Una amiga me anotició de una tuitera que detesta mi trabajo. Me halagó ser leída con odio y fervor, pero me apenó el cuadro general de monitoreo y reprimenda. Fui a llorar la carta con Nacho Joshas, humorista y youtuber de Haedo, al frente de proyectos como Puto Inadaptado, rara avis de un momento en que los humoristas solo se permiten lo aprobado por la vigilancia bienpensante de red social. Ir a hacerme la víctima con él sirvió para constatar que el movimiento de género sigue amonestando a los propios (mujeres, gays, lesbianas) cuando no cumplen sus estatutos. Como buen habitante del oeste del Cono Urbano, Nacho se burla de las ínfulas primermundistas de los discursos de tolerancia y los disecciona en un combo que une a Puig con Copi y el gordo Porcel. Apunta a abrir los ojos sobre los usos que el poder hace de minorías a las que no toma en serio realmente.
“¿Qué te dicen si bromeás sobre justicia menstrual, deconstrucción, interseccionalidad o el aumento de siglas del colectivo LGBT?”, pregunté. “Que por qué no me meto con los fachos y la derecha –respondió–; ven todo muy linealmente y les alcanza con que alguien se defina como algo para creer que lo es. Los activismos cayeron en un supuesto descubrirse a uno mismo que no termina nunca y que distrae, justamente, de los problemas colectivos. No entienden que el poder más rancio tiene, hace tiempo, la capacidad de tomar la forma amigable del progresismo”.
Guardé el silencio respetuoso al que mi condición de blanca urbana hétero de clase media semiilustrada me obliga, y seguí paladeando mi choripán.