COLUMNISTAS
la politica ante la protesta social

Nace un niño en la calle

20191509_acampe_carpa_9dejulio_telam_g.jpg
Acampe. Movimientos sociales demandan más y mejor atención del Estado. | Telam

La presidencia de Macri termina con una impostergable ley de emergencia, para llevar plata a los comedores donde se alimentan los más pobres de los pobres. Ya que se persigue a Alberto Fernández con el archivo de los diarios, consultémoslos sobre Macri.

2015. El 10 de diciembre de 2015, cuando asumió, Macri dijo ante el Congreso: “Para que haya en realidad pobreza cero necesitamos generar trabajo, ampliar la economía, aprovechar los enormes recursos naturales y humanos que tiene la Argentina. Vamos a cuidar los trabajos que hoy existen, pero sobre todo a producir una transformación para que se multipliquen las fuentes de trabajo porque esa es la única forma de que haya prosperidad donde hoy hay una pobreza inaceptable”. Casi cuatro años después, el Gobierno se retira sin cumplir uno solo de esos objetivos. Ignorancia, intereses de clase, predominio del capitalismo financiero. Marque usted lo que le parezca o agregue otros motivos.

Macri no mejora si recordamos que Aníbal Fernández dijo que la Argentina tenía menos pobres que Alemania; o que Kicillof, defendiendo la caricatura en que se había convertido el Indec, nos ilustró con la paradoja de que contar pobres era estigmatizarlos. Macri no mejora por estas torpezas del kirchnerismo. Las equivocaciones fatales y los límites de un político no mejoran si se recuerda que otros políticos se equivocaron antes.

Al macrismo no le queda tiempo, salvo que se equivoquen los pronósticos sobre las próximas elecciones. La ley de emergencia alimentaria va a tener que pagarla el próximo gobierno, y pese a los raptos de optimismo, ese Ejecutivo nacional no será ocupado por el actual presidente. A los que llegarán en diciembre, cualesquiera sean, les espera la misma irónica pregunta: ¿Así que quieren gobernar? Bueno allí tienen, allí está la pesada herencia de desocupados, pymes cerradas y gente con hambre. Vamos a ver si les da el cuero para arreglarse.

Frente a esto, si el próximo presidente es Alberto Fernández, tendrá solo una condición favorable. Nadie piensa que está bien hoy con Macri. Ni el presidente de la UIA, ni el de AEA. Probablemente solo lo quieran quienes jugaron a las finanzas.

2019. El jueves 12, el Congreso sesionó y aprobó una ley de emergencia alimentaria. Afuera, las organizaciones sociales ocuparon la Avenida de Mayo desde Sáenz Peña hasta Entre Ríos. Desde el miércoles los grupos de izquierda acamparon en la 9 de Julio. Los que marcharon y los que acamparon estaban separados no solo espacialmente sino por el tipo de reclamo. Las organizaciones de izquierda consideran que la ley de emergencia alimentaria es una estrategia dilatoria. Supongamos que lo sea. Pero, además de aplacar la lucha por algunos días, también habría que considerar que puede aplacar el hambre.

 Desde la media mañana del jueves, la Corriente Clasista y Combativa, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, el Movimiento Evita, y las banderas que identificaban a los municipios del cinturón pobre del GBA ocuparon la calle y la plaza frente al Congreso.

Sentadas en el suelo, mujeres con chicos esperaban, y las que podían se compraban algún sándwich a 40 pesos la unidad. Junto a ellas, hombres jóvenes. Todo mezclado en una especie de desorden desprolijo o de orden precario, como sucede en estas manifestaciones desde hace años. Siempre iguales, mujeres sentadas en el suelo o en el cordón de las veredas, con las piernas abiertas que protegen a un chico, o con las piernas plegadas, para brindarle más seguridad, mientras sostienen sus botellas de gaseosa de cuarta marca a medio consumir. Mujeres amamantando en la calle, componiendo el cuadro que la mayoría conoce por la televisión o alguna foto impresa. Cuando las columnas se mueven, esas mujeres cargan con todo lo que han llevado desde el barrio o la villa: bolsos y criaturas transportables.

A la puerta de los bares de Callao, a una o dos cuadras del Congreso, había largas colas. En una cadena de hamburguesas se exigía comprar un helado a cambio de recibir un numerito que habilitaba a hacer la fila y entrar al baño. En el resto de los bares y locales de cadena solo era necesario hacer la cola. Rodríguez Larreta, tan minucioso para decorar la Ciudad, no pensó en gastar unos pesos en baños químicos. Total, esa gente no lo vota, y a lo mejor ni siquiera tiene una letrina.

Lo que faltaba. De todas las marchas que he presenciado, en esta sucedió algo inesperado. En el comienzo de la Plaza del Congreso, a media cuadra de El pensador, de Rodin, justo frente a Plaza Lorea, antes de mediodía una mujer parió a su hijo. Llegué en el momento en que partía la ambulancia con la madre y el recién nacido (ninguno de los presentes usó la locución “hije” ni “nacide”). Me lo contó una emocionada salteña, todavía joven, sin dientes, habitante de una villa bonaerense, que creía que era una buena señal. Quizás la mujer había empezado con los dolores de parto, quizás no sucedió el nacimiento en la calle. Yo solo había visto la ambulancia cuando se alejaba.

Es posible que haya pasado antes, en otras marchas o manifestaciones. Pero era más probable que sucediera en esta, donde los pobres caminan sin otro recurso que su presencia en la calle. Sobre todo, esas mujeres, cargando hijos, porque son lo que les ha tocado en la vida y su única imagen de futuro. No dicen que las “empodera”, tampoco que los han elegido, ni que los rechazan. Los cargan y tratan de que no lloren de hambre.

La salteña no dramatizaba algo que para ella era natural y auspicioso. Para el recién nacido, la marcha será una curiosa anécdota, si tiene pan y trabajo cuando la recuerde. Pero hoy, el parto de una madre pobre y sola en una marcha exhibe una carga simbólica insuperable. Los excluidos no son una clase social, son un agujero negro.