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Petit réquiem belga

Miguel Decleire 20230929
Miguel Decleire | Facebook

Miguel Decleire, mi amigo, acaba de morir. No era mucho más grande que yo; se lo llevó la primavera. O el otoño, porque era belga.

Integraba junto a Stéphane Olivier y Bernard Breuse la icónica compañía Transquinquennal, y fue el incansable gestor que logró montar algunas de mis obras, incluso una escrita a pedido de él: Philip Seymour Hoffman, por ejemplo, inspirada en la muerte de aquel actor y el misterio eterno de la impostura y la actuación. Miguel hacía de Philip –entre otras cosas– y encaraba, como una broma macabra, su propia muerte como una estafa.

La semana pasada, su hijo lo halló muerto en la cama, sin signos de haber sufrido. Su corazón se fue en la noche, simplemente, como quien baja el telón una vez más.

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La confusión que nos deja esta tristeza es inenarrable. Era un hombre luminoso, abierto, inquieto, políglota. Nos hablábamos en castellano, con su acento castizo de Bruselas. Gozo del privilegio de saber que en su memoria, que ahora se ha apagado, había líneas que salieron de mi pluma; esos textos que nos vincularon de manera interminable están ahora definitivamente lanzados al gran misterio.

Hace cinco años Transquinquennal viene actuando su disolución, con montajes que ilustraron las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. Su última obra, Là maintenant, se estrenaba en diciembre.

Tras derribar muchas barreras narrativas, la cuarta pared, las jerarquías y el precio –la obra es gratis– indagan qué habrá tras el duelo: el devenir, a partir de esta observación: “Si no hay solución, es que no hay problema”. No sé quién, qué, cómo, cuándo, llenará este vacío. ¡Hasta que nos reencontremos, Miguel! Será en el próximo viaje.