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CHINA-EE.UU

No hay tal Guerra Fría

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Xi Jinping. | Pablo Temes

Se ha puesto de moda, tanto en ámbitos académicos como periodísticos, hablar de “La nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos”. Esta expresión, aunque no del todo exacta, cuenta con algunas ventajas: Por un lado, todos sabemos lo que fue la Guerra Fría original, por lo cual es fácil de transmitir.  En segundo lugar, explica relativamente bien toda una serie de fenómenos que se vienen dando en la relación China-EEUU. Por último, permite cierto relax intelectual a los académicos, y brinda un marco estratégico para mirar el mundo a los tomadores de decisión. Todos contentos. Sin embargo, la complejidad de las relaciones internacionales en el siglo XXI, no permite la comparación, y mucho menos la pasividad analítica. Más bien, todo lo contrario.

El problema con la utilización del concepto “Guerra Fría” para referirse a la competencia tecnológica y comercial entre China y Estados Unidos, no es una exquisitez académica. Por el contrario, leer la situación vigente como una Guerra Fría, podría llevar a errores de diagnóstico, que derivarían en tomas de decisión inadecuadas. Errores que el mundo del siglo XXI, no da mucho margen para cometer.

A grandes rasgos podemos destacar tres elementos que diferencian la situación actual del sistema internacional post segunda guerra mundial, y que, consecuentemente, imposibilitan hablar de una nueva guerra fría.

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En primer lugar, vivimos en un mundo con muchos más actores que el que dio origen a la guerra fría. Parece una obviedad decirlo, pero si en 1945 fueron 51 los Estados que se unieron a las Naciones Unidas, hoy hay más de 190. Esto configura un mundo donde el poder está mucho más disperso, y ubicado en diferentes tableros, como expresa Joseph Nye. Amitav Acharya lo llamó mundo Multiplex, Ian Bremmer, mundo del G-0 y Richard Haas mundo no polar. Independientemente de nombre que queramos ponerle, todas estas ideas nos alertan sobre la imposibilidad de pensar el sistema internacional en bloques. Al menos no en dos.

En segundo lugar, la naturaleza de los nuevos actores del sistema internacional también es distinta. Hoy las empresas privadas, especialmente las tecnológicas, son una parte fundamental del juego geopolítico. Y si bien cada Estado busca posicionar y proteger a sus BigTech, las empresas no tienen bandera, ni ideología. Así como tampoco las tiene la nube, o la inteligencia artificial. La colaboración entre empresas chinas y norteamericanas es mucho más fuerte e indispensable de lo que el propio concepto de guerra fría podría admitir. La complementariedad se impone sobre la competencia.

Por último, la vocación hegemónica y universal de ambas potencias es cuestionable. ¿Están China y Estados Unidos buscando expandir su modelo ideológico-institucional por el mundo? La respuesta admite una reflexión profunda. El modelo de política exterior chino, con más de 3000 años de experiencia en el manejo de las relaciones internacionales, es altamente pragmático y muy poco ideológico. Y algo similar, aunque en menor medida, vemos en la administración Trump.

Todo esto hace que sea muy difícil hablar de “Guerra Fría” en el contexto actual y nos obliga a repensar las categorías con las que entendemos las relaciones internacionales.

El mundo se encuentra en un proceso de cambio que no puede compararse a ningún otro en la historia de la humanidad. El sistema internacional del siglo XXI es mucho más complejo que el del siglo XX. Por eso, los marcos analíticos que antes utilizábamos resultan incompletos para comprender la nueva realidad. No podemos usar categorías antiguas para explicar algo novedoso y disruptivo.

Adaptar estos marcos analíticos implica uno de los procesos más difíciles, especialmente en el acartonado mundo de las relaciones internacionales: desaprender lo que dábamos por sentado. Repensar las propias bases que edificaban nuestra comprensión del mundo.

El desafío es grande, pero el tiempo corre. Y el mundo no espera.

*Politólogo. Centro de Estudios Internacionales (UCA).