COLUMNISTAS
UN TIEMPO NUEVO

Milei y Patricia

La democracia representativa como la entendíamos hasta hace veinte años se derrumbó. Cambió la realidad. En vez del ábaco con el que aprendí mis primeros números, los niños juegan con computadoras. Cambiaron los objetos con los que compartimos la existencia; tenemos con ellos otras relaciones, somos una nueva especie. Desapareció lo que hace poco parecía bueno y eterno. Los candidatos deberían tener eso en cuenta. La buena comunicación política es la que genera conversación, como decía Manuel Mora y Araujo.

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Gótico Americano (After Grant Wood). | Pablo Temes

Hay políticos de mediana edad que acusan a las nuevas generaciones de que no razonan, no leen programas, son superficiales. No se ven en el espejo. Bastantes intelectuales y periodistas son más fanáticos que el votante común, exigen a la gente que vote “racionalmente” por sus sentimientos.

Creen que lo que le interesa al círculo rojo es lo que decide la votación de la gente común. Escriben programas que lanzan sin que nadie los recoja. Son solo amuletos que refuerzan sentimientos. Más allá de la teoría, usted, que lee estas líneas, ¿ha leído los programas de gobierno de los tres finalistas de la elección presidencial? ¿Cuántos de sus amigos y parientes lo han hecho? 

En diálogo público con Jorge Fontevecchia, dije que era difícil que Juntos por el Cambio llegue a la segunda vuelta. Inmediatamente aparecieron algunos indignados, que sin analizar ningún argumento, exigían que mienta que va a ganar una candidata porque es mi amiga.

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Comprendo su punto de vista. Algunos creen que si ganan podrían remediar los males del país y luchan para eso. Otros fueron empleados del gobierno anterior, ministros, embajadores o choferes, ansían que Juntos por el Cambio gane las elecciones para recuperar sus posiciones. Comprensible, pero no todos aspiramos a ser funcionarios. 

Los intelectuales debemos analizar la realidad más allá del entusiasmo de las bastoneras de la campaña. Ambos pueden ser útiles, pero tienen distintos papeles. Las unas van a los canales de televisión a mover la patita para entusiasmar a la hinchada y alegrar al jefe. Si la campaña está mal pensada, ayudan con su aplauso para que todo salga mal. Los otros son incómodos, estudian, chocan con cortesanos y barras bravas, los “sí jefecito” que habitan en las carpas del poder. Generalmente, aunque sean útiles, son antipáticos para líderes que no adulan.

Si como analista político digo que Kovadloff es más oído que Carlson, quedo como un idiota

Por formación intelectual y temperamento, trato de ser objetivo. Hace cincuenta años decidí que nunca sería candidato a nada y eso me ha ayudado a ser intensamente feliz. Trabajo con libertad y puedo reírme de los excelentísimos y santísimos, que por lo general tienen mucho de cómicos. 

En esta columna he analizado, durante quince años, las elecciones de muchos países, anticipando lo que pasaría. Nunca pesaron en el trabajo las simpatías o antipatías por un candidato. No soy partidario de nadie y no creo en los clubes de izquierda y derecha del siglo pasado de políticos que siguen discutiendo la guerra de Vietnam. Sistematizo información, asisto a seminarios, me entrevisto con líderes políticos y académicos de todo el continente, para intentar comprender racionalmente lo que ocurre.

La democracia representativa como la entendíamos hasta hace veinte años se derrumbó. Cambió la realidad. En vez del ábaco con el que aprendí mis primeros números, los niños juegan con computadoras. Cambiaron los objetos con los que compartimos la existencia; tenemos con ellos otras relaciones, somos una nueva especie. Desapareció lo que hace poco parecía bueno y eterno. 

Hace algunos años conversé con Ray Kurzweil, autor de La singularidad está entre nosotros, un libro en el que afirma que el cambio radical de todo ya se había producido hace décadas. Está en nuestra casa, en nuestro celular. Nuestra mente es distinta, pero no lo verbaliza la mayoría de la gente. Muchos políticos toman cursos de oratoria, conversan de temas obsoletos, mientras la mayoría de la gente vive ya la singularidad.

Cuando hice mis críticas a la campaña de Patricia, fueron técnicas. No milito en nada. Ojalá quienes trabajan con ella puedan corregir una campaña que los lleva al desastre. En pocas semanas veremos si yo estaba equivocado y ellos se instalan en la Rosada.

La dolarización tiene el rechazo de todos los economistas que ofrecen hacer ajustes

Me formé en Argentina en los 70, fui discípulo de Manuel Mora y Araujo, un intelectual excepcional que escribió El poder de la conversación, libro de lectura obligatoria para quien quiera ser analista o un político que supere la charlatanería. En él dice Manolo algo que repitió en todas las universidades en las que compartimos foros: la comunicación política, si es exitosa, provoca conversación. Si nadie se interesa por lo que comunica el candidato, va a perder.

La semana anterior estuve en Puerto Madryn, invitado por el IAEF, para pronunciar una conferencia sobre la política latinoamericana y la revolución tecnológica. 

Gracias a PERFIL y a la generosidad de amigos periodistas que suelen invitarme a programas de TV, tengo una relación cálida con muchas personas y, entre los aeropuertos y la conferencia, me tomé un poco más de ochenta selfies. Todos me preguntaron acerca de Javier Milei, querían saber si lo conocía personalmente, qué opinión tenía de él. Esa misma semana Patricia había lanzado su programa de gobierno y presentado a su futuro gabinete. Nadie me preguntó sobre eso.

