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Diálogo

Tenés razón

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X. No es la burla, ni un tuit la forma de hacer política. | cedoc

"Tenés razón”. Muchas veces usamos estas dos palabras para dar por terminada una discusión que pintaba indefinida. Le decimos al otro “tenés razón”, pero en realidad no se la concedemos.

“Me querés dar la razón como a los locos”, responde nuestro interlocutor, que, aunque cree tener razón, no quiere que se la den de esa manera.

Tener o no tener razón, por estos días, se ha convertido en una disputa en donde la misma razón yace abandonada a un costado del camino.

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En Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, se cruzan dos calles, probablemente no de modo azaroso, denominadas Copérnico y Galileo.

Copérnico (polaco, 1473-1543) fue un científico (polímata) que formuló la teoría heliocéntrica, según la cual la Tierra y los planetas de nuestro sistema se mueven alrededor del Sol. El heliocentrismo se oponía al geocentrismo, en donde la Tierra era el centro del universo.

El esbozo de la teoría heliocéntrica por parte de Copérnico fue de tal magnitud que, aun hoy, ante un descubrimiento científico revolucionario hablamos de “giro copernicano”. Él no llegó a percibir las consecuencias que su formulación implicaría.

El miedo a estar equivocados, a no tener razón, puede llevarnos a modificar valores

Sería Giordano Bruno, filósofo y científico (italiano, 1548-1600), el que, desde el pensamiento, más allá de lo matemático, iría formulando un nuevo orden en el universo de las ideas. Comienza a cuestionarse la autoridad inmóvil y vertical.

Bruno, a su regreso a Roma, fue declarado herético, impertinente, pertinaz y obstinado, y, por no retractarse, fue quemado en la hoguera en el Campo de las Flores.

Llegamos a Galileo Galilei (italiano, 1564-1642), también astrónomo y científico múltiple. Él, a través de la experimentación y la aplicación de avances tecnológicos de su creación, fue aportando pruebas a la teoría heliocéntrica copernicana.

Esto le generó detractores, cuyos ataques se fueron haciendo más violentos. En 1616, el Santo Oficio califica a la teoría copernicana como una insensatez, un absurdo en filosofía y formalmente herética.

Galileo es interrogado por la Inquisición en 1633 y es condenado a prisión perpetua tras haber “confesado” y se le obliga, bajo amenaza de tortura, a abjurar de sus postulados.

Cuando fue forzado a renunciar a su teoría, se le atribuye a Galileo la frase “E pur si muove” (y sin embargo, se mueve), que aún hoy es usada para expresar que, por más que se niegue la veracidad de un hecho, este hecho es verídico.

De jamoncitos y fiambres

De algún modo, las redes sociales, los odiadores en ellas, los trolls, y por qué no, algunos comunicadores, funcionan hoy como una suerte de Inquisición, donde, desde un anonimato cobarde y una ceguera, mudez o sordera conveniente se dice, se niega, o se omite la evidencia de la razón.

Cada uno de nosotros tiene una escala de valores éticos que, se suponía, regulan nuestra conducta y que, hoy, no sucede. El miedo a estar equivocados, a no tener razón, puede llevarnos a modificar temporalmente nuestros valores porque tener razón es más importante que alcanzar la verdad.

Cualquier conversación honesta, cualquier intercambio de opiniones debería incluir el compromiso de arriesgar lo que pensamos en pos de encontrar una verdad más alta, más viva, más inspiradora.

Hubo una marcha contundente por la educación, y aquellos que no marcharon deben esforzarse por encontrar la razón de los que sí lo hicieron; y los que sí marchamos, pensar las razones de los que no.

No es la burla, ni un tuit descalificador la forma de hacer política, como tampoco el insulto. No hay que tener miedo de no tener razón.

Vaya uno a saber, en virtud del algoritmo, a quién llegará esta columna. Mientras tanto, por ahí, habrá una evidencia esperando para decirnos “tenés razón” y, sin embargo, se mueve.

*Convencional nacional UCR.