CULTURA
Aniversario

Homero Manzi: 7 obras y un Responso a 70 años de su muerte

El "Barba", como lo llamaba su adorado Aníbal Troilo murió de cáncer el 3 de mayo de 1951. En su corta vida fue poeta, guionista, director de cine, periodista, militante político, docente y hasta dos veces presidente de SADAIC.

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Homero Manzi | CEDOC

Quienes consideramos que Sur es el Himno Nacional del Tango entendemos que hay una santísima trinidad, pagana e inquebrantable y random, donde cualquiera puede ser el padre, el hijo o el espíritu santo. Es que Sur está indisolumente marcada por la música del gran Aníbal Troilo, que basta por si sola para ser un monumento del 2 x 4.

Y la letra… por dios, ¡la letra!. ¿Qué poeta no envidiaría la belleza y la sencillez de ‘cielo perdido’, de “Arena que la vida se llevó”, la tristeza y el amor de “Y tu nombre flotando en el adiós...” ? Pienso en esas palabras y lo escucho en mi cabeza y en mi corazón a Edmundo Rivero, el intérprete, que le puso como nadie la voz a esos versos y a esa música extraordinarios. ¿Habrá alguna vez una versión mejor de Sur que la de Rivero? Los milagros me cuestan un poco más, me decía un viejo maestro…

Palabras de Aníbal Troilo

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Toda esa poesía se la debemos a un monstruo de las letras argentinas, a un gigante que se llamó Homero Manzi, otro prócer del tango al que la muerte “madrugó bien temprano”, como diría don Osvaldo Pugliese, ya que el “Barba” se fue apenas a los 43 años, víctima de un cáncer, el 3 de mayo del maldito 1951, que también se llevó a Enrique Santos Discépolo.

Sur por Edmundo Rivero

Su verdadero nombre era Homero Nicolás Manzione y había nacido el 1 de noviembre de 1907 en Añatuya, Santiago del Estero, quizá por eso se adueñó de una imagen y una forma tanguera de describir a Buenos Aires como pocos, captando una esencia que no cualquiera podría lograr.

Betinotti, por Ignacio Corsini

El quinto hijo de Luis Manzione, modesto hacendado, y de Ángela Prestera, entrerriana, tuvo ocho hermanos. Criado en la lejana Añatuya, se trasladó a Buenos Aires a los 9 años y pasó su infancia en los arrabales de la gran ciudad, en el barrio de Pompeya, aunque nunca olvidó su origen santiagueño, al punto de firmar “Arauco”, que significa “rebelde” en quechua.

A medida que fue afianzándose en la gran capital y fue creciendo,  se hizo amigo de dos genios: el músico Sebastián Piana y el poeta Cátulo Castillo. Desde su adolescencia se vinculó, a través no sólo de la escritura, con el teatro, ya que escribió, dirigió y actuó en varias producciones.

Pero su dedicación al teatro no le impidió escribir letras para canciones, tangos, milongas y valses. De 1922, cuando todavía no había cumplido 15 años compuso “¿Por qué no me besás?”, que grabó Ignacio Corsini unos años después.

Barrio de tango, interpretado por Francisco Fiorentino con la orquesta típica de Aníbal Troilo

Es imposible hacer un repaso amplio por su extensa labor. Es increíble pensar en un listado de todo lo que hizo durante apenas 43 años. Docente, periodista, autor teatral, guionista y director de cine, militante político, fundador de FORJA, dos veces presidente de SADAIC, y fundamentalmente, autor de más de cien tangos extraordinarios.

Romance de Barrio, canta Floreal Ruiz


Al mencionado Sur podemos mencionar “Malena”, Tal vez será mi alcohol (que tuvo que ‘suavizar’ su letra por la censura y convirtió en “Tal vez será su voz”), “Milonga sentimental”, “Discepolín”, “El último organito”, “Milonga triste”, “Che, bandoneón”, “Ninguna”…

Raúl Berón interpreta Malena

Sus obras, ineludibles en un repertorio tanguero que se precie de tal fueron grabadas por todos: los mencionados Edmundo Rivero e Ignacio Corsini, Carlos Gardel, Raúl Berón, Floreal Ruiz, Francisco Fiorentino, Alfredo Zitarrosa, Alberto Castillo y tantos otros.

Milonga triste en la voz de Alfredo Zitarrosa

Mención especial merece la amistad de Homero Manzi y Aníbal Troilo. El bandoneón mayor de Buenos Aires compuso en su memoria “Responso”, la noche del 4 de mayo de 1951. Un grupo de amigos, sabiéndolo devastado, le cayeron a la casa con la excusa de jugar al bacarat.  Pero su cabeza y su corazón estaban en otro lado. Así, se refugió en otra pieza, sacó el  bandoneón y compuso un tango monumental que no alcanzó para sacarle la tristeza y la depresión que le llevó más de un año superar. Y que siempre le costó tocar.

Responso interpretado por la orquesta de Aníbal Troilo

“Responso salió una noche que estábamos en mi casa. Había una gente ahí jugando al bacará y yo, no sé… no sentía que estaba ahí. Eran las 4 de la madrugada, y de repente agarré, me fui a mi habitación, y empecé a tocar unas notas, así hasta que salió Responso. Creo que era el mejor homenaje que podíamos hacerle a Homero”, contaba Troilo, que más adelante se animó a ponerle música a un tango que Cátulo Castillo llamó simplemente “A Homero”.

Milonga sentimental, cantada por Carlos Gardel

El último poema de Homero Manzi, con el que se despidió, unos días antes del final:

Definiciones para esperar mi muerte

Puedo cerrar los ojos

Lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.

Escuchando estos ruidos recién llegados.

Viendo estas caras nuevas.

Como si de pronto los mil lentes de la locura

Me trasladaran a un planeta ignorado.

Estoy lleno de voces y de colores

Que juraron acompañarme hasta la muerte.

Como amantes resignadas

Al breve paso de mi eternidad.

Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme

Sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.

Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.

Sé que mi nombre sonará en oídos queridos

Con la perfección de una imagen.

Y también sé que a veces dejará de ser un nombre

Y será sólo un par de palabras sin sentido.

Estoy lleno de voces y de colores. Unas veces

Recogidos en el sonambulismo de la marcha.

Otras, inventadas tras mi propia soledad.

Con ello se integra un cortejo final de despedida.

Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.

Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar,

Evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta;

A los soldados caídos sobre hierbas lejanas;

A los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;

A los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales

Y a los desesperados, que entregan el último gesto

Frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.