COLUMNISTAS
OPINION

Sobre el analfabeto político

20230813_voto_sufragio_cedoc_g
Interpretaciones. Para algunos la democracia se reduce a ejercer el derecho a votar. | cedoc

Se suele decir que los días de elecciones, como hoy, son jornadas democráticas. Dicho de esa manera parece que la democracia se reduce a ejercer el derecho de votar, un derecho que, por otra parte, muchos (cada vez más) se dan el lujo de despreciar. Si es que vivieron la dictadura acaso se deba a su mala memoria, y si no la vivieron, quizás sea por falta de educación política y de conciencia sobre la responsabilidad individual en el destino colectivo. Y como no hay manera ni excusa para escapar de la responsabilidad, atributo exclusivamente humano, se termina incidiendo en ese destino también por omisión. Hasta qué punto, de todos modos, la democracia no puede quedar reducida al simple acto de votar queda expresado en un pensamiento de Winston Churchill: “El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio”.

Información, participación, entrenamiento y ejercicio de la capacidad de debatir y argumentar, aceptación de la disidencia y aptitud para convivir en y con ella, son requisitos necesarios para la vida democrática. Esos requisitos exigen un compromiso continuo e irrenunciable. Y también la comprensión de que no se trata de un sistema perfecto, ni mucho menos. Pero exhibe dos virtudes esenciales. Da posibilidad de existencia y expresión a todos los grupos sociales, especialmente los más minoritarios (salvo el 100% todos los demás porcentajes son de minorías, son éstas las que componen una sociedad humana). Y, como señaló el austriaco Karl Popper (1902-1994), filósofo de la ciencia y la política, es un sistema que permite cambiar a los gobiernos sin derramamiento de sangre.

¿Vota el ciudadano o el consumidor?

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Aun así, no es exacto afirmar, como se suele hacer mediante una engañosa simplificación, que “la democracia es el gobierno del pueblo”. En primer lugar, porque “pueblo” es un concepto abstracto, intangible, indefinido e indefinible, del que cualquier autoritario, manipulador o ventajero se puede, y suele, apropiar para imponer su verdad, y la de su grupo, como la única admisible. Y en segundo, porque esa abstracción, en tanto no encarne en personas reales, no puede gobernar. Por eso se elige. Y por eso es importante participar de la elección. Porque, en definitiva, la democracia real, aquella en la que vivimos (cuando vivimos en un sistema que la confirma) nunca es ese mecanismo ideal y perfecto que describen la teoría y la filosofía política, sino la que quienes la protagonizan, tanto ciudadanos como gobernantes, hacen que sea. De ahí su imperfección.

En su ensayo “Democracia”, José Nun (1935-2021), notable pensador e investigador de los fenómenos políticos, culturales y sociales, explora respuestas al interrogante que preside el libro: ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? Y quizás son los votantes quienes tengan la respuesta. Si su actividad democrática queda en depositar el voto en la urna y dejar la gestión del porvenir colectivo (y propio) en manos del ganador de la elección, quizás pierda buena parte de su derecho a queja. Mucho más lo pierde quien ni siquiera concurre a votar. Será entonces el gobierno de los políticos y por muy representantes del pueblo que estos se digan, la sociedad estará regida por una oligarquía. Es decir, por un pequeño grupo blindado que hace uso del poder en función de sus intereses. Entre la realidad que vive la mayoría de la ciudadanía y la de esa oligarquía habrá un abismo.

Cuando los ciudadanos se desentienden del devenir político (creyendo que mantienen así una suerte de equívoca pureza), la democracia es, cada vez más, una fachada. Bertolt Brecht (1898-1956), poeta y dramaturgo alemán, un ineludible referente intelectual del siglo XX, lo describió así en su poema “El analfabeto político”: “El analfabeto político/ es tan burro, que se enorgullece/ e hincha el pecho diciendo/ que odia la política/ No sabe, el imbécil, que,/ de su ignorancia política/ nacen la prostituta, /el menor abandonado,/ y el peor de todos /los bandidos, /que es el político trapacero, / granuja, corrupto y servil / de las empresas nacionales / y multinacionales”.

*Escritor y periodista.