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Menem, Kirchner, Argentina

¿Cuál es la estética como lenguaje actual del pos menemismo/macrismo y del pos kirchnerismo/cristinismo?

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Juntos: Menem-Kirchner, presidente y gobernador. | cedoc

La muerte de Carlos Menem provoca introspección política. ¿Cómo él pudo hacer lo que hizo en los 90 y por qué no pudo hacerlo Macri en 2015? ¿Cómo pudieron Menem y Kirchner ser parte del mismo partido?  Inmediatamente anunciada su muerte el domingo en Perfil.com Javier Calvo escribió: “Los procesos históricos se encadenan con eslabones diversos y que pueden explicar el siguiente. Entender el menemismo es entender el surgimiento del kirchnerismo” y el lunes en La Nación Claudio Jacquelin escribió: “Sin el menemismo no se explica el kirchnerismo”.

En la continuidad de los dos ismos del peronismo pos-Perón, está el ADN de una sociedad menos disímil de lo que se cree

La respuesta a cómo Menem y Kirchner pudieron ser del mismo partido puede extrapolarse de un párrafo de la “Carta abierta a la esperanza” que escribió el candidato presidencial Carlos Menem en 1988: “Siempre sostuve que el gesto más noble del político consiste en poner un oído en el corazón del pueblo y otro en la voz de Dios para escuchar con humildad el mandato de los tiempos”.

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El candidato que se exhibía como un caudillo federalista de patillas y poncho se transformó en el presidente más libremercadista y cosmopolita. Del mismo modo, el gobernador santacruceño que defendía las privatizaciones, la convertibilidad y hasta se alió con Cavallo en un frente electoral se transformó en el presidente que hizo del desarme de esa herencia económica de los 90 una forma de ideología. Ambas transformaciones encuentran su explicación más elegante en la frase “escuchar con humildad el mandato de los tiempos”.

Si lo que define al peronismo no es una ideología sino hacer lo que manden los tiempos, entonces la esencia del peronismo es la voluntad, un incansable libre querer sin límite y sin ley alguna.

Pero si es la voluntad el carácter de los líderes del peronismo (a veces desde la perspectiva de Schopenhauer, otras desde la de Nietzsche), ¿cuál es la particularidad de sus adherentes y que hace a los peronistas peronistas y, eventualmente, a los argentinos argentinos? ¿Cuál es el elemento de cohesión imprescindible que debe existir para amalgamar esas contradicciones dentro de una identidad tan duradera como el peronismo? ¿Y qué nos revela esa especie de quinto elemento de la quintaesencia de la Argentina?

Probablemente sea que el peronismo presta menos atención a la ética, porque los fines tienen una supremacía sobre los medios. Y también, la supremacía de la estética, en el sentido de crisol de costumbres, como significante privilegiado alrededor del cual se organiza el orden simbólico argentino, una superestructura de formas y hábitos (cultura) grabada en el corazón de las personas como un deber ser, como su Athos.

Es esa estética y no la ideología lo que hizo que Macri no haya podido ser peronista, incluso durante el tiempo que hizo alianzas electorales con Felipe Solá en 2009 y con Sergio Massa en 2013. Desde su lógica, Hugo Moyano pudo haber creído y proyectado que Macri se peronizaría (menemizaría) cuando en 2015 lo acompañó a inaugurar un monumento de Perón.

La antropología le asigna al concepto de “mana”, un poder espiritual cuya eficacia simbólica se vehiculiza a través de ciertos objetos o ciertas personas. En ellos se pueden combinar elementos que normalmente se rechazan entre sí. A ese “mana” como potencia diferencial del peronismo es al que se refería esperanzadamente el economista Guillermo Calvo en 2019 diciendo que el peronismo podría hacer las reformas que Argentina precisa, las que Macri no pudo hacer.

Frente al aspecto fugitivo de las cosas, es la estética la que le da forma a la materia inicialmente presentada como magma, caos o potencia, para cumplir el papel de mecanismo compensador frente a la tendencia natural a la pérdida de orden de todos los sistemas, lo que los físicos llaman entropía.

La estética como un “régimen relacional” que les permite a las personas acceder a un nivel de comprensión de la realidad que consume menos energía cognitiva que el proceso racional (epistémico). Como un conjunto de señales que rápidamente y de forma analógica permite ubicarse y ubicar a los demás en beneficiosos o peligrosos a priori.

Si el peronismo fuera la identidad esencializada de la Argentina, Macri pudo ser presidente porque primero fue  presidente de Boca y una parte de los argentinos lo creyó estéticamente peronista cuando la asfixia mental del cristinismo llegó a su cénit en 2015. Con el tiempo fracasó electoralmente cuando ya no pudo más sostener esa ficción.

Ese “pensamiento salvaje” (sensual) del peronismo representaría a más argentinos que lo que Philippe Descola llamaba “las tres divinidades conjuntas” del pensamiento europeo: la eficacia (técnica), la rentabilidad (económica) y la objetividad (científica). La sociedades, sus pueblos, aprenden a leer más fácilmente gramáticas visuales, porque les representan el mundo de forma diferente a las científicas. Menem y Kirchner, y también Cristina en distintas proporciones, a la manera de los artistas aprendieron a extraer esa energía diferencial de las masas, la chispa del choque entre dos piedras de la que hablaba Lévi-Strauss, para “pintar” su obra y lograr  encapsular su época, es decir, representarla.

La estética da forma a la materia en alguno de sus cuatro regímenes: crecimiento, molde, accidente o proyecto

Macri, con su fallido intento de recrear una lectura noventista del mundo como una forma de infantilización regresiva, contradijo la etimología del nombre de su partido, porque PRO es un prefijo latino que significa avanzar (progressus). Fueron libros viejos su inspiración, de una perspectiva económica previa y contemporánea a la caída del Muro de Berlín cuyo agotamiento en Occidente es cada vez más evidente.

¿Cuál es la estética como lenguaje actual del pos menemismo/macrismo y del pos kirchnerismo/cristinismo? ¿Es preciso para PROgresar un proceso de descondicionamiento de la mirada, o sea, alguna forma de superación de la grieta de los dos ciclos políticos anteriores que, como bien explicaron Javier Calvo y Claudio Jacquelin, son una forma de continuidad  de otros ciclos y obedecieron más a una necesidad pragmática que a una elección ideológica? ¿Surgirá definitivamente un peronismo republicano que las distintas renovaciones intentaron?

(Continúa en Estética de la existencia argentina: http://bit.ly/Estjf )