Hay que mantenerlos vivos a todos”. Parece una orden de supervivencia, militar o ecológica, para proteger la vida de otros. En rigor, se trata de una instrucción política que algunos atribuyen a los labios de Mauricio Macri con el propósito de que no se caiga ningún platito giratorio en el espectáculo circense del peronismo bonaerense. Una terapia ocupacional para Cristina de Kirchner, Daniel Scioli, Sergio Massa, Florencio Randazzo y otros eventuales aspirantes que, al multiplicar la división partidista, habrá de favorecer por descarte las expectativas triunfales del macrismo. Así creen en la Casa Rosada: ni se preguntan la razón por la cual un gobierno no suele trastabillar en su primera elección de medio término (salvo Cristina tras la debacle de la 125), sólo se angustian por el miedo de que una posible pérdida sometería al mortuorio fin de la marca Cambiemos.
Por si no alcanzan los estímulos para los proyectos personales del peronismo –una copia de lo que hizo Carlos Menem, al revés, cuando impulsó al radical Horacio Massaccesi para restarle millones de votos a la fórmula Bordón-Alvarez–, el Gobierno ha desplegado una red captadora de voluntades justicialistas bajo el imperativo “No se quedan afuera” (del generoso Estado, claro), frase que, de no cumplirse, en la profesionalidad de esta raza implica el peor de los castigos imaginados. Como si fuese un relato poético del Dante en sus infiernos de la impía Comedia.
Además, para convocar adhesiones, el Gobierno lisonjea gobernadores con obras y asistencias, también a intendentes y punteros de linajes diversos, remedando aquel transitorio paraguas protector que propiciaba Raúl Alfonsín con el tercer movimiento histórico. Nada nuevo entonces en las Escrituras, siempre la misma lógica electoral como prioridad, sea con la vieja política o con la nueva, con los medios hegemónicos o con las redes sociales, con los púberes, cuarentones o los pertenecientes a la tercera edad. Con CEOs o militantes, lo que sirva. Hay quienes, sin embargo, manifiestan repugnancia por esta tradición metódica. Claro, hasta que los incorporan.
Cristina entiende, como ha trascendido, que Macri la necesita más libre que presa. Y que si ella se digna postularse al Senado, cosechará un caudal de votos insuficientes para ganar pero suficientes para polarizar con otros aspirantes de la misma fracción. A menos, claro, que opte por una alternativa menos riesgosa: presentarse en Santa Cruz. Esta maniobra no le impediría ejercer influencia, a favor o en contra, de dos candidaturas ya reservadas para la Provincia: Scioli y Randazzo, ambos alentados hoy por el oficialismo para ser contrincantes, como el campeón de peso pesado que elige a su chalenger.
Uno salió de su triste reclusión en La Ñata para dialogar con el Presidente en secreto, confía en que las causas contra su mano derecha, Alberto Pérez, ni lo rocen en la Justicia y, por lo tanto, como Cristina –con quien no habla o, mejor dicho, ella no lo llama–supone que es más útil libre que preso. Para el Gobierno, naturalmente. Y para él mismo, obvio. El otro, Randazzo, a su vez, se propone salir del sarcófago luego de que ciertos expedientes de Transporte e Interior parecen no trastornarlo. Hasta podría acompañarlo en el intento un vecino de Chivilcoy, Julián Domínguez, presunto apadrinado de una logia vaticana, papal. Procederá Randazzo en política como si la Justicia lo indujera, nuevo fenómeno electoral de conveniencia. Los dos, en el diseño oficialista, serán depredadores del espacio de Sergio Massa, por el momento el mejor rankeado en la Provincia (acompañado por Margarita Stolbizer) según las encuestas.
Reparto. Esa faena demoledora no sólo corresponde a Scioli y Randazzo: otro canal aliviador del oficialismo es la tentación social, distributiva, a jefes municipales que dicen acompañarlo, incluyendo en el esfuerzo de disminución a sellos, partidos, agrupaciones, tan ávidas de un lugar bajo el sol como de una mensualidad. Afeitarlo entonces por arriba y por abajo a Massa, masacrarlo si es necesario para poder encajonar en una misma oferta electoral opositora en la que ninguno amenace la primacía del elegido/a de María Eugenia Vidal y Macri, aún sin nominar y nadie sabe si gestado.
Para Massa, un dilema nuevo en su carrera política, comparable a Macri, quien considera ilevantable su figura en 2019 si pierde en Buenos Aires el año próximo. El otro, a su vez, estima algo semejante para su fantasía presidencial: si participa y lo derrotan en 2017, ni soñar con 2019. Aunque la política no sea como las matemáticas. De ahí que, como Cristina piensa en su traslado como posible representante de Santa Cruz, el legislador de Tigre evalúa abstenerse en 2017 y otorgarle un apoyo irrectricto de su facción a la Emile Zola bonaerense, la Stolbizer del Yo acuso. Una decisión compleja: para ciertos peronistas, esta mujer sin él es intragable.
Frente interno. Una ingeniería de destrucción planea Macri mientras se desvela con su propio frente, el de los PRO de la primera hora, los radicales y el esqueleto partidario que preside Elisa Carrió. Los propios miran por ahora, mientras la guardia de la UCR le reclama a su embajador Ernesto Sanz: quieren participar de la fiesta, no pagar la entrada y reservarse el derecho de admisión. Como si Cobos cuando se pasó al kirchnerismo y luego lo siguiera Moreau hubiera conseguido esas condiciones: no asumen su rol de socio minoritario. Al margen de las demandas gremiales, a los radicales les inquieta la novedad de los favores al peronismo por parte de Macri: son sus rivales en los distritos de todo el país, se vuelven imbatibles si disponen de recursos.
A ellos les duele más esta asimilación que a la Carrió, quien en todo caso denunciará a ciertas figuras indeseables como todavía lo hace con el mismo gobierno. Es su testimonio, aunque lo presida un resultado dudoso: ya no tiembla el Presidente como en los primeros tiempos, hasta le manda flores si algún acontecimiento lo salpica, mientras tanto conserva a los que ella señala con agravios y dedo acusador, de Daniel Angelici a Jorge Macri, entre una hilera de nombres.
Tal vez, también en el frente interno, haya que mantener a todos con vida, como si fueran peronistas que sirven a la nueva causa, una forma de prolongar la propia vida.