La imagen del primer presidente argentino que abre una sesión de operaciones en el mercado de valores más importante del mundo no pasó inadvertida. Ni para unos ni para otros. Desde el furibundo editorial del oráculo del Wall Street Journal, que señalaba la inconsistencia de darle aire a un gobernante “anti-mercado” a la críticas de la izquierda vernácula que miraba la escena con desconfianza.
Quizás la más emotiva tuvo lugar el 17 de septiembre de 2001, cuando luego de una semana de inactividad por los atentados del World Trade Center, la campana sonó otra vez pero con presencias estelares: la ex primera dama Hillary Clinton, el entonces alcalde Rudolph Giuliani y los más ovacionados de la mañana: los bomberos y rescatistas que pagaron con sangre su participación en el 11-S. Todo en medio de un clima de fervor patriótico, banderas con las barras y las estrellas y un único mensaje: somos duros de matar.
Es que Wall Street no es simplemente un recinto bursátil. Está ligado a lo más íntimo de la historia de los Estados Unidos y una expresión acabada del capitalismo en su más pura expresión. De hecho, la sociedad que controla las actividades del New York Stock Exchange (NYSE) es una empresa con fines de lucro que completó su integración cuando absorbió a la operadora Archipiélago Holdings en US$ 10.000 millones en marzo de este año. Dueña de los 1.366 asientos del recinto (valen US$ 3/ 3,5 millones cada uno), que operan sobre compañías multinacionales con un valor de capitalización de US$ 21 billones, que supera ampliamente a su rival, el todopoderoso NASDAQ (mercado electrónico en donde además cotizan más de 3.000 empresas), que tuvo su apogeo en plena burbuja financiera de las puntocom, a fines de los ’90. Sólo 11 compañías argentinas cotizan allí: Banco Macro, BBVA Banco Francés, IRSA, Metrogas, Nortel Inversora, Petrobras Energía Participaciones, Quilmes Industrial, Telecom Argentina, Telefónica de Argentina, Transportadora Gas del Sur e YPF S.A, y su nacionalidad hay que ponerla entre comillas: muchas son filiales o franquicias de empresas internacionales.
Puestos a descubrir quién es el verdadero estadista de la liturgia en el altar mayor del capitalismo mundial, las discusiones pueden tener múltiples facetas y las respuestas, tantos matices como personajes genera este lugar. Desde el operador envuelto en la bandera estadounidense al borde de las lágrimas que retomaba su lugar luego del atentado de las Torres Gemelas, hasta el célebre Gordon Gekko, el tiburón financiero encarnado por Michael Douglas en la película Wall Street, de Oliver Stone (1987).
Si Mr.K es un héroe duro que conduce una negociación sin piedad con los usureros del mundo que han expoliado a las naciones pobres para arrancarles una quita del 75%, o que defiende al consumidor indefenso frente a los atropellos de los industriales cartelizados, para asegurar un ritmo de crecimiento de 9% anual, es claro que puede irse probando el casco de bombero de Nueva York.
En cambio, si nuestro presidente es el mismo que patea para adelante la recomposición de precios de la energía generando una crisis de abastecimiento futuro; que alienta la industria del juicio laboral; que prohíbe exportaciones de carne que han sabido ganarse un mercado; que bendice a las fuerzas de choque de piqueteros que bloquean empresas díscolas o piden expropiaciones de campos en manos de extranjeros; y que hace alarde de no cumplir la palabra empeñada en el mercado internacional de capitales, su imagen posará entre los villanos.
Si la imagen es esta última, se parecerá más a Tirofijo, el conocido líder de las FARC colombianas que en un alarde de diversidad fue tentado por el ex amo del NYSE Richard Grasso para tambíén dar el campanazo inicial (dejando picando la idea de la gran capacidad financiera del narcoterrorismo de aquel país).
Pero también puede pasar a una categoría “cínica”, como la del ex presidente chino, Jian Zeming, uno de los responsables de la “respuesta política” a las revueltas estudiantiles de la Plaza Tiananmem. También tuvo el honor de tocar la campana que abre la jornada en el mercado de Wall Street, ante las muestras de aprobación del establishment global, embriagados por 20 años de crecimiento de dos dígitos anuales del gran país asiático y la aceleración de las inversiones extranjeras directas allí.
Finalmente, si la invitación al Presidente y su entusiasta participación formó parte de un cuidadoso plan de marketing político, ensalzando a uno de los 14 visitantes ilustres que tuvo el NYSE en la semana, su performance no irá más allá de la de Sarah Jessica Parker, la conocida actriz que da vida a Carry, la periodista de la serie Sex and the City, todo un ícono de Nueva York, que también pisó el parquet de 18 Broad Street, entre Wall Street y Exchange Place.
Se trata de un sitio tan lejano a la economía real argentina, hoy envuelta en decisiones como el fondeo para subir las jubilaciones a $470, la ampliación del “acuerdo” de precios y el tironeo entre industriales para que también los usuarios residenciales paguen por lo que la energía vale y no sean los únicos sponsors de no hacer olas en meses electorales.