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La hora del voto

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| Infografía G.P.

Pasaron cuatro años de aquel domingo 11 de agosto de 2019, cuando el viernes previo se suponía que Mauricio Macri no perdería en las PASO frente a la oposición y el domingo, una vez contados los votos, no solo Alberto Fernández había ganado la elección, sino que su Frente de Todos había sacado cincuenta por ciento más de votos que Cambiemos, superando a Macri por 16 puntos (48 a 32). 

Cuatro años antes, en las PASO del 9 de agosto de 2015, el Frente para la Victoria con Daniel Scioli como candidato único obtuvo 39% de los votos, mientras que Cambiemos había dividido sus votos entre 25% de Macri más casi 6% de la suma entre Ernesto Sanz y Lilita Carrió, mientras que el Frente Renovador también dividió su voto entre 12% de Sergio Massa y 6% de José Manuel De la Sota.

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Pero el debut de las PASO fue el domingo 14 de agosto de 2011, cuando Cristina Kirchner barrió con el 50% de los votos frente a una oposición fragmentada entre Ricardo Alfonsín 12%, Eduardo Duhalde 12%, Hermes Binner 10%, Alberto Rodríguez Saá 8% y Elisa Carrió 3%.

Desde que las PASO fueron instauradas por ley en 2009, siempre quien sacó más votos como precandidato a presidente también fue el más votado en las elecciones generales, y solo en las de 2015 donde fue necesario ballottage terminó perdiendo por poco más de un punto de diferencia el más votado –Scioli– en las instancias anteriores.

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La capacidad predictiva de esta gran encuesta nacional que también son las PASO es absoluta cuando hay uno o dos partidos o coaliciones que dominan la escena electoral y no así cuando hubo tres fuerzas competitivas, como fue en 2015 y como es hoy. Lo que indica que el día después de mañana comienza verdaderamente otro partido. 

Otro elemento con cierta capacidad predictiva es la situación económica de la población al momento de las elecciones. El gráfico más grande que acompaña esta columna, titulado ¿Cómo llegamos a las elecciones?, elaborado por el Estudio Marangoni & Rodríguez, compara la economía en las PASO desde 2015 hasta la fecha, incluyendo las elecciones de medio término de 2017 y 2021. Vale la aclaración de que no es igual el comportamiento de los votantes en elecciones legislativas que presidenciales. 

Una lectura simplificada indicaría que cuando la economía marcha bien triunfa el oficialismo y, de lo contrario, la oposición. Pero contraintuitivamente nos encontramos que en 2015 casi todos los indicadores económicos no eran negativos (en color verde) y, sin embargo, el oficialismo perdió. Mientras que en 2019 la gran mayoría de los indicadores eran malos (en color rojo) y, lo que era esperable, el oficialismo perdió. Lo mismo sucedió en las elecciones legislativas de 2021.

En 2023, la mayoría de los indicadores son negativos, pero hay varios en verde, esencialmente dos que son importantes. Por un lado, el empleo total registrado (en blanco), mayor en cantidad de personas desde que se tiene registro, y en salario comparado, especialmente contra 2019. Por el otro, el consumo privado que en gráfico de Marangoni & Rodríguez está +6% contra -1% de 2019.

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Cuando se le piden estos dos datos al Indec y la AFIP, indican que los salarios de los trabajadores en blanco son un 9% mayores que en el primer trimestre de 2019 previo a las PASO donde Macri salió derrotado (103 contra 94 de uno de los gráficos más pequeños que acompañan esta columna titulado Evolución del consumo privado y de los ingresos laborales). Y el consumo privado es un 11% mayor que previo a las PASO de 2019 (109 contra 98 del mismo gráfico).

Pero, paralelamente, los ingresos laborales de los trabajadores no registrados baja, haciendo que el total de ingresos laborales se reduzca  un 4% sobre las PASO de 2019 (en la misma serie de 87 a 91), lo que resulta esperable en trabajadores que no tienen la defensa de paritarias y sindicatos, pero resulta contraintuitivo con el aumento del consumo. Si la mitad del total de los trabajadores del país son no registrados y ganan menos, ¿cómo sube el consumo?

Allí comienzan las conjeturas: la aceleración de la inflación hace que las personas, aun las que podrían ahorrar, no ahorren, porque los pesos queman, y vuelquen todos sus ingresos al consumo. Otra es que el método con el que se mide el trabajo no registrado no sea preciso, ya que se trata de una encuesta (Encuesta Permamente de Hogares) donde responde un  integrante de la familia, mientras que el dato de los salarios registrados como del consumo privado surge de los informes de los propios empresarios: de lo que pagan de cargas sociales por sus empleados y del IVA de sus ventas, nadie informaría más de lo que realmente tiene que pagar.

Otro elemento que explicaría el mayor consumo y cierto grado de paz social, con más del ciento por ciento de inflación anual, es la cantidad del gasto en promoción y asistencia social como porcentaje del Producto Bruto Interno, que es  dos veces y medio mayor que en 2019: 0,4% del PBI contra 1% actualmente (segundo gráfico).

Cada vez que el consumo privado bajó, el oficialismo perdió la elección, y viceversa. Si el oficialismo no terminara haciendo una mala elección, quizás el crecimiento del consumo pueda ser una de las explicaciones como atenuante a varias otras señales negativas de la economía.

Pero como ya dijimos, no es la economía la única causa que orienta la preferencia de voto, lo que hace impredecibles a las elecciones, y a cada votación, un momento único y apasionante.

 

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