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hostilidades

Sobre un ataque a Sarmiento

Educación 20240105
Educación | Unsplash | Nikhita S

Sarmiento fue un autodidacta. Pero fue precisamente por eso que más tarde concibió, diseñó e instrumentó ese proyecto de educación pública que se cuenta entre los pocos verdaderos motivos de orgullo que tenemos los argentinos. La exaltación heroica del haberse hecho a sí mismo, según analizaron Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano a propósito de Recuerdos de provincia, lo impulsó a esa luminosa visión de que un país moderno debía asumir la responsabilidad de la formación educativa de sus ciudadanos, hasta hacer de ella, a un mismo tiempo, una obligación y un derecho.

Y así se vio consagrado Sarmiento en la historia argentina: como el Padre del aula. Padre del aula, no de las clases particulares o del tutor a domicilio, ni tampoco del autodidactismo. Porque en las aulas no solamente imparten sus conocimientos un maestro o una maestra, sino que interactúan con el conjunto de los estudiantes y los estudiantes lo hacen también entre sí. Se aprende entonces del docente, pero también de los compañeros. Y no sólo de lo que los compañeros saben y aportan (y se lo aportan también al docente), sino además de lo que no saben, de lo que no entendieron y preguntan, de lo que los dejó con dudas, porque entonces otros descubren que no habían entendido lo que creían haber entendido, o que podían entenderlo más profundamente y mejor, o que había algo que no sabían que no sabían, y así lo descubren y lo aprenden.

¿En qué quedó?

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Un aula es un espacio compartido, no un lugar en el que apenas se acumulan individuos (así es también la sociedad, si no se la reduce a mercado: oferta y demanda, socios o competidores, un mundo compuesto por vendedores y compradores y nada más). En un aula se aprende también a ser y estar con otros, el hábito de que en la sociedad hay otros que también existen y es preciso tenerlos en cuenta (y no sólo para que compren lo que producimos o para que compremos lo que producen, sino por ejemplo para hacerse amigos y quererse; o no sólo para asociarse en un emprendimiento o competir contra él, sino para jugar juntos en un recreo y divertirse).

Desde el Estado Nacional se declaró recientemente la intención de que en la Argentina ya no se requiera que los niños asistan a la escuela más que en los primeros tres años del ciclo inicial. Lo cual constituye probablemente el ataque más feroz que se haya dirigido alguna vez contra el ideario educativo de Sarmiento. Ni el más enfurecido de los revisionistas, por citar una corriente mayormente antisarmientina, resultó nunca tan brutalmente hostil.