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OPINIÓN

Negacionistas de la moderación

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Moderados o polarizados. El duelo que cruza a las coaliciones. | CEDOC

No es de hoy, es desde hace años. La mayor tensión política que viene cruzando a la Argentina no es entre proteccionistas y liberales o keynesianios y ortodoxos. Ni siquiera ya es entre peronistas y antiperonistas. 

La principal fractura que le suma conflictividad a la pugna habitual entre los distintos sectores económicos, es la que atraviesa a la sociedad entre moderados y polarizados

Antimoderados I. Entre los primeros hay proteccionistas, liberales, keynesianos, ortodoxos, peronistas y antiperonistas. Entre los segundos, también. Por eso, a unos y otros los define menos la ideología que las formas en que las expresan. Y la tensión entre las formas de los unos contra las formas de los otros, lo que representa es la lucha de fondo para definir si el futuro inmediato del país será moderado o polarizado.

En nombres propios, ese duelo se sintetiza en Cristina Kirchner vs. Alberto Fernández en el oficialismo, y Mauricio Macri vs. Horacio Rodríguez Larreta en la oposición.

Los cuatro se enfrentan como anticipo del enfrentamiento final en las próximas elecciones presidenciales. Allí se votará cuál será el clima de época que se impondrá y cuál será la persona que la mayoría elija para encarnarlo. 
Mientras tanto, cada semana se evidencia más aquella tensión.

Este jueves, el vocero informal de la vicepresidenta, Andrés “Cuervo” Larroque, decidió hacerlo explícito: “La fase moderada está agotada… Se intentó y no ha funcionado. Tenemos que recalibrar y no podemos seguir atrapados en ese laberinto.” 

Es difícil rebelarse al show de la grieta. Se requiere coraje para enfrentar los gritos de la grieta

Para que no quedaran dudas de la autoría intelectual de la ruptura, señaló que la única dirigente que genera esperanza es Cristina.

Hubo otros dos exponentes de la antimoderación dentro del oficialismo que reclamaron en el mismo sentido. 

Una fue Hebe de Bonafini, quien atacó al Presidente por hablar “en canales de mierda y hacer negocios con los yanquis” y “estar en la lista de los grandes mentirosos”. El otro fue Juan Grabois, quien lo llamó “muy cararrota” y lo instó a poner “las pelotas arriba de la mesa” para indultar a Milagro Sala.

Antimoderados II. En la oposición, Macri hace lo mismo con Larreta: cree que el futuro presidente debería ser alguien que exprese la dureza sin matices de Patricia Bulrrich, de la que Larreta carece; y eficiencia de gestión, bandera del jefe porteño. La conclusión a la que el ex mandatario ahora habría llegado es que el destino lo vuelve a elegir como el único que reúne ambos requisitos.

Los recientes ataques de Macri al Gobierno, son los que tendrían que estar, según él, en la boca de Larreta. Y como eso no ocurre, siente la obligación de verbalizarlos. De allí que, en los últimos días, haya tratado a Alberto Fernández de “desencajado”, “fuera de quicio” y “fuera de sí”, a su visita a Sala como “una peligrosa amenaza a todo el orden democrático”, a su política exterior como “un mamarracho” y a su gestión como “un desgobierno” cuyo “único plan es la impunidad”.

Su polarización se asocia con la de Javier Milei, el más extremo de los extremos. Su cercanía con el libertario es lo que más conmociona a las “palomas” de la oposición. Porque es el mismo Milei que trata a Rodríguez Larreta de “zurdo de mierda, sorete, gusano arrastrado y pelado asqueroso”.

¿Cómo sigue la relación de Macri con Larreta, después de reiterarse las mutuas muestras de simpatía entre Macri y el dirigente que más insulta a Larreta?

La respuesta “la relación personal está quebrada” es la misma que se repite, con distintos niveles de gravedad, en la oposición y en el oficialismo para describir el vínculo que une a Macri con Larreta y el que une a Cristina con Alberto.

¿Más o menos grieta? Los negacionistas de la moderación tendrán éxito electoral mientras haya una mayoría que siga creyendo que la crisis argentina de la última década no está asociada a la grieta sino a que no se la cavó lo suficiente. 

Son los que entienden que el fracaso de los gobiernos de distinto signo ideológico en estos diez años, no guarda relación con que unos y otros gobernaron con el mismo relato estigmatizador que genera desconfianza e incertidumbre permanente. Junto con Cristina y Macri, concluyen en que el éxito del país solo sucederá cuando unos venzan definitivamente a los otros. 

Cristonita

Sería la deuda pendiente que ambos dirigentes vendrían a saldar de regresar al poder.

Si los sectores que creen esto siguen siendo mayoría dentro de un año, quienes perderán las elecciones serán Rodríguez Larreta, radicales como Facundo Manes y Gerardo Morales; y cualquier peronista que decida enfrentar al cristinismo.

Se podría decir que los pasados comicios presidenciales marcaron un primer indicio de que esos grupos más polarizados ya habían dejado de ser mayoritarios. Para no perder en 2019, Cristina se vio obligada a ceder su lugar a alguien que se mostraba dialoguista; que fue, al mismo tiempo, quien venció a Macri. 

Otro indicio del agotamiento de la grieta, expresada a través de sus dos exponentes más relevantes, lo daría la alta imagen negativa que ambos conservan.

Una última encuesta de Management & Fit a nivel nacional, señala que el 71,6% pide que la dirigencia política trabaje “en el consenso para buscar soluciones” y que al 69,6% le preocupa entre “mucho” (42,1%) y “algo” ((27,5%) la ampliación de la grieta.

¿Será así?

El fin justifica (a) los medios. Ese supuesto nuevo clima de época que empezó a asociar la polarización extrema con el fracaso, no es el que se refleja en tantos medios. Si esos medios son un buen espejo de sus audiencias, lo que se ve es que siguen existiendo sectores importantes que están convencidos de que el otro es un enemigo y que todo lo que hace está motivado por la maldad. 

Malignamente Cristina

Esa es la razón profunda de la negación del consenso: en ninguno de los lados de la grieta se concibe que el Bien deba sentarse a dialogar con el Mal.  

En la representación mediática de la grieta, el otro siempre aparece guiado por una ambición desmedida y corrupta y todo lo que dice y hace es para beneficio propio o de su entorno. No importa que la información sea correcta ni que haya que tomarse el trabajo de chequearla. Consciente o inconscientemente, el fin justifica (a) los medios y es tan loable que, para alcanzarlo, valen los insultos y las descalificaciones.

El futuro inmediato de la Argentina no será moderado si no se consolida una mayoría ampliada que lo sienta necesario. Es cierto que si esa condición no se da, tampoco podría surgir una persona capaz de construir consensos. Aunque también es cierto que los dirigentes pueden acelerar o ralentizar el devenir de los procesos históricos.

Pero es difícil rebelarse al show de la grieta. 

Deberían ser líderes definitivamente convencidos de que sin acuerdos no habrá plan económico que funcione en forma sustentable. Y que, además, tengan el coraje suficiente para enfrentarse a los gritos de los otros y de los propios.

Quizá los anime saber que Zeus, el dios de dioses en la mitología griega, concede el triunfo a los moderados.