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UN PAIS EN SERIO

Todos los caminos conducen a Ezeiza

Hay timbreos riesgosos: puede abrir Etchecolatz o el sindicalista Balcedo. O recibir una represión. La realidad está para el “ring-raje”.

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Llego tarde a la reunión en la productora, sudando, rogando por un oasis de aire acondicionado. Voy a abrir y veo que me olvidé las llaves. Toco el timbre. Tardan en abrir. Después de esperar un rato que a mí me parece una eternidad, Carla, mi asesora de imagen, abre la puerta.
—Ah, sos vos –me dice con cierta mueca que me hace pensar que puede llegar a ser alegría.
—Sí, yo –digo, entrando rápido hacia el aire acondicionado–. Me olvidé las llaves. Me llama la atención que te alegre verme.
—Es que pensé que era Macri o algún funcionario.
—¿Qué? –me sorprendo–. ¿Vos estás loca? ¿Por qué iba a venir Macri hasta acá?
—Para algún timbreo, supongo –responde Carla–. O para filmar algún spot “casual” y “espontáneo”.
Carla hace gesto de comillas con los dedos de ambas manos mientras dice “casual” y “espontáneo”.
—¿Y por qué iba a venir hasta acá? Si vienen me puedo poner muy crítico y el spot no les va a servir. ¡Yo soy un periodista incisivo!
—Sí, claro, por supuesto –se ríe Carla–. Y sos tan difícil de convencer. Igual tenés razón, para salir en un spot hay que ser un convencido del proyecto republicano y popular o… ¿cómo vendría a llamarse este proyecto?
—¿El cambio? –arriesgo.
—Como sea. El asunto es que pasamos del “Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación” al “Mauricio, Mauricio, Mauricio corazón, acá tenés actores pa’ filmar un nuevo spot”.
—¿Y vos creés que hay mucha diferencia?
—Muchísima –afirma Carla–. Casi la misma que hay entre la feroz represión fascista de Patricia Bullrich a los mapuches y el énfasis en la advertencia de Gildo Insfrán a los wichis.
—¿Cómo “énfasis en la advertencia”? –me quejo–. La policía de Insfrán les pegó y dejó sangrando en la cara a varios pibes. No pibes para la liberación. ¡Niños!
—¿Ves que sos un gorila?
—¡Nada que ver! –insisto–. Yo condeno la represión venga de donde venga.
—Claro, la represión que sufren los mapuches por parte de los gendarmes de Bullrich y la represión que sufren los wichis por parte de los wachos de Insfrán.
—Por supuesto –afirmo–. Y me parece horrible que Patricia Bullrich haya decidido ascender al único sospechoso por el crimen de Santiago Maldonado.
—¡Bravo! –me aplaude Carla y se pone de pie–. Salvo por el pequeño detalle de que un día de estos te vas a morir de un ataque de corrección política, claro…
—Es mi deber estar comprometido con los que sufren –insisto–. Para eso me hice periodista.
—Te hiciste periodista porque, si no, todavía serías virgen. Pero está bien, pensá lo que quieras…
—¡Por supuesto! –afirmo–. Y voy a poner todo eso en mi columna. Y también voy a poner que celebro que se esté hablando de la necesidad de legalizar el aborto.
—Yo también, pero tené en cuenta que es verano y se habla de lo que sea. Mientras tanto, los muchachos se reúnen en Pinamar, se rearma el peronismo y en marzo el aborto ya no le importa a nadie.
—Te noto un poco escéptica…
—Realista, querrás decir –corrige Carla–. Trato de no entusiasmarme demasiado cuando las cosas no dan para entusiasmarse demasiado.
—¿Cómo es eso de los muchachos del peronismo? –pregunto–. Debería poner algo de eso en mi columna.
—Resulta que se reunieron en Pinamar Massa y Menéndez, el titular del PJ bonaerense. Y no descartaron una posible reunión entre Cristina y Massa. Sería un notición.
—Claro, porque la noticia sería que el PJ podría unirse…
—No –corrige Carla–. Porque la noticia sería que Cristina todavía habla, dice cosas, hace política.
—La noticia sería también que Cristina no tiene tanto miedo de ir presa, ¿no?
—¿Vos estás loco? –se enoja Carla–. ¡Por supuesto que el Gobierno tiene previsto meter presa a Cristina!
—¿Y qué está esperando? –pregunto.
—Un nuevo tarifazo, supongo. O una nueva devaluación. Ni me quiero imaginar cuánto van a aumentar los precios ni a cuánto se va a disparar el dólar para que lo único que lo pueda tapar sea una detención de Cristina.
—¡Pero las cosas siguen aumentando y el dólar sigue subiendo! –me quejo.
—Sí, pero por ahora, esto se tapa con un sindicalista.
—¿Lo decís por Balcedo? Mirá que el tipo tenía nueve autos de alta gama, armas de guerra…
—¿Ves que sos un gorila? –insiste Carla.
—¡Por favor! –me enojo–. También tenía un avión privado con el que pensaba fugarse a una isla en el Caribe.
—Bueno, al menos hay que reconocer que la isla no era suya –modera Carla–. Bueno, al menos no estaba a su nombre.
—No puedo creer que este sea un representante del movimiento obrero organizado...
—OK, lo del movimiento obrero te acepto que es algo dudoso –admite Carla–. Pero hay que reconocer que el tipo sí era organizado.
—Qué jodido todo. Porque por un lado, este tipo es impresentable. Y por otro, esto viene perfecto para apretar a los sindicalistas para que apoyen la flexibilización laboral.
—Por suerte, en este país los únicos corruptos son los sindicalistas –se burla Carla–. En cambio, los empresarios son todos honestos.
—Bueno, al menos los empresarios no juegan con la plata de los trabajad… –me detengo–. No, disculpá, no dije nada.
—Mientras tanto, en Mar del Plata, Miguel Etchecolatz tiene prisión domiciliaria –dice Carla.
—Bueno, tiene más de 70 años y desde la cárcel no puede hacerle daño a nadie –reconozco.
—Claro, salvo hacer desaparecer a Julio López después de que declarara sobre él, el tipo no puede hacer ningún daño, tenés razón.
—Es cierto, tal vez alguna capacidad de daño le queda –admito–. Lo loco es que Etchecolatz está en Mar del Plata y hay otro represor al que le dieron prisión domiciliaria y se mudó a Mar de Ajó, a dos cuadras de la playa.
—En cualquier momento se estrena en la temporada de Mar del Plata una nueva comedia: Los represores más locos del mundo. “Picardía, diversión y crímenes de lesa humanidad para toda la familia”.
—Hablando de desaparecidos… Del submarino ARA San Juan no se sabe nada, ¿no?
—No, pero lo importante es que ya nadie se acuerda.
—¿Y si de repente todo el mundo se empieza a preguntar y se pone a reclamar? –pregunto.
—Tranquilo –concluye Carla–. Siempre quedará algún kirchnerista suelto para que se lo pueda mandar a Ezeiza y así tapar todo.n