CULTURA
Apuntes en viaje

Alcohol help

Viernes. Jornadas espléndidas de acampe y recogimiento allí donde Peter O’Toole encendió el desierto beduino con sus ojos supernova. Ahhh, lovely Wadi Rum.

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Alcohol help. | marta toledo

Domingo. La fila avanza, lenta, sí, pero avanza. Faltan pocas horas para el cierre total de fronteras y lo único que esperamos los que allí aguardamos desde temprano es ser depositados en el avión y tirarle besitos bye bye a Jordania desde la diminuta ventana. Nada simple, se rumorea –también– que el vuelo, si acaso logre despegar, no consiga aterrizar en Dubai. De allí en más, todo incierto. Al tiempo que progreso (mi ticket lleva impreso Sector E en el ángulo superior derecho; resta todavía cargar el sector C), extraigo de la mochila el pasaporte, últimamente maltratado por el calor de los acontecimientos.

Del enjambre se desprende una mujer. Hasta los tobillos encona la voluminosa figura en una pieza única color cian. Asoman por debajo zapatillas azules. Guarda su cara en un velo de terciopelo gris tenue. Los ojos glaseados (resaltados por el centelleo de una rabiosa sombra de ojos) imprimen en su rostro bilioso un pálido repertorio onírico, rictus boquiabierto, salvajemente forzado. Está desatada, poseída por una fuerza que la arrastra de aquí para allá, la mano derecha extendida, alzada lejos de su cuerpo, como entregándola para que alguien la extirpe. Chilla fraseos ininteligibles, girando en círculos, blandiendo la osamenta, regurgita un amasijo de penas buscando ella misma la ejecución del asunto; se topa de pronto con dos sujetos de traje oscuro empleados de la compañía aérea, los arrastra –con la mano sana– hasta dar con una anciana diminuta y encorvada (¿inglesa?, ¿alemana?) que aguarda parada en la fila mientras chequea los documentos. Y los deja ahí, frente a esta señora que contempla la escena con turbación. Nadie comprende las palabras hasta que la posesa hace el gesto: al parecer la viejecita había estornudado sobre esa mano que ya no le pertenece.

Viernes. Jornadas espléndidas de acampe y recogimiento allí donde Peter O’Toole encendió el desierto beduino con sus ojos supernova. Ahhh, lovely Wadi Rum. Antes de partir en el coche rentado hasta Aqaba, Mohammad nos alerta: con esta tormenta de arena no verán nada en la ruta, es muy peligroso. Mejor esperar un par de horas hasta que se disipe. Pero vengan, no se queden ahí, pasen a mi casa. Una vez dentro, en un espacio deshilachado, familiares y amigos apelotonados junto a un fuego extinguido, el hospitalario anfitrión nos confía la contraseña del wi-fi hogareño para mitigar la espera. Abro primero el mail (días sin atenderlo). Se suceden a velocidad de parpadeo las palabras “cancelación” y “suspensión”; en el WhatsApp desde Buenos Aires me advierten que el gobierno argentino estaría pensando en cerrar fronteras; solo podrán regresar argentinos por la aerolínea de bandera. ¡¿What?!

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Sábado. Antes de ingresar a Petra, utilizo los servicios del wi-fi gratuito para evacuar dudas y recolectar contactos. Del otro lado, solo buenas intenciones: links de Cancillería, notas periodísticas, números directos (dale, ¿en serio?) de Aerolíneas Argentinas. Bajo un océano de nubes, en medio de aquel crescendo de zozobra etcétera, decido abstraerme y dedicarme al disfrute del maravilloso parque arqueológico. Una vez de regreso en la ciudad, aturdido por las brumas del sueño y el estrés de las noticias, vuelvo a revisar el celular. Delirio: el gobierno jordano ha dispuesto el blindaje fronterizo a partir de las cero horas de mañana, no solo para el ingreso de extranjeros, sino para la salida de los mismos. Contra reloj, busco de manera infructuosa conseguir un pasaje que me saque de ahí. Son miles, tal vez decenas de miles, los turistas que están, prendidos como yo, al teléfono y a la angustia.