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Ficción

Los menos pensados

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Shumway. Autor de La invención de la Argentina. “Es un hombre cálido con un sentido de la ironía”. | cedoc

En estos días circula la edición aniversario de un libro que, publicado por primera vez hace treinta años, sigue explicando la deriva argentina, desde la fundación de la nación en adelante, con mayor lucidez, agudeza y comprensión que mucho de lo que se ha escrito, incluso por historiadores e intelectuales locales, sobre los enfrentamientos y desencuentros que, tras dos siglos de historia, empujaron al país a la banquina en la que yace hoy. Seguramente no es casualidad que el autor de ese libro, titulado La invención de la Argentina, sea extranjero. Un extranjero que vino por primera vez en 1975, en busca de una entrevista con Jorge Luis Borges (tuvo tres encuentros con él), pero que se encontró con fenómenos inéditos, el primero de ellos el Rodrigazo, que lo impulsaron a regresar frecuentemente y a interesarse y comprometerse con el conocimiento y el entendimiento de esta sociedad a menudo inexplicable incluso para los nacidos y criados con varias generaciones detrás.

Nicholas Shumway, el autor de La invención de la Argentina, nació en Arizona, fue profesor de la Universidad de Yale, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Texas y decano de Humanidades de la Universidad Rice (en Houston). Es un hombre cálido, amable, con un fino sentido de la ironía, un vasto bagaje cultural y un preciso poder de análisis y comunicación de los fenómenos que analiza. Presente en el país para la presentación de esta edición conmemorativa, protagonizó una intensa, ilustrativa y estimulante tertulia con un grupo de intelectuales, pensadores, comunicadores e historiadores convocada por el embajador Maximiliano Cernadas, cuya importante trayectoria diplomática incluye Berlín y Budapest, y su esposa, Cecilia.

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En ese encuentro se revalidó la vigencia de las ideas desplegadas por Shumway en su obra: los papeles antagónicos, de Alberdi, Sarmiento, Mitre y Urquiza, el sempiterno enfrentamiento entre nacionalismo y liberalismo (y el modo en que ambos son desvirtuados en su versión argentina), la irresuelta tensión entre Buenos Aires y el “interior”, la que muestra hasta qué punto la Capital es el punto de referencia del país, al que divide en un afuera y un adentro funcionando ella como vector. Esto y más adquiere en el libro una notable potencia reveladora.

Pero acaso la noción clave para comprender la Argentina incomprensible sea la categoría que Shumway denomina “ficciones orientadoras”. Las llama así porque son abstracciones, como por ejemplo las ideas de pueblo, o misión, o destino nacional, que acaso no se materializan tal como son imaginadas, pero orientan e inspiran a la nación en su conjunto, por encima de la diversidad que la compone. Por ejemplo, la creencia estadounidense de ser guardianes de la libertad y la democracia universal, el juramento de libertad, igualdad y fraternidad emanado de la Revolución Francesa, el destino imperial de Gran Bretaña enfrentada al continente, etcétera. En todos los países hay varias ficciones propuestas, pero una insemina el inconsciente colectivo y conjunta a la nación. En la historia argentina, como explica y demuestra Shumway, se sucedieron esas ficciones, algunas de ellas muy sólidas y bien argumentadas, pero ninguna logró superar la fragmentación y los enfrentamientos siempre extremos e intolerantes que atraviesan esa historia desde el nacimiento de la nación. Toda sociedad, todo país, necesita reconocerse y convocarse en torno de una ficción orientadora que le ofrezca un porvenir y un destino movilizadores. Cuando no los genera o no los encuentra, anda como un ciego en la tormenta y se aferra a cualquier promesa, queda a merced de los populismos (de derecha o izquierda), a la violencia, a los golpes de Estado y a los huevos de serpiente en los que se empollan figuras supuestamente providenciales que terminan convirtiéndose en los emergentes menos pensados (Menem, Kirchner, en cierto modo el propio Macri y ahora Milei), quienes, como el flautista de Hamelin, con la promesa de la libertad y el paraíso, llevan al pueblo a un nuevo círculo del infierno.

*Escritor y periodista.