Aunque no corresponde a una categoría penal, la palabra "femicidio" se ha incorporado al vocabulario popular, al periodístico e incluso al legal para indicar una categoría de asesinatos en los que la condición de género de las víctimas y las estructuras sociales que la definen son parte fundamental para comprender dichos crímenes.
“Femicidio o Feminicidio” es parte del debate dentro del feminismo, pero el indudable logro del movimiento de mujeres fue legitimar la demanda al Estado sobre sus responsabilidades en cuanto a la protección de las mujeres y las garantías de una vida libre de violencia.
Tratados internacionales como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (conocida como Belem do Pará), su incorporación a nuestra Constitución Nacional, la Ley 26.485 de Protección Integral de las Mujeres, un Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres diseñado por el INAM para el período 2017-2019 y varios otros instrumentos no consiguen aún reducir drásticamente esta forma extrema de violencia, cuyas cifras son escalofriantes.
El concepto de femicidio se lo debemos al feminismo, y fue pensado como un concepto primordialmente político, como bien lo expresa la definición que en su momento dio Diane Russell al usarlo en el Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas en 1976: “El femicidio está en el extremo final de un continuum de terror sexista que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos como la violación, la tortura, la esclavitud sexual (particularmente por prostitución), el abuso sexual infantil incestuoso o extrafamiliar, las golpizas físicas y emocionales, el acoso sexual (por teléfono, en las calles, en la oficina y en el aula), la mutilación genital (cliteridectomías, escisión, infibulaciones), las operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías), la heterosexualidad forzada, la esterilización forzada, la maternidad forzada (por la criminalización de la anticoncepción y del aborto), la psicocirugía, la privación de comida para mujeres en algunas culturas, la cirugía plástica y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que estas formas de terrorismo resultan en muerte, se convierten en femicidio”.
Femicidios infantiles: matan a una nena por mes y muchos de los asesinos son familiares
Leyendo la larga lista de violencias que configuran este sistema, es difícil que haya una mujer que se sustraiga a alguna de sus formas.
La condición de mujeres en un sistema patriarcal nos pone en peligro estructural, y no puede ser responsabilidad individual de cada mujer defenderse de algo que el Estado tolera y a veces incluso encarna.
La sección Policiales del domingo nos habla de un extremo sobrecogedor: las víctimas infantiles de femicidios. En algunos casos asesinadas para dañar con brutalidad a las madres, en la mayoría para ocultar el abuso y la violación por parte de un familiar cercano. Son niñas, quien debe protegerlas es quien se apropia de sus cuerpos y sus vidas.
No se ven las marchas y las voces indignadas y estruendosas por el incesto cuando esos abusos producen embarazos en cuerpos que no conocieron el amor protector sino la depredación. Se ven artilugios burocráticos, violaciones e ignorancia de normativas, eufemismos y mentiras para obligarlas a parir con el argumento de “defensa de las dos vidas”.
La maternidad forzada que termina en muerte es femicidio. Si la víctima de esa maternidad forzada es una niña, ha entrado tempranamente al sistema de violencia femicida que el poder patriarcal aplica para disciplinar las resistencias y conservar los privilegios del medieval derecho de pernada.