre al ver que la salud de Stills no es de lo mejor, lo que la lleva a dictaminar (comparando a Stills con Keith Richards) que, a largo plazo, la heroína es menos nociva que la cocaína y el alcohol. La nota termina diciendo: “Pero en el escenario, Stills es la persona que amamos. Es la persona con la que estamos”, una frase que alude a la famosa canción Love the One You’re With, pero en la traducción de Cecilia Pavón resulta farragosa y lo mismo ocurre en otros pasajes.

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No es fácil traducir la prosa manierista del periodismo literario americano, poco fluida y cargada de localismos. Entiendo que encontrarse con que, cuando se divorciaron Marilyn Monroe y Joe Di Maggio, la prensa tituló: “Di Maggio strikes out”, el traductor puede sentirse inclinado a escribir: “Di Maggio la tira afuera” (con su connotación poco fiel al béisbol e impensadamente machista), pero puede haber mejores soluciones. Supongo también que hay expresiones menos literales que “personas jóvenes navegando una negociación similar de las costumbres sociales” o palabras menos abstrusas que “fracturación”. Pero, dirá alguien, es lo que se puede hacer.