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ECONOMISTA DE LA SEMANA

La Argentina, esa “rareza” en materia económica

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| G.P.

“Hay países desarrollados, hay países subdesarrollados que están dejando de serlo, y, luego, está la Argentina”.

Se trata de una frase que se le atribuye a Mario Vargas Llosa, y aunque él niega su autoría, bien podría haber sido producto de su capacidad para decir mucho con pocas palabras. Sin embargo, la intensidad con la que diariamente se expresan las dinámicas de corto plazo de la crisis muchas veces no nos deja ver con claridad las de más largo plazo. Las que, por cierto, exhiben de manera brutal ese fracaso que es la Argentina.

La inflación, la escasez de reservas, la brecha cambiaria, la expansión del pasivo del BCRA (sobre todo, la de los pasivos remunerados) y la dinámica de la deuda en pesos no dan respiro. Y conforman una de las dimensiones en donde se pone a prueba la sustentabilidad de corto plazo del “programa aguantar” del ministro Massa. En paralelo, las consecuencias sociales de la inflación y de la falta de crecimiento (del producto y del empleo formal) generan un estado de tensión permanente entre los reclamos de las organizaciones sociales y la capacidad del Estado de atenderlos. No sabemos si el gatillo que acelerará la fase de corrección (reactiva) de la crisis provendrá de alguna de las dinámicas macro o si será la cuestión social el desencadenante. Pero luce cada vez más cuesta arriba que el Gobierno pueda evitar que alguno de los platillos con los que hace malabares no se le caiga al piso. Sobre todo cuando, tal como nos lo han hecho saber las máximas autoridades económicas, no habrá un programa económico y que no tenemos que esperar nada diferente de las actuales políticas económicas.

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De resultas, el Gobierno recita dos mantras bastante conocidos: “No vamos a devaluar” y “para bajar la inflación primero hay que crecer”. En cuanto al primero, el dólar soja 2 y las renovadas restricciones para importar reflejan la falta de instrumentos y la frazada corta en materia cambiaria. El segundo es casi una declaración de impotencia, que al dar vuelta la causalidad correcta (para crecer, primero hay que bajar la inflación), refuerza las dudas sobre la calidad del diagnóstico del Gobierno. Porque si hay algo que está claro es que con inflación no hay crecimiento posible.

Infografía PBI 20221210

Tal como puede verse en el gráfico, entre 1975 y 1990 el PBI de la Argentina se mantuvo básicamente estancando. Fueron los años de altísima inflación que arrancaron con el Rodrigazo y terminaron con las dos hiperinflaciones de fines de los años 80. Algo similar viene sucediendo desde que arrancó esta nueva etapa de alta (y creciente) inflación. El PBI es hoy similar al de 2011, y más allá de la volatilidad y de la fuerte caída y posterior recuperación que se produjo luego de la primera ola de Covid-19, está más que claro el estancamiento durante este nuevo período de alta inflación. Y que la estrategia del Gobierno de crecer para bajar la inflación es en síntesis un sinsentido.

De hecho, los últimos datos disponibles sobre la marcha de la actividad económica muestran señales de un nuevo estancamiento. La fase de recuperación de los niveles existentes antes de la pandemia se agotó, y son cada vez más los sectores que se van quedando sin aire, lo cual no debería sorprender, dadas las crecientes restricciones para acceder a dólares oficiales para pagar importaciones (la difícil puesta en práctica del nuevo sistema de importaciones –SIRA– se ha convertido en otro nuevo obstáculo para el acceso al mercado oficial de cambios). Pero la actividad de la construcción, no tan dependiente de importaciones como lo es la industria, también viene mostrando números negativos: de los últimos cuatro meses con información oficial, junio-septiembre, en tres la variación mensual de la serie desestacionalizada dio negativa (en septiembre fue del -2,9%). Por su parte, la actividad agropecuaria y sus cadenas de valor sufren las consecuencias de una pobre cosecha fina (sobre todo, trigo) y de las dificultades por las que atraviesa (dada la sequía) la siembra de la gruesa (maíz y soja). Solo algunos sectores relacionados con lo que podríamos llamar la inversión en recuerdos (turismo, consumos fuera del hogar) mantienen cierto dinamismo. Pero el estancamiento es más la norma que la excepción y es la otra cara de la moneda de las dinámicas nominales de crisis que caracterizan nuestro día a día.

Volviendo al largo plazo, el fracaso en materia de crecimiento se vuelve mucho más evidente si comparamos la performance de la Argentina con la de otros países. La tabla muestra el PBI en dólares a precios de hoy de 2001 y de 2021 y la relación entre el PBI de la Argentina y del resto de los países que, como ejemplo, hemos tomado para la comparación. Tanto respecto de los países más grandes como de los países más chicos de la muestra, la reducción del tamaño de la Argentina es impactante. Y eso que estamos tomando en cuenta (ver gráfico anterior) el período de fuerte expansión que va desde 2002 hasta 2008. La participación del PBI de la Argentina en la región se redujo de un 12% a un 9%. Y de representar el 20% del PBI chino hoy solo se llega a un 3% de este. En la región, de ser casi la mitad de Brasil, hoy no llega un tercio, y se ha reducido notablemente la ventaja que les llevaba la Argentina a países como Chile, Colombia y Perú.

El costo de quedarse con la fantasía de que hay que crecer para bajar la inflación y dejar el nivel de actividad económica librado a su suerte es inmenso. La Argentina es una rareza en materia de falta de crecimiento y de, por ende, pérdida de importancia en el contexto global. Al mismo tiempo, la pobreza y la marginalidad se han vuelto estructurales (tal como queda confirmado cada vez que se conoce un nuevo dato) y, a diferencia de lo que sostenía el presidente Fernández, no es fácil salir de ellas. En paralelo, las políticas sociales que buscan compensar las consecuencias de la falta de crecimiento y de la inflación se vuelven permanentes y cada vez más ineficaces en tanto y en cuanto no pueden ser financiadas sin comprometer la sustentabilidad fiscal y monetaria. Las dinámicas de crisis de largo y de corto plazo convergen y se realimentan por el momento sin solución de continuidad.

*Economista, director de Perspectiv@s Económicas.