COLUMNISTAS

Refugiados del siglo XXI: Prisioneros de esperanza

La policía cargó contra un grupo de refugiados con gas pimienta y un cañón de agua.
| AFP/AP

El vocablo éxodo proviene del latín “exodus” y significa salida. Fueron 400 los años de subyugación y esclavitud a los que se vieron sometidos los hebreos en el antiguo Egipto. La propiedad que se ejerce sobre una persona implica cosificación total. Su propia naturaleza se torna en un mero objeto. No existe la más mínima posibilidad de proyección cotidiana. Las tareas ya asignadas determinan cada una de las conductas humanas. La condición de paria social en tanto objeto humano cosificado, provoca una hendidura de tamaña envergadura en la esencia misma del hombre.

Europa atraviesa hoy la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Son cientos de miles las vidas en éxodo. Escapan de sus propios países en calidad de víctimas de guerras y miseria. Europa se ha convertido en la “tierra de esperanza” que alberga a refugiados provenientes en su mayoría de Siria, Irak, Afganistán y Eritrea. Los principales ingresos operan desde Grecia e Italia denominados “puntos calientes”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Frontex, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión Europea, reportó 340.000 inmigrantes entre enero y julio de 2015.

Luego de haber fracasado la reunión del 14 de septiembre del Consejo de Ministros de Interior de la Unión Europea cuyo objetivo era el traslado de 120.000 demandantes de asilo, el pasado 17 de septiembre, el Parlamento Europeo logró aprobar con 370 votos a favor, 134 en contra y 52 abstenciones, la iniciativa presentada por la Comisión Europea en pos de reubicar a todas las personas carentes de protección internacional que demandan asilo desde Italia, Grecia y Hungría hacia otros países de la UE.

La propuesta de la Comisión prevé trasladar a 120.000 solicitantes de asilo desde Italia (15.600), Grecia (50.400) y Hungría (54.000). A esa cantidad hay que sumarle 40.000 solicitantes de asilo a trasladar que se ubicaban en los “puntos calientes”, es decir, Grecia e Italia totalizando así 160.000.

Hungría ha sido uno de los países que se opone a la reubicación. En tal sentido, no desea acogerse al mecanismo de reparto. El pasado viernes 18 interceptó 7.852 refugiados en su territorio, mayormente provenientes de Croacia. Pese a ello, el Parlamento brega por el traslado obligatorio que opera conforme a la capacidad de absorción de cada Estado miembro bajo determinados criterios que arrojan porcentuales de ponderación: población (40%), PIB (40%), media de solicitudes de asilo recibidas entre 2010 y 2014 (10%) y tasa de desempleo (10%).

Se ha fijado un estimulo económico que asciende a 6.000 euros por persona reubicada de modo que sea cada vez mayor la cantidad de Estados miembros participantes. Asimismo, cada país desde donde son trasladados los solicitantes de asilo recibirá, para cubrir los gastos de transporte, 500 euros por persona.

El desafío es doble. Por un lado, el gobierno de Ángela Merkel ha encontrado sin duda la oportunidad para revertir la imagen negativa tanto política como social gestada a partir de la crisis griega. Por el otro, la esencia misma de la Unión Europea pende de un hilo debido a la fragilidad que ha demostrado el espacio Schengen que permite la libre circulación de personas en Europa.

El primer mandatario francés, Francois Hollande, remarcó sobre los peligros que atentan contra el espacio Schengen: "… si no hubiera control de las fronteras exteriores, los Estados van a restablecer de una u otra forma las fronteras nacionales... estaríamos obligados a restablecer los puestos aduaneros, de control en los medios de transportes, y sería el fin de Schengen entendido como un espacio controlado que garantizaba la libertad de circulación".

Este retroceso lleva a la Unión Europea al plano de la retaguardia, del atrincheramiento puertas adentro en la historia completa de su integración. La supranacionalidad exige dejar a un costado las individualidades para alcanzar consensos aún mayores que integren al resto y, por ende, modifiquen positivamente políticas nacionales.

Al punto en el que llegaron los acontecimientos, la UE se encuentra frente a su mismo dilema existencial: profundizar el federalismo y trazar una política migratoria para toda la Unión o dar cabida a los nacionalismos bajo la defensa de la soberanía de cada Estado miembro.

Si se quiere ver realizado el objetivo al que apunta la Unión cual es el logro de la plena integración de la región, es preciso eliminar los costos que ocasionan la ausencia de una política comunitaria transfronteriza.

Todo éxodo lleva consigo un nuevo comienzo. Esperemos se traduzca en oportunidades para los refugiados e interpelación hacia las estructuras políticas más rígidas de la UE en pos de evitar el resquebrajamiento de los Estados Unidos de Europa. No se trata de etnias ni de nacionalidades. Son personas, nuestro prójimo.

(*) Es Magister RRII Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga. Analista Internacional y Asesora Parlamentaria en Relaciones Exteriores y Parlamento del Mercosur. Twitter: @GretelLedo. En Internet: www.gretel-ledo.com