Muchos libros nacen con un título, y otros lo encuentran poco antes de que vaya a imprenta. Para ambas opciones existen ristras de ejemplos, pero debemos reconocer que la segunda es la más frecuente. La historia de la literatura está llena de libros famosos que hubieran debido llamarse de un modo muy distinto a aquel con el que pasaron a la historia. Algunos ejemplos: el 22 de octubre de 1948, o sea un año y medio antes de su publicación, George Orwell le escribió a su editor Frederic Warburg contándole que estaba indeciso entre dos títulos: El último hombre en Europa, como se había llamado hasta entonces, o un nuevo título, que se le acababa de ocurrir: 1984.
En 1947, Vladimir Nabokov le escribió al crítico Edmund Wilson: “Estoy escribiendo una novela breve sobre un hombre al que le gustan las chicas jóvenes. Se llamará El reino delante del mar.” Ocho años después el sello Olympia Press publicó Lolita.
El manuscrito que Joseph Heller presentó a su editor Robert Gottlieb se llamaba Trampa 18. El problema es que acababa de salir una novela de León Uris llamada Milla 18. Editor y autor empezaron a evaluar posibilidades. Se pensó en Trampa 11, pero lamentablemente ya existía Ocean’s 11. Pensaron en el 14, pero Heller no lo consideró un número divertido, y en el 26, pero para Heller resultó ser menos divertido que el 14. Entonces Heller tuvo la idea: 22, que además era mucho más divertido que 18.
Umberto Eco, en una entrevista concedida al Corriere della Sera el 31 de enero de 2012, dice: “Había pensado en unos diez títulos, entre los que se encontraban Delitos en la abadía y otro menos obvio, Blitiri, un término usado por los lógicos medievales para indicar una palabra sin sentido. El nombre de la rosa saltó al final, justamente pensando en el hexámetro con que cierra el libro. Les mostraba la lista a mis amigos y todos me señalaban ese. Me gustó porque no tenía nada que ver con el libro”.
Moby Dick, de Hermann Melville, fue publicado el 14 de octubre de 1851 en Londres con el título La ballena. El 18 de noviembre del mismo año apareció en Nueva York con el título definitivo. Inmediatamente después de la salida de la edición inglesa, Allan Melville le informó al editor Richard Bentley que su hermano había decidido cambiar el título: “Moby Dick es un título absolutamente legítimo, ya que es el nombre de una ballena particular que es, además, si así puedo expresarme, el héroe del libro”.
William Golding mandó el manuscrito de la novela Los extranjeros de adentro a seis editores, y obtuvo seis rechazos. Uno decía: “Basura y estupidez. Sin pie ni cabeza”. Fue un joven recién contratado por la Faber and Faber, Charles Monteith, quien recuperó el libro de una pila de manuscritos rechazados y propuso publicarlo con un título de su invención: El señor de las moscas. La novela apareció en 1954.