Señores pasajeros de este bondi a ninguna parte, tengo para ofrecerles hoy el último grito en aplicaciones: “Justicia por mano propia”. Descarga la ira, hace catarsis, amaina la furia, calma un poco esas ganas de acogotar a alguno. Es una opción saludable a las pastillas, polvos, fasos, licores, gotitas, globulitos, tarot, brujas, adivinos, terapias, mantras, autoayuda, grapas, alcoholes finos, que los desesperados consumen en Merca Libre. No tiene efectos secundarios. Ni restricciones. Es apta para niños desde la pubertad. Es decir: cuando todo les empieza a dar paja.
No interfiere, ni afecta, ni reemplaza la justicia legal. No recibe ni envía cartas documento al cuete, para simular ofensas y encubrir vergüenzas, como la que Kicillof le mandó a Beatriz Sarlo. No se notifica de comentarios hechos por giles o boludos. No es un servicio de inteligencia para hacer denuncias como las del diputado Tailhade. No transa con abogados, fiscales ni jueces. No coimea. No acepta mediaciones. No usa matones de sindicato para extorsionar o amedrentar. No absuelve ni sobresee, pero condena.
Es una idea amiga del medioambiente. Alerta sobre el cambio climático. Indica cuál es el límite de calentura ciudadana. Un camión recolector de la app recorre por las noches el sistema operativo. Recoge los restos orgánicos podridos, los humores malolientes, la pila de emojis indignados, los memes irónicos, los textos insultantes en redes sociales, el intercambio de amenazas por WhatsApp. Todo se descarga en la planta depuradora.
La función “olvido” amasa los bajos instintos con gotas de escenas previamente cargadas. Barrios, goles, amigos, parientes, amores, hijos. Selecciona fotos felices archivadas en los álbumes. Viajes, veranos, cumpleaños, cenas, abrazos, risas. Mezcla todo. Masajea. Estimula los sueños. El sistema sedimenta, filtra lentamente los fluidos tóxicos, contaminados con materia fecal. Los pasa en limpio. Los deja en claro. Inodoros, insípidos, incoloros. Aptos al despertar para beberse la mañana, darse una ducha, hacer café, regar sentimientos fértiles.
¿De qué hablamos todo el tiempo desde hace años? ¿Cuál es la necesidad común que tenemos? ¿A quién pedimos, reclamamos, exigimos? ¿Cuántos crímenes, dolores, llantos, alaridos, se desgañitan en uno solo, unánime, repetido miles de veces? ¡Justicia! ¡Quiero justicia! ¡Pido justicia! ¡Que la justicia alcance a todos los responsables! Sin embargo, así estamos. El Gobierno designa a un ministro para liberar a una procesada. La demanda es tan extraordinaria como escasa la oferta. ¿Qué hacer entonces?
¡Justicia por mano propia, señores pasajeros! ¡Para darse el gusto de dictar al menos una “condena social”! La pantalla los guía por el mapa del delito. Corrupción, afano, saqueo, estafa, asesinato, contrabando, robo de vacunas. Al cliquear en el tema de su interés, aparecen las pruebas, los documentos, las confesiones de los arrepentidos, las comunicaciones intervenidas, los cuadernos, las declaraciones de los imputados, los argumentos de la defensa, las excusas, las culpas que les echan a otros. Después de estudiar el caso, de escuchar los alegatos, al toque, ustedes deciden: “Culpable o inocente”. Si es “inocente”, el juicio termina ahí.
“Culpable” abre los castigos. Desde “que consiga un laburo honesto”, “que viva con la mínima de un jubilado”, “que se atienda en hospital público”, “que se vacune último”, para los cómplices hasta las sanciones más duras a los responsables. Como “cagarlo a trompadas” con un puño que golpea sobre la foto de un ladrón de vacunas, por ejemplo. No hay apelaciones ni indultos. El algoritmo no se deja apretar por nadie. Sea De Vido, Moyano, Massa, Báez, Insfrán o Aníbal Fernández. En el mundo virtual no todo es lo mismo. Los buenos son buenos, los malos son malos. Incluso los periodistas que aportan datos a la investigación son gente confiable. No es el caso de Duggan, Sylvestre o Rial.
Cuando este país injusto te sube la bronca, esta aplicación te la baja para que no tengas que salir a cometer locuras en el mundo real. ¿Quién más quiere financiar la idea? Cómo no, Marcos Galperin, enseguida estoy con usted.
*Periodista.