Patricia lanzó el libro De un día para otro, sexto de su autoría, en el que explica lo que hará en las primeras horas de su presidencia. La presentación la hizo Santiago Kovadloff, intelectual conocido, sobre todo entre los electores de más de sesenta años. No tuvo ningún impacto. Si siguiendo los consejos de Mora y Araujo, íbamos esa noche a los boliches de Recoleta, habríamos constatado que nadie conversó sobre el discurso del filósofo y las propuestas de la candidata.

En esos mismos días se publicó la entrevista que le hizo a Milei el periodista norteamericano Tucker Carlson. Según lo que informó LN+, tuvo 360 millones de visitas, equivalente a cinco veces la población de toda la Argentina. Tal vez, después de Messi, Milei es el argentino sobre el que más se habla en el mundo.

Si como analista político aparezco diciendo que Kovadloff es más oído que Carlson y que fue escuchado por más de 360 millones de personas, quedo de idiota. La campaña de Milei es una avalancha de hechos curiosos. En este momento es un líder del que se habla en todo el mundo. Cuando asoma con una motosierra en una manifestación, recibo preguntas de todo lado acerca de quién es el personaje. 

Se pueden anotar muchas otras cosas sobre la campaña de Patricia, pero desde nuestra perspectiva, una de las más importantes es el tema mujer. En las campañas que hizo el PRO, durante más de una década, las mujeres ocuparon un papel central. Sin la presencia de Gabriela Michetti, seguramente Macri no habría ganado la Jefatura de Gobierno. Si en 2015 hubiese sido candidato a vicepresidente un político de trayectoria intachable, como se propuso en la mesa chica, se habrían perdido las elecciones por cuatro puntos. Mauricio ganó gracias al apoyo de María Eugenia Vidal como candidata a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Su presencia y la de Gabriela, que lo acompañaron todo el tiempo, fueron vitales para el triunfo. Tuvo también un papel muy importante la presencia de una mujer de la categoría de Juliana Awada y también de Antonia, la niña maravillosa que bailó con él en el balcón de La Rosada el día de la posesión. El elemento mujer fue analizado en detalle en la estrategia de todas las campañas. Hay cientos de páginas escritas sobre el tema.

Momento de outsiders

¿Por qué en este año tomaron la decisión de que Patricia se muestre como una vieja política y no como mujer, madre, abuela?  Es una decisión importante que seguramente fue discutida por la mesa chica estratégica. Patricia es en la realidad una mujer inteligente y agradable, usó una comunicación de ese tipo durante la pandemia. ¿Tomaron la decisión estratégica de esconder sus atributos humanos, para aburrir a los electores? Milei y Massa no tienen especial suerte con el electorado femenino. ¿No era elemental aprovechar que Patricia era la única candidata mujer? En mi forma de analizar las campañas, ese fue un grave error. He mencionado el tema en una decena de libros que he publicado. Creo que es una línea fundamental de la comunicación política. 

En la construcción del proyecto de Macri participaron decenas de personas que hicieron posible su éxito. Existió una mesa chica de reflexión estratégica que durante más de diez años orientó un alud de triunfos electorales. Colaboraron también decenas de personas, en el equipo de discurso y en otras instancias. Todos fueron muy importantes para el triunfo del proyecto. Ningún miembro de la mesa chica y casi ninguno de los equipos técnicos colaboraron con la campaña de Patricia ni con el equipo de Macri. Son de lo mejor que existe en el continente, varios trabajan conmigo en otros países. 

En la campaña de Milei hay un ambiente similar al que vivimos cuando Macri saltaba el bache y sus seguidores repartían globitos riéndose de la indignación del círculo rojo. Algunos se asustan ante su originalidad, que provoca temblores entre los viejos símbolos del sistema. Se equivoca cuando retrocede en nombre de una sensatez, que no es la que lo distingue. Si Bergoglio lo llama Adolfito, bastardeando el tema del Holocausto, eso le viene bien. Aunque lo ataque en una rueda de prensa en la que aparezcan Ermeregildo Sena, Capitanich, el Caballo Suárez, el Pata Medina, monseñor Zaffaroni y otros de sus amigos. Cuando lo exorcizan los gerentes de las empresas del pobrismo, vestidos de curas, le dan más votos. Uno de sus méritos es haber roto esquemas y hablar de lo que un grupo de activistas prohibió durante años. 

La dolarización tiene el rechazo de todos los economistas que ofrecen hacer ajustes. Bien comunicada, le puede significar el triunfo en una vuelta. 

¿Quiere decir esto que todo está dicho? No. Es posible que Massa o Patricia ganen las elecciones en este mundo líquido, si actúan con estrategia y disciplina, interpretando lo que siente la gente, bajándose de la historia a la vereda por la que transitan los mortales.

Si hicieron desaparecer los elementos femeninos de Patricia, en el caso de Massa fueron más radicales: desaparecieron a las mujeres. El candidato aparece siempre en escenarios solemnes, hablando con hombres, muy ricos. Cuando son millonarios proletarios, visten camperas y vaqueros de marca; cuando son empresarios, se ponen trajes. Casi nunca hay una mujer o un joven normal. Cuenta, sin embargo, con un aparato enorme y un plan “platita” para regalar todo a todos. Si hace bien las cosas, podría ganar.

* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.