Jorge Fontevecchia decía que sea cual fuere el resultado en las urnas, el próximo martes triunfará Donald Trump. Aquí en Washington, los días inmediatamente anteriores a la elección se viven con mucha tensión. Trump sube en las encuestas, tiene posibilidades de ganar, aunque todo el establishment se unificó para combatirlo.
Como en todo país, en Estados Unidos hay decenas de encuestas, unas profesionales, otras manipuladas, pero todas coinciden en que Donald Trump y Hillary Clinton tienen chances de ganar.
Cuando hace meses publicamos en Noticias un extenso artículo hablando de las posibilidades de Trump no nos tomaron en serio. La mayoría creía que era un payaso fácil de derrotar, que se enfrentaba a una de las candidatas más calificadas de la historia norteamericana.
Trump, con estar en este sitio, en esta situación, ha triunfado, porque conserva sus posibilidades enfrentando a los demócratas, al establishment republicano, a casi toda la prensa, a los medios universitarios, a las ONG, a casi todo el círculo rojo, a la opinión sensata del mundo.
El tema de fondo es la crisis de la democracia representativa, que se expresó en el plebiscito por la paz en Colombia, el Brexit en Inglaterra, el desmoronamiento institucional de Brasil, el colapso de los partidos mexicanos, la derrota socialista en España. Nació un nuevo mundo y los viejos dirigentes no superaron el siglo XX.
Las elecciones norteamericanas. En Estados Unidos no vota cualquiera que pasa por una escuela el domingo, porque se vota en un día laborable, el martes. En 1845 se estableció esta norma para que los vecinos pudieran llegar a votar en la capital del condado. Unos no podían viajar el sábado y otros el domingo por razones religiosas, entonces se decidió votar el martes, para que los vecinos pudieran viajar el lunes.
En Estados Unidos los ciudadanos de los estados eligen delegados, que son los que eligen al presidente. La lista del candidato que obtiene la mayoría de votos en un estado obtiene todos los delegados, sin que las minorías tengan representación.
Por eso, a veces puede ganar la Presidencia alguien que tuvo menos votos, pero obtuvo más delegados. Hoy la mayoría de las encuestas dicen que es difícil saber quién obtendrá más votos, pero Clinton tiene asegurados 226 electores, Trump 180, y están en disputa 132. Quien consiga 270 electores será el nuevo presidente, pase lo que pase con los votos populares.
En Estados Unidos hay una diversidad mayor que la que existe entre la gente de los países latinoamericanos. Por un lado, existe en las costas un país liberal, urbano, con ideas de avanzada, donde se desarrolla la ciencia. Aquí reside la gran mayoría de los científicos que obtienen el Premio Nobel. Por otro lado está el interior con una población poco informada, en la que muchos mantienen una mentalidad precientífica. De hecho, un 44% de norteamericanos cree en el creacionismo, el 14% en la evolución. Un 60% dice que deben enseñarse ambas teorías en las escuelas, y un 38% que se debe prohibir la enseñanza del evolucionismo. No hemos consultado encuestas que nos digan cuántos creen que el mundo es plano.
Escenarios. Como está la situación, el martes puede darse cualquiera de estos tres escenarios. En el primero, Hillary gana tanto en votos como en electores. Desde el punto de vista de la institucionalidad, sería el resultado preferible. En esta hipótesis seguramente el establishment cerrará filas en torno al nuevo gobierno. Se habrá superado el susto de la elección, pero si no se la afronta, seguirá latente una crisis de fondo que estallará más temprano que tarde.
El segundo de los escenarios sería el peor de los posibles. Si Trump gana en número de votos y Hillary obtiene más electores, ella será elegida presidenta de la Unión. Trump ha anunciado que desconocerá los resultados y podría provocar muchos problemas. Las posibilidades legales de que se convoque a una nueva elección son bajas, pero se agudizaría la crisis del sistema político. Las encuestas dicen que en este momento alrededor del 70% de los norteamericanos cree que debe respetarse la votación popular. Una campaña bien armada por Trump para defender esa idea podría posicionarlo sólidamente para la siguiente elección. Clinton asumiría la presidencia con un liderazgo nacional e internacional muy devaluado.
En el tercer escenario, Trump gana en votos y en representantes. El triunfo de un anticandidato llevaría a un conflicto de poderes y a un período convulso de la democracia norteamericana. Más allá del escenario que se dé, estas elecciones desnudan una crisis de fondo.
La crisis de la democracia. Es importante anotar que en la sociedad occidental contemporánea se ha producido una crisis de representación que tiene varias facetas. La primera es el vaciamiento de los sellos. En la antigüedad, los candidatos trataban de acumular la mayor cantidad de apoyos de partidos y personajes para conseguir votos. Hoy las matemáticas políticas cambiaron: normalmente las sumas restan. En todos nuestros países hay un rechazo mayoritario a la política y a los políticos y hay que tener cuidado de que los apoyos no despedacen al candidato.
El círculo rojo norteamericano festejó el apoyo de Bush y otros dirigentes republicanos a Clinton. También el del presidente Obama, el del ex presidente Clinton, el de todos los medios de comunicación, el de todo el establishment. Una campaña bien diseñada se dirige a targets determinados. Después de la primaria demócrata parecía muy claro que había que consolidar el voto de quienes respaldaron a Sanders, gente progresista que quiere un cambio profundo. Está claro que esos apoyos deben haberlos ahuyentado.
La desconfianza hacia los partidos y los políticos se ha generalizado. El 60% de los norteamericanos dice que es necesario un tercer partido, porque está cansado de demócratas y republicanos. Entre quienes se dicen independientes la cifra de los que quieren un tercer partido sube al 78%.
En esta elección se enfrentan los dos candidatos con la peor imagen en la historia el país. Las cifras con que terminan la campaña son muy malas. En las facultades de consultoría se sabe que cuando los negativos están sobre 30% matan a un candidato convencional.
En principio, desde la consultoría política tradicional, ninguno de ellos debió ser candidato. Los equipos técnicos de Clinton debieron proponerse llegar a esta fecha con negativos que estén debajo del 30%. Si no lo lograron fue porque no fueron capaces de elaborar las estrategias necesarias o porque la candidata no estuvo preparada para aplicarlas. Ese no es problema de los políticos, es un problema técnico. Con esos números no podía ganar las elecciones ante casi ningún candidato. En el caso de Trump, el tema de los negativos actúa de manera inversa. Desde el análisis electoral es un anticandidato, y por eso mientras más rompe las reglas, consigue más votos. Sus votantes son personas que no buscan la reencarnación de Adenauer, quieren patear el sistema. Sus violentos ataque en contra de la prensa, las instituciones, los partidos políticos, incluido el suyo, lo fortalecen. Sus caídas de popularidad en la campaña han tenido que ver con los momentos en que trató de parecer tradicional.
La crisis de la sociedad. Clinton consiguió el apoyo de todos… los que tenían una imagen cuestionada. La confianza de los norteamericanos en las instituciones es baja. Desaprueba el trabajo del Congreso un 82% ¿fortaleció o debilitó a Hillary el apoyo del presidente de la Cámara?
Muchos electores desconfían del sistema electoral. Un 34% cree que habrá trampas en el escrutinio. El que las elecciones sean honestas no es claro: sólo un 30% cree que son elecciones honestas. Los debates y la discusión de ambos candidatos se centraron en temas que terminaron de minar la confianza de la población. La visión de la mayoría de votantes sobre Clinton es la de que no es una persona honesta y creíble. Una investigación de la Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research encontró que un 70% de votantes, con proporciones iguales entre demócratas y republicanos, se siente frustrado con las elecciones de este año. Un 55% se siente desamparado ante los juegos de los políticos. Según el Pew Center, sólo el 16% de los norteamericanos respalda al gobierno en todo lo que hace, y un 3% lo respalda a veces.
Podríamos seguir exponiendo montañas de información con la que contamos, procedente de universidades y centros de investigación acerca de la desconfianza de los norteamericanos en sus instituciones políticas.
El mundo cambió demasiado y todos tenemos que reinventarnos. También los consultores políticos. Revisando tantas encuestas en varios países, da la impresión de que casi todos preguntamos lo mismo, que nuestras inquietudes salen de la conversación entre consultores y políticos. El uso sistemático de la investigación cualitativa nos permitió desarrollar en Argentina una metodología distinta a la que se usa en los demás países, que ha tenido resultados sorprendentes.
(*) Profesor de la GWU.