En estos días, se conocieron declaraciones de autoridades del Fondo Monetario Internacional, sobre el futuro argentino.
Se habla de la apetencia de los inversores ante las perspectivas de cambio, y al mismo tiempo de la necesidad de un ajuste y una devaluación.
Debo ser sumamente aburrido escribiendo una y otra vez el contrasentido de los consejos de este tipo, al tiempo de preocuparme que asesores económicos de candidatos adhieran a este concepto.
Lo que puedo inferir es el bajo o escaso nivel de conocimiento de finanzas y mercados que tienen muchos de ellos.
A saber…
El valor de la divisa es la resultante de los distintos componentes de una ecuación monetaria en un país. No es la causa de los valores, sino su consecuencia. Por ende, devaluar, revaluar, depende de valores asociados con la competitividad y con los flujos de capitales, más que con el deseo de ajustar o achicar el sector público.
En cuanto a éste, acordando que su expansión, sobre todo en los últimos años, ha sido demasiado elevada, la solución no pasa por ajustar: el “ajuste” conlleva recesión, ésta, menos recaudación y la automática necesidad de… ¡un nuevo ajuste!
La solución, en un país con nuestras características, es clara: agrandar la porción privada, simplemente frenando la expansión pública.
Y a su vez, aprovechar la corriente de capitales para dotar al país de la infraestructura de la que nadie se ha ocupado en la justa medida desde, seamos claros, el gobierno de Frondizi. Todos los demás han emparchado o aun empobrecido la red de comunicaciones terrestres, como por ejemplo los ferrocarriles. Hoy, muchos de los que se maravillan con el AVE de España, o el supertren de Japón, aplaudían a un presidente que sin que le temblara la voz decía “ramal que para, ramal que cierra”. O sea, resuelvo un conflicto gremial, matando el instrumento de comunicación por excelencia en la historia argentina, ése que nos llevó a tener el primer subterráneo de Latinoamérica, y logró que por 1920/30 fuéramos de las primeras cinco economías mundiales.
Argentina, para seguir con el tema trenes a modo de ejemplo, tiene una excepcional cohesión geográfica: un país sin líneas divisorias internas, sin cadenas montañosas o ríos que no se puedan atravesar. Por ende, mucho más pasible de lograr reeditar el ferrocarril, tanto para pasajeros como para cargas. Un tren moderno y rápido, que una Mendoza, Córdoba, Rosario, Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata, es algo tan elemental como sencillo y realizable.
Van a aparecer expertos seguramente a explicar lo antieconómico de esto: perderán plata. Mi respuesta: ¿cómo demonios hacen ustedes las cuentas? ¿Con el costo del pasaje? ¿Y qué hay del movimiento que genera estar bien comunicado? Hoy Mar del Plata, una ciudad excepcional, es espléndida en enero y febrero, y fantasmagórica el resto del año. ¿Y si un tren nos pusiera allí en un par de horas? ¿Qué pasaría con la gente que tiene propiedades, y viaja tres y cuatro horas por semana para simplemente ir a un country en Pilar si un tren la llevara en media hora o menos?
No podemos medir parcialmente la economía, y menos aún, ignorar las finanzas. Un ministro que decía que con la mitad de los bancos íbamos a estar mucho mejor, aún me pregunto dónde estudió sobre las leyes de mercado…Digo, porque a mí me han enseñado en distintas universidades de acá y de otros países que la ley de oferta y demanda funciona en el sentido de que a mayor oferta mejor calidad para la demanda…
La consecuencia financiera de esta idea es simple: somos uno de los países más subdesarrollados del mundo en financiamiento. Con sólo ver el gráfico adjunto, vemos la insignificancia de nuestro sólido pero extremadamente pequeño sistema bancario, con dos o tres nuevos jugadores en los últimos treinta años.
Ni hablar de la normativa del BCRA, propia del siglo XVIII, donde todo se resolvía con la garantía. Hoy en Argentina, ser una empresa, sobre todo una pyme que crece, vende más y por ende necesita más financiamiento, es ser alguien en problemas permanentes.
Y el mercado de capitales, ese gran motor de las economías desarrolladas, en nuestro país es insignificante en desarrollo de nuevas empresas cotizantes, en un corredor mirando más la especulación que la economía real.
La reciente reforma del mercado de capitales puede ayudar mucho. Pero depende de la reacción de los privados.
En definitiva, mencionando sólo un par de temas, vemos que no se trata de tomar medidas aisladas, basadas en las críticas (para eso somos todos excelentes en Argentina), sino en las propuestas concretas: yo quiero que el candidato que quiera mi voto me diga qué país sueña para 2020. Es por eso que me rebela que nos vengan a contar que el ajuste, que el dólar, que los salarios, que el gasto público. Eso es para criticar, algo que perfectamente lo es, pero no hay propuesta concreta de salida. Salvo la receta eternamente recesiva de la mal llamada ortodoxia del Fondo y los asesores, que repito por enésima vez, hacen de la crítica sin propuesta un modo de vida.
Cómo importar capitales genuinamente, cómo explotar con criterio nuestras riquezas, como desarrollar nuestra Argentina, es lo que tenemos que debatir.
Sí es negociable y opinable la forma, obviamente democrática. Es imperdonable no hacerlo.
Entonces, colegas, un poco menos de repetir siempre lo mismo y no se me ofendan, pero lean un poquito de Keynes, Krugman, Stiglitz y dejemos de escuchar cantos de sirena que nos llevan derechito a los arrecifes.
Y un mensaje para la reflexión de los empresarios, por si tienen dudas: ¿ustedes tomaron decisiones en los últimos 12 años basados en estas predicciones catastróficas? O como bien dice Juan Carlos de Pablo, ¿basadas en el “mostrador”? Señores políticos, usen la lógica, propongan planes integrales, no palabras que parecen inteligentes, y son sólo difíciles. Lo bueno, siempre es sencillo. Si es complicado de explicar, es verso o no sirve.
En adelante, debatiremos, pero con números en la mano. Basta de retórica, hasta para mí